_
_
_
_
Reportaje:

Bienvenidos a casa

Recorrido por el verano madrileño con pequeñas píldoras

Juan José Millás

Si quieren ustedes viajar por el verano recién clausurado con el mismo espíritu con el que recorren las habitaciones de su casa al volver de vacaciones, no se detengan en el titular y pasen. El olor es lo primero que percibimos al abrir la puerta, pero tras ese relámpago de identidad, y mientras avanzamos por el pasillo con la maleta en una mano y un nudo de incertidumbre en la mirada, sentimos que ese espacio, tan nuestro, pide que lo conquistemos de nuevo. Recorremos las habitaciones como las casillas del juego de la oca, temiendo -o deseando- encontrar algo que nos haga retroceder hasta la salida o, quizá, avanzar de golpe hasta el final. Conquiste de nuevo su ciudad, como su casa, recorriendo la existencia de Madrid desde el 15 de julio hasta el 31 de agosto a través de las noticias aparecidas en este suplemento. No hay en las líneas que siguen un orden cronológico, ni alfabético, ni siquiera espacial: es un orden marcado por el olfato sentimental del que regresa y que, vaya usted a saber por qué, a lo mejor se asoma antes a la cocina o a un armario empotrado que al salón. Entre por un lado o por otro, hay un tejido secreto que le conducirá a lo esencial, como en su casa: en ese punto donde se produzca el reencuentro, usted volverá a ser el de antes.

Dinero grande. Si entra usted por el 15 de julio, lo primero con lo que se va a encontrar es con un asunto de dinero y con un problema de identidad. Quiero decir que en la primera página del suplemento Madrid de ese día descubríamos que Mohedano venía asesorando al potentado Pinto Fontán desde 1974. Unos días después del escándalo y de la dimisión de Mohedano por el Jaguar -o el cese, que todavía no sabemos si ha sido niño o niña-, el abogado y su patrón emprenden existencias informativas diferentes: la del abogado se desvanece hasta hacerse invisible, como los perfumes caros que sin duda usa, mientras que la de Pinto Fontán, más basto, puede seguirse por el mal olor que deja tras de sí. Así, vuelve a aparecer con asuntos menores, tales como los casi 400 kilos de deuda que ha ido dejando por donde pasaba a modo de miguitas de pan, o de cagadas, para saber volver, a donde solía; o la manera en que ha embarcado a sus socios en varios juicios de los que él se ha quedado fuera. En agosto le vimos un par de veces más: una por tropezar con un fotógrafo que le acusó de agresión, y, otra, porque los vecinos de Nuevo Versalles habían decidido pedir justicia a través de un comunicado colectivo: los muy ingenuos no comprenden que alguien con semejante historial esté fuera de la cárcel. Desde entonces no le he vuelto a ver, pero he mandado ventilar todas aquellas páginas en las que ha aparecido porque no hay quien pare dentro de ellas del olor que ha dejado. Dios le tenga en su gloria.

Dinero pequeño. ¿Recuerdan lo de aquel taxista que devolvió dos millones de pesetas a un cliente poco antes de que nos fuéramos de vacaciones? Pues, resulta que le han hecho un homenaje y que el dueño del dinero le ha mandado un cheque de 50.000 pesetas; o sea, el 2,5% de subida que proponía el Gobierno. Debe ser del PSOE. Por cierto, que el ejemplo de abandonar el dinero en bolsas dentro de los taxis ha cundido y, también en agosto, volvemos a encontrar a un asalariado del sector devolviendo 880.000 pesetas a una clienta descuidada. Y, aunque no tiene nada que ver, otro taxista murió cuando manipulaba un revólver con el que quería ser el más rápido del Oeste (para más muertos, busque el apartado Muertos). Ignoramos cómo consiguió el permiso reglamentario. Además de eso,. un guardia civil de paisano algo borracho disparó un tiro a finales de agosto a otro taxista por una discusión de tráfico. Todavía una noticia más sobre taxistas: una periodista extranjera cogió a lo largo del verano 35 taxis y fue estafada en 23.

