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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Guerra toxica

LA IDEA aberrante de que debemos conocer qué gases tóxicos puede fabricar el enemigo y de qué sistemas y artilugios debemos servirnos para defendernos de esa hipotética amenaza es loable, aunque no estrictamente seria; en ningún caso puede justificar la existencia de enormes instalaciones (715 hectáreas) en las proximidades de Madrid. Las dimensiones de la propia fábrica exceden evidentemente las de un laboratorio. Una antigua Fábrica de Productos Químicós del Jarama, que data de Primo de Rivera (1923), imitaba los gases que tuvieron grandes éxitos de horror en la I Guerra Mundial; pasó por Navarra, y fue rehecha en La Marañosa (San Martín de la Vega) por técnicos nazis, y alimentada después con lo experimentado en la guerra mundial. Está funcionando: y es algo que hoy está fuera de la ley moral en el mundo, que ha condenado ampliamente ese tipo de guerra; puede no estar fuera de la ley internacional hasta que quede totalmente ratificada en 1995, pero ya es intrínsecamen te extemporánea por la adhesión de España a los tratados que prohíben el "desarrollo, producción, alma cenamiento y empleo" de las armas químicas y que ordenan su destrucción.

El Ministerio de Defensa elaboró en su día un documento en el que calificaba las instalaciones de La Marañosa como "fábrica de armas quírnicas" -prohibida por el tratado- Posteriormente sustituyó esta calificación por la de laboratorio de agresivos químicos" -que el tratado sí autoriza-. Este baile de términos no parece la mejor prueba de que efectivamente las enormes instalaciones de La Marañosa tienen una actividad exclusivamente investigadora. En todo caso, cabe pedir al Gobierno una total transparencia informativa, tanto de lo que se hace hoy en esa planta como de lo que se hizo en ella. Antes de que en virtud del propio tratado una comisión internacional venga a comprobarlo.

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