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Reportaje:

Si los hermanos Marx atracaran un banco...

Tres ladrones con mala pata protagonizan en Madrid una peripecia surrealista

Octavio Cabezas

Peor, imposible. Con su atraco no consiguieron un gran botín. La policía pasaba por allí por casualidad. El coche en el que pretendían huir no arrancaba. Dos viandantes les pusieron la zancadilla y acabaron la escapada en una calle cortada donde hay una casa cuartel de la Guardia Civil y una comisaría de la Policía Nacional. José Manuel Jiménez Herrero, de 22 años; Juan Bautista Muñoz Sierra, de 30, y Jesús de la Calle San Pedro, uno menos, los tres con antecedentes por delitos contra la propiedad, no tuvieron precisamente su día cuando el pasado martes -7, no 13- atracaron la sucursal de La Caixa de la glorieta de Santa María de la Cabeza, en el distrito madrileño de Arganzuela. Más que a un palo, la escena recordaba una peripecia surrealista de los hermanos Marx.Eran las diez y pico de la mañana cuando hacía su entrada en la sucursal uno de los tres tempranillos, "medio afeitado y con un chándal", según explica el cajero. Que no despertaba sospechas, vamos. Pidió cambio y, mientras el empleado le atendía, pisaron las tablas los otros dos personajes de la comedia. Su vestuario era más pintoresco. Inmediatamente comenzó la acción: "¡Esto es un atraco!", espetó uno de los ladrones navaja en mano.

Pero se quedó en conato. El banco atracado dispone de una caja de seguridad dotada de dispensador, de forma que contiene todo el efectivo, pero lo facilita de 100.000 en 100.000 pesetas. Los pillos esperaban un chaparrón de millones al instante y se cansaron del goteo. Cuando llevaban unas 618.000 pelas, y tras una discusión -uno quería aguantar un poco más, otro se ponía nervioso-, decidieron abrirse.

No sabían que el portero de una finca cercana y el dueño de un comercio de la glorieta se habían percatado de que algo raro pasaba. Al verles huir a la carrera, sus sospechas se confirmaron. Qué casualidad que justo en aquel momento pasaran por la glorieta dos grúas del Ayuntamiento escoltadas por dos municipales en moto. "Les hice señas hasta que se dieron cuenta", recuerda el tendero.

Al ver a la policía, los tres ladrones salieron corriendo hacia un coche que tenían aparcado en la calle del Ferrocarril, casi en la esquina con la glorieta, pero sólo Jesús de la Calle entró en él, aunque no atinó a arrancarlo, por los nervios. Normal, pues uno de los policías le conminaba a salir al grito de "¡Sal, cabrón!", mientras le apuntaba con su arma reglamentaria, según los vecinos.

El agente se metió en el coche por la puerta del copiloto, que estaba abierta, cosa que aprovechó el caco para salir por piernas en dirección a la glorieta. Fue como meterse en la boca del lobo. Dos peatones colaboracionistas le pusieron sendas zancadillas y el desafortunado mangante acabó mordiendo el polvo, detenido y esposado.

Los otros dos no tuvieron mejor suerte. En su afán por salir pitando, demostraron que su rififí no estaba bien planeado. En vez de las de Villadiego, tomaron una calle sin salida que, para colmo, alberga una casa cuartel de la Guardia Civil, vecina de una comisaría de la Policía Nacional.

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