Y ya metidos en el dinero pequeño, no podemos dejar de anotar el precio que pagó. un señor por una juerga en un apartamento del paseo de La Habana: 2.200.000 pesetas. El sujeto ha denunciado a la madama. A mano izquierda, según sales de julio, hay un abogado que cobró 4.000.000 de pesetas a un cliente por sacarlo de la cárcel. O sea, que el cliente está fuera, pero al abogado lo han metido dentro. Por cierto, que un vidente de los que echan las cartas en el Retiro se puso en huelga de hambre para pedir a sus compañeros que firmaran un código deontológico del echador de cartas; los abogados lo tienen y a algunos no les va mal con él (véase el apartado Dinero grande). Además, un vidente intentó timar más de medio millón a una endemoniada. Bueno, él dice que la desendemonió, y ella no dice que no, pero le parece caro. Esto debió de ser un par de días antes de la Virgen de agosto. Lo que más sonaba en esas fechas eran los ruidos, a los que el Ayuntamiento llama decibelios.

Francotiradores. Nada, que un señor de 50 años descargó su escopeta de perdigones sobre los clientes de un bar de las Salesas. Es que no le dejaban dormir. Este verano ha habido mucha gente que no podía dormir por el ruido (véase El más ruidoso) y a veces también, por el calor, que para eso hemos tenido la noche más calurosa del siglo (avance, si quiere, hasta la casilla El más todo de todo). Siguiendo con lo de los perdigones, resulta que un chaval de 17 años hirió con su escopeta a nueve mujeres. El muchacho confesó que se aburría.

Anabel Segura. De ella no sabemos nada. Suerte.

Muertos. Saliendo de julio por el día 28, y entrando en agosto por el 1, encontramos un cadáver pequeño, el de Juan José Ferrer, de 10 años de edad, al que mató presuntamente un amigo de 13. El niño asesino, apodado Nano, relató su crimen mientras pasaba unos días de acampada en Castilla-La Mancha. El caso es que dio tantos detalles del lugar donde había escondido el cadáver, que al final fueron los monitores y la policía a ver si era verdad y se les apareció el cuerpo corrompido de Juan José Ferrer, ya digo, de 10 años. Nano le golpeó con una piedra en la cabeza cuando el otro le dijo que no tenía madre, lo que era más o menos verdad, aunque se trataba de una carencia común a ambos. No sabe uno a quién compadecer más, si al niño muerto o al confeso y mártir. Esta muerte ha oscurecido con su ruido a todas las demás. Pero no ha conseguido atenuar el grito de las llagas.

Llagas. A la habitación de las llagas se entra por el martes, 27 de julio, a través de una fotografía en la que un hombre acaricia la cabeza de una mujer consumida en una cama que le viene grande. A esa mujer todo le viene grande ya, incluso la vida, que quizá lamenta no haber perdido tras permanecer un año en una residencia de ancianos, de la que salió milagrosamente a la superficie con el cuerpo lleno de llagas de las que los especialistas llaman escaras; o sea, gangrena pura y dura. Se llama Melchora, tiene 96 años, y cómo serían sus llagas y las fotografías de sus llagas que el periódico renunció a publicarlas. Siguiendo el pasillo marcado por las residencias de ancianos nos enteramos que desde abril de 1992 hasta mayo de este año fueron localizadas en la Comunidad de Madrid 60 residencias de ancianos clandestinas, o sea, sumergidas, como la economía esa que no se ve, de la que sale el dinero negro que luego se deja uno olvidado en los taxis. Sesenta. Parece que ninguna reunía condiciones, que es lo mismo que llamar decibelios a los ruidos. O sea, que no es que no reunieran condiciones, sino que en su mayor parte eran una mierda. Mierda para los jubilados, cuyas pensiones ya están amenazadas por otros eufemismos que el Gobierno ha puesto en marcha este verano. Hay en la región 600.000 personas con más de 65 años. Unas 4.000 están en Estas de espera para ingresar en alguna de las residencias públicas. Constituyen un material excelente para convertirse en carne de residencia clandestina, en carne de llaga, en pustulante metáfora de un mundo en cuyas arrugas anidan sarajevos minúsculos como la cabecita de Melchora. Vale. Aunque el caso es que el 16 de agosto fallece una mujer, esta vez llamada Mercedes, en otra residencia de ancianos de El Plantío (si quiere más muertos, salte al apartado anterior y también al de Dinero pequeño). Había encendido un cigarro y se olvidó de apagar la colilla, que produjo un incendio tan breve como lo que le quedaba de vida. La gente que no apaga la colilla de la vejez a tiempo está expuesta, como ven, a cualquier cosa, de ahí lo que predican de la eutanasia. Según el testimonio de los bomberos, había rejas cerradas con candados tanto en la ventana de la habitación como en la puerta de acceso a la terraza. Y es que los viejos cuando no se te mueren se te escapan. O sea, que son incordio y por eso, quizá, han decidido privatizarlos aunque la vejez no sea una empresa pública. Efectivamente, a finales de agosto saltó en este suplemento la noticia de que el Ayuntamiento ha decidido regalar suelo municipal a quienes lo empleen en construir residencias de ancianos, medida que en este caso apoya también la Comunidad. Lo que pasa es que a los viejos -a menos que sea en condiciones de clandestinidad- no los quiere ya ni el capital privado, pues hasta el momento sólo dos empresas se han presentado al concurso. Todo esto no es raro en el mundo que vivimos; lo raro es que con semejante panorama existan tantas trabas para la práctica privada de la eutanasia.

