Sacar el cuello del túnel
80 personas sin hogar intentan salir del bache desde un nuevo centro de apoyo en Malasaña
Dejar el carril. Es el sueño de muchas personas sin hogar, transeúntes o carrilanos que recorren albergues, comedores gratuitos, estaciones de metro y roperos. Pero es más fácil entrar que salir. Ochenta de estos ciudadanos sin casa, que arrastran soledad y bártulos por las calles, intentan sacar el cuello del túnel desde un nuevo centro abierto en Malasaña.El proyecto, gestionado por la asociación Realidades, pretende llegar a unos 300 transeúntes de los que recorren la villa. En los últimos dos años ha recibido 61 millones de pesetas del Gobierno regional. Desde el número 21 de la calle de San Andrés ofrecen un apoyo para salir del atolladero.
"Aquí venimos para no hundirnos más de lo que estamos, para echar una mano a los que están peor y para ver si, entre todos, podemos sacar el cuello del agujero", explica El Chatarrero, de 37 años. Tuvo trabajo fijo en la hostelería y no bebe, pero también ha acabado durmiendo al raso. Obsesionado con investigar las actitudes raras que notaba en su esposa, perdió el empleo. También la perdió a ella, toxicómana. "Cuando cumplí 35 años ya nadie me contrataba por mi edad", asegura. Ahora duerme en una tienda de campaña en la Casa de Campo, con otros carrilanos.
El objetivo del centro es romper el aislamiento. No dan comida ni cama ni clases. Aquellos que acuden reciben atención psicosocial, pueden consultar periódicos para buscar empleo y piso y llamar gratis por teléfono. También hay tertulias semanales y se gestionan prestaciones como el salario social.
Juan José Serrano, un electricista de 46 años con tres décadas de su vida enganchado a una botella, es uno de los habituales en el local. Separado, lleva tres años dando tumbos. "Vengo aquí porque te hablan con sinceridad", explica. Está en tratamiento para dejar de beber y permanece medio interno en el albergue municipal de San Isidro. La soledad ha sido el peor lastre de estos años. "Ya no me fío ni de los zapatos que llevo", apostilla.
Pablo, de 27 años, comparte césped con El Chatarrero. Los dos forman parte de un grupo de cinco personas que tienen pensado ofrecerse a los ayuntamientos para hacer chapuzas. Lleva sin techo desde los 19 años y ha conocido el reformatorio y la cárcel por robos y peleas. Los antecedentes penales pesan sobre él como una losa. De las mujeres prefiere ni hablar.
Los cinco trabajadores sociales de Realidades se recorrieron plazas y albergues y trabaron lazos con los servicios asistenciales. Todo para llegar a este colectivo, reticente a lo que huele a institucional. Por ahora han contactado con 196 personas, pero sólo 80 asisten al centro.
Mariano Orts, coordinador del proyecto, explica que "uno de los mayores problemas de las personas que acuden aquí es su tremenda soledad". Cada cual lleva su carga: una separación familiar traumática, la pérdida del trabajo, un accidente, la cárcel... Y el alcohol.
La mayoría tienen entre los 30 y los 50 años. Sólo un 24% son mujeres y el 63% permanecen solteros aunque muchos han convivido en pareja. Su nivel cultural es mediobajo.
Una de las críticas al Ingreso Madrileño de Integración (IMI) -el salario para pobres- era que no llegaba a las personas sin hogar. Y los que lo pedían, a menudo no podían cobrarlo por no estar empadronados en la Comunidad. Ahora, los carrilanos que participan en el proyecto de Realidades, pueden acceder al IMI sin problemas de censo.
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