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Pesimismo wojtyliano

Juan Arias

La Veritatis Splendor podría ser la última encíclica del Papa polaco. Aunque, en verdad, es la primera que le hubiese gustado escribir, ya que los problemas de la ética y de la moral han sido su obsesión. Porque la teologia, Karol Wojtyla nunca la ha dominado. Por ello se entregó en cuerpo y alma al recio teológo dogmático aleman Joseph Ratzinger.Ya desde los primeros días de su pontificado, Juan Pablo II había atisbado la idea de convocar un Concilio Ecuménico sobre los problemas morales. Pero un concilio -como demostró el Vaticano II- puede acabar siendo un bumerán. Por ello quizá haya preferido acudir a una encíclica cuyo contenido puede controlar mejor personalmente.

Era imposible esperarse aperturas en este campo de la ética, sobre todo de la sexual, del magisterio del Papa polaco, de corte profundamente pesimista en todo lo que se refiere a los problemas nuevos del hombre moderno, justamente los problemas más abiertos a la investigación católica, ya que suelen tratarse de asuntos que los Evangelios no habían tratado, como, por ejemplo, el aborto.

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Habrá que leer con atención esta nueva enciclica moral del Papa Wojtyla, pero la primera lectura rápida ya evidencia que se trata más bien de un apéndice, en clave aún si cabe más pesimista, del Catecismo de la Iglesia Católica, que empieza significativamente con la palabra "conservación", y acaba con la palabra "amén".

Y si uno de los principios más reaccionarios del pontificado de Juan Pablo II es que "sin Dios" el hombre es incapaz de reconocerse hasta como hombre, en esta encíclica se apunta ya otra afirmación no menos peligrosa e injuriosa para el hombre laico o agnóstico, cuando se dice que sin los Diez Mandamientos no puede existir una Verdadera democracia.

Una vez más aparece la concepción teocrática, medieval y tridentina y, en definitiva, integrista del Papa llegado del socialismo real y que hoy arremete contra sus nuevos demonios: el relativismo, el pragmatismo, el positivismo , el consumismo y la modernidad.

Se dice que al final de un pontificado, los papas suelen encerrarse en un pesimismo global sobre el mundo. Le pasó a Pablo VI, que con fama de progresista, acabó descubriendo al demonio. Juan Pablo II empieza a cerrar las puertas del cielo a todas las miserias, para las que el fundador de la Iglesia había manifestado infinita compasión ("las prostitutas y pecadores os adelantarán en el reino de los cielos"). ¿Ha llegado el tiempo del miedo para el dinámico Papa Wojtyla?

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