Aguas. Lo del agua sigue mal, aunque el ahorro doméstico ha sido espectacular, más del 20%. Resulta que los ciudadanos entienden las cosas cuando se les explican: un golpe para el despotismo ilustrado dominante.

Los chinos. Los chinos inmortales continúan apareciendo con inquietante regularidad en las páginas de este suplemento. Me los encontré el 19, el 23 y el 27 de julio, y el 21 de agosto, pero hice como que no los veía para añadir a su inmortalidad la calidad de invisibles. De todos modos, la noticia más curiosa es aquélla según la cual 600 chinos se corporeizaron de una sola vez ante la Dirección de Trabajo alentados por el rumor de que se iban a conceder permisos de trabajo a aquellas personas que primero llegaran, como si la vida fuera ya, definitivamente,

una prolongación de los concursos de la televisión pública.

Trompas. Resulta que el 12 de Octubre venía pidiendo a las mujeres que se querían ligar las trompas una autorización de su marido. Como suena. Sin embargo, a los hombres no les pedían nada cuando se querían esterilizar. O sea, que el centro hospitalario mantenía relaciones asimétricas con sus pacientes, lo que seguramente es anticonstitucional. Ya está arreglado; puede usted ligarse las trompas cuando quiera.

Delegado. Aunque me temo que no les interesa nada, debo decirles que en el tránsito de julio a agosto estrenábamos nuevo delegado del Gobierno. Ya sé que la mayoría de ustedes no sabe para qué sirve un delegado del Gobierno, yo tampoco, pero desde el punto de vista local es una noticia y hay que darla. Se llama Arsenio Lope Huerta; tiene barba, como la mayoría de los calvos, y usa gafas grandes. Dicen que es un socialista renovador y parece que tiene mano izquierda y buen talante. Mandó investigar enseguida una carga policial algo chapuza contra los vecinos de Villaverde, que no querían que les cerraran la Casa de Socorro: 11 heridos; al inspector responsable se le ha caído el pelo (véase el apartado Lluvia de estrellas). El Gobierno tampoco sabe para qué sirven los delegados del Gobierno, además de para abrir investigaciones; de hecho, Madrid ha tenido tres en los dos últimos años, lo que es un modo de decir que da igual que estén en un sitio que en otro. El último, Miguel Solans, ha durado ocho meses: no ha tenido tiempo ni para visitar La Celsa, que no la conocía, pese a haber sido responsable de una cosa antidroga. Ahora está de delegado del Gobierno en Barcelona y sale mucho en la tele con un traje claro. Bueno, pues a Miguel Solans le han dado una despedida para señalar que lo ha hecho muy bien, aunque los autores del homenaje, a los postres, sólo han podido decir que en su gestión ha empleado mucho el diálogo, que es lo mismo que decir de un pelotari que ha utilizado el brazo durante el partido: una tontería. Porque, además, que no sirva p ara nada no quiere decir que sea un bestia o un maleducado. Pues eso es lo único que se puede predicar del anterior delegado del Gobierno, que no es mucho, la verdad; es como cuando se dice de alguien que es un buen chico. Lo peor que pueden afirmar de ti es que eres un buen chico: quiere decir que no te han encontrado otra cosa.

