Educación para 'el pueblo'
Verá, con la colección Thyssen sucede lo que con la comida de mis gatos. De vez en cuando, alguien, no por cierto demasiado preocupado por el Tercer Mundo, descubre indignado que les alimento con latas de comida, en vez de nutrirles con desperdicios. Y este despilfarro tiene la milagrosa virtud de despertar bruscamente su conciencia: "¡Con el hambre que pasan los niños en África!". Miro entonces a mis pobres gatos y comprendo de pronto que son esas 89 pesetas gastadas en su latita las verdaderas culpables del hambre en el mundo.Bueno, pues eso mismo ocurre con la colección Thyssen, como demuestra la carta publicada hace unos días. Resulta que su compra por el Estado es la culpable de que se derrumben iglesias, de la falta de hospitales y jardines, y aunque esto se ha olvidado, también de los millones de parados y de la sequía. Sí, sin duda, es un lujo innecesario en un país que -sin salimos del ámbito cultural- no puede prescindir de no sé cuántos (¿10? ¿15?) canales de televisión -entre estatales, autonómicos y privados-, para que, gracias al bendito zapping, podamos comprobar lo parecidos que son los culebrones, teleseries de risas enlatadas y violentos dibujos animados que se emiten en todos ellos a la misma hora.
También es de interés nacional el dinero de los concursos, y las fiestas populares donde se matan vaquillas a golpes de excavadora. Para la educación del pueblo es primordial la partida del presupuesto familiar dedicada a las revistas del corazón. He aquí la única utilidad de la compra de la colección para el país: llenar instructivas páginas con cotilleos.
Otro gasto irrenunciable en el ámbito cultural es el deporte. No me refiero, claro está, a la educación física de la juventud, una frivolidad superflua, sino ante todo a las jornadas dominicales ligueras. ¿Alguien se ha molestado en calcular lo que cuesta un domingo futbolístico al país?
Hace años, ser progre obligaba a ser medianamente culto. Hoy resulta que el pueblo no debe ir a los museos, porque son una muestra de mal gusto de nuevos ricos. El curso pasado, como profesor de Historia del Arte, acompañé en cinco visitas a la colección Thyssen a 125 alumnos de Turismo. Eran visitas fuera del horario de clase y totalmente voluntarias. Para la mayoría, era la primera vez que veían un cuadro expresionista; para muchos, no será la última. Por cierto, ¿quién es el pueblo?-
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