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El Barbó reitera que los asesinos del bar El Parador eran tres encapuchados extranjeros

Juan de Dios Rueda González, alias Juan el Barbó, negó ayer ante un tribunal que fuera el autor de los dos asesinatos del bar El Parador; uno de ellos, frustrado. Sostuvo que detrás de ambos crímenes pueden encontrarse miembros de la mafia turca de la droga. El Barbó reiteró que estaba jugando a las cartas cuando unos encapuchados irrumpieron con una pistola grande -"como las del Oeste"- y una escopeta y la emprendieron a tiros contra Juan Francisco Liébana, muerto por los disparos, y Enrique Burgos, quien logró salvar la vida en un hospital.

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Ambos asesinatos -uno, frustrado- ocurrieron el 3 de julio de 1990 en el bar El Parador, situado en el distrito madrileño de Hortaleza.La versión que facilitó el Barbó a la policía minutos después de los diparos se vino abajo cuando Enrique Burgos recobró la conciencia en el hospital Ramón y Cajal. No había encapuchados. Este confesó a la juez que instruyó el caso que el autor de los disparos, efectuados casi a bocajarro, había sido Juan de Dios Rueda y que la versión de los encapuchados era incierta. Esta es la tesis que mantiene también el fiscal, que pide para el Barbó una condena de 50 años de cárcel: 28 por la muerte de Liébana, 20 por el asesinato frustrado de Enrique Burgos y otros dos por tenencia ilícita de armas.

El procesado reiteró ayer ante el tribunal su inocencia. Aseguró que aquel día estaba con Liébana y Burgos, a los que conocía desde hace tiempo, y que, de pronto, tres encapuchados que hablaban en árabe se acercaron a Liébana "y le dispararon tres o cuatro veces". Burgos trató de huir, pero fue alcanzado por otros tantos tiros en la sala del bar. "Yo me agaché y no me dieron", aclaró el Barbó.

Según el Barbó, Liébana le había pedido ayuda días antes del suceso porque había recibido amenazas de unos "extranjeros" por un asunto de drogas. Cuando los encapuchados salieron del bar, el Barbó se asomó y los vio huir "en un vehículo rojo", donde les esperaba una persona.

Curiosamente, los disparos se produjeron minutos después de que el dueño del local, Antonio Vázquez, se ausentase del negocio para comprar pan. Según Juan de Dios Rueda, en ese momento sólo estaban en el bar él, Liébana y Burgos. El fiscal asevera que había más personas y que éstas señalan a el Barbó como autor. Juan Manuel Arroyo, abogado defensor de Juan de Dios Rueda, pedirá la nulidad de los testimonios incriminatorios ofrecidos por los testigos. Alega que prestaron declaración sin asistencia letrada y bajo la presión judicial de ir a la cárcel como encubridores de un delito de asesinato.

Juan de Dios Rueda señaló ayer que sus relaciones con Enrique Burgos eran y siguen siendo buenas. Contó al tribunal que, durante su estancia en la prisión de Alcalá-Meco, Burgos le ha vistado varias veces para darle ánimos. "¿Cómo explica entonces usted que le haya acusado de ser el autor de los disparos?", inquirió el fiscal. "No lo sé; me extraña mucho", respondió el Barbó; yo le he dado cobijo en mi casa después".

Disparo a la nariz

La versión del fiscal es bien distinta a la del procesado. Asegura que éste se enzarzó en una discusión con Burgos y Liébana por una cuestión de drogas, en la que los tres tenían implicación, y que, inopinadamente, el acusado sacó una pistola y, a corta distancia, disparó tres veces contra Liébana (uno de los tiros le impactó en el tabique nasal), y otras tres contra Burgos.El médico forense no pudo especificar ayer ante el tribunal a qué distancia fueron efectuados los disparos e indico, según el abogado defensor, que no había rastros de polvora en los orificios de entrada de la bala. Los habría si, como sostiene el fiscal en su calificación provisional, se hubiesen efectuados a una distancia tan corta.

El juicio se reanudará hoy. Está previsto que preste declaración el principal testigo, Enrique Burgos. De su testimonio -y del que presten los otros testigos- depende en gran medida la absolución o condena de Juan de Dios Rueda.

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