El más todo de todo. El día más todo de todo fue el miércoles 28 de julio. No ha hecho tanto calor como en esa jornada en todo el siglo. Ese día nos enteramos de lo de el Nano y Juan José, además de que la sangre de San Pantaleón se había licuado, lo que es un signo de normalidad, porque lo raro, con ese calor, es que no hirviera. Y lo milagroso habría sido, que al dedo de cristal en el que se conserva el divino plasma le saliera un sabañón (para más milagros, regrese al apartado Aguas). También supimos que el 82% de las madrileñas mayores de 35 años no tienen estudios o son primarios, y que Julio Canteros, el echador de cartas de El Retiro, cumplió los primeros 12 días de huelga de hambre: ya saben, por lo del código deontológico. Mucho calor, ya digo; se te ponía la sangre como a San Pantaleón, que en gloria esté.

El más ruidoso. Todos los días del verano han sido los más ruidosos del verano. Parece que ésta es la ciudad más gritona del mundo después de Tokio, o algo así (lea el apartado Francotiradores). El periódico dedicó un día la sección de Cartas al director a los ruidos de Madrid y daba pena leer lo que decían los vecinos. También se puede decir polución acústica en lugar de ruido, pero eso no ayuda a conciliar el sueño (para más eufemismos, acuda al apartado Llagas).

La niña rumana. En este punto hago trasbordo y me voy al 5 de agosto, donde he encontrado una noticia que he tomado del periódico entre los dedos índice y pulgar, como si arrancara una flor de tallo muy fino: una niña rumana de seis años fue recogida por la policía municipal, la noche del martes 3 de agosto. Mónica estaba pidiendo limosna en Príncipe de Vergara. Sus padres, a los que se localizó poco después, tienen dos hijos más; llegaron a España como refugiados y viven en una furgoneta. Qué mundo.

Obras públicas. La operación asfalto, muy bien, gracias. A las casas por cuyas calles han pasado las betunadoras parece que les han puesto zapatos de charol. Lo que hace falta es que la piel que le acaban de poner a estas calles sea de buena calidad, porque la del faro de la Moncloa no tiene ni tres años y se cae a pedazos (véase el apartado Faro). Pasa lo mismo que con las viviendas del ruedo, junto a la M-30, que ya están llenas de úlceras (si le interesa el tema de la vivienda, deje esto y acuda al apartado Trogloditas). Decía el periódico el 29 de agosto que la Administración es muy poco exigente con sus obras, pero yo creo que no es eso; lo que pasa es que a la Administración lo que le gusta son los decorados, aunque sean horribles, y los decorados se caen enseguida.

Por cierto, que la M-50 se ha movido un poco y ya se puede circular por 10 de sus 116 kilómetros. Los 5 kilómetros inaugurados están comprendidos entre la carretera de Galapagar y la de Boadilla. Atascos, todos, a pesar del verano, por culpa de las obras. O de los decorados, ya veremos. Pero quienes más van a notar la fiebre asfáltica y urbanística del estío son los usuarios del antiguo embudo de la M-30 a su paso por Vallecas. Resulta que se han llevado el embudo y el nuevo puente se ha ampliado. Enhorabuena.

Trogloditas. Mientras las viviendas del ruedo se rajaban (véase el apartado Obras públicas) y las del Plan 18.000 se entregaban con cuentagotas (hay algo en la pócima de ese plan que no huele bien), el periódico descubría en Carabaña una colonia de trogloditas. O sea, que más de 100 vecinos de ese pueblo viven en cuevas. Al no tener ventanas, están asomados a sí mismos todo el rato, y han sacado algunas conclusiones: han deducido, por ejemplo, que si el último plan de realojo se inició en 1979, pero las primeras viviendas no se adjudicaron hasta 1991, es mucho mejor hacerse a la idea de morir en la cueva. Sus usuarios son, por lo general, jornaleros y pastores jubilados (vuelva al apartado Llagas) que en algunos casos afirman que no cambiarían la cueva ni por un chalé. Mejor solos que mal adosados. Es lo que van a acabar pensando los del Plan 18.000 como las cosas sigan a ese ritmo. Además, parece que en las cuevas -limpias como los chorros del oro- no hay ratas. Sin embargo, en Parla los vecinos de una urbanización se quejaron de que los roedores habían salido a la superficie por culpa de unas obras. ¿Incluirá el plan de convergencia con Europa alguna cláusula en relación al derecho a una vivienda digna? El caso es que 50 marroquíes que viven desde hace más de tres años en un establo de Majadahonda ha recibido una orden de desalojo y tienen que abandonar el establo enseguida. Cuando en la misma información se te mezclan las cuevas, las ratas, los establos y los inmigrantes, es porque la atmósfera general no es muy habitable.

Faro. El faro de la Moncloa no ha dejado de dar disgustos desde que nació. Costó más que una operación asfalto y todavía no sabemos para qué sirve (para ampliar información sobre cosas que no sirven, vuelva al apartado Delegado). La cosa es que sigue teniendo problemas dermatológicos, agudizados por el calor, y se le cae la piel a tiras. Hubo que cerrarlo al público y acordonar la zona porque de repente empezó a soltar unas costras de más de 80 kilos. Si ustedes recuerdan, el Faro pretendía ser el símbolo del Madrid del año 2000. O sea, que el siglo XXI viene con psoriasis. Que no lo abran, que los símbolos, por dentro., son muy asquerosos.

Masturbación. El 22 de agosto, después del concierto de Prince en Las Ventas, un sujeto de 24 años fue detenido por obligar a una joven a que le masturbara, aunque no era manco.

Metro. Más de 37 atracadores han sido detenidos a lo largo del verano en el Metro (para más atracos, véanse los apartados Dinero grande y Dinero pequeño).

Lluvia de estrellas. Ya son seis los hoteles que han perdido una estrella en lo que va de año. Por la crisis. A los restaurantes, sin embargo, se les caen los tenedores (para más caídas, acuda a los apartados Obras públicas y Faro). Sin embargo, al inspector que dirigió la carga policial contra los vecinos de Villaverde se le ha caído el pelo: lo han cesado (vuelva a la casilla titulada Delegado).

Ovejas. Siete ovejas murieron atropelladas en La Celsa por un camión.

Hipermercados. Me dan ganas de no mencionar este asunto porque es largo y pesado, pero, en fin, la cuestión es que en este recorrido por los papeles del verano he tropezado más de media docena de veces con él. El asunto es que la construcción de estos centros ha desatado una guerra urbanística entre municipios y Comunidad. Mientras la Comunidad pretende que estas catedrales de nuestra época se instalen en torno a los cruces estratégicos de carreteras, los ayuntamientos cambian licencias por beneficios económicos.

A pesar de la crisis, da la impresión de que la gente está loca por comprar lo que sea. Y eso que El Corte Inglés ha reducido sus beneficios en un 22% frente al ejercicio anterior. En fin, no podemos entender todo lo que pasa. Ni ganas.

Cines. Entretanto, el cine Infantas, que estaba cerrado por reformas, ha salido del reformatorio convertido en un supermercado de la cadena Día (véase el apartado anterior). Los del PP dicen que todo es legal porque el cine no estaba considerado como tal. ¿Cómo estaríamos considerados los que íbamos a ese cine que no era un cine? Misterios de Madrid. Pero no todo es malo para esta actividad, pues hemos sabido que a finales de octubre nacerá la gran vía del cine en versión original, con 17 salas, en Princesa, 3.

Las vacas. Pues nada, que se escaparon unas vacas de unos establos de Mercamadrid y llegaron hasta la M-40 atropellando a siete transeúntes. Resulta que mientras la ciudad avanza hacia Vallecas suprimiendo embudos y reorganizando el tráfico, Vallecas avanza hacia la ciudad con sus ganaderías. La frontera entre el espacio rural y el urbano da más cornadas que el hambre.

Final. Agosto terminó. Visto desde septiembre, el verano madrileño parece un caserón con muebles y espacios que resultan familiares y ajenos a la vez. Cuando el teléfono suene por primera vez y pregunten por nosotros, estaremos al fin seguros de haber vuelto a casa. Bienvenidos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_