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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Balladur desgrava

EL PRIMER ministro francés, Edouard Balladur, ha vuelto del verano con nuevas ideas. La situación económica francesa -con un decrecimiento económico del 0,7% en el primer trimestre y un aumento del paro, que afecta ya a tres millones de personas- requiere soluciones urgentes y el primer ministro se ha aprestado en su rentrée a anunciar un nuevo plan que se concreta en una rebaja del impuesto sobre la renta que favorecerá de manera especial a la clase media.A primera vista la medida, orientada a fomentar el consumo y sin duda muy popular, choca con la prioridad otorgada por el propio Balladur al objetivo de reducción del déficit: el Estado va a dejar de ingresar por impuestos directos casi 400.000 millones de pesetas (17.000 millones de francos). Si se añaden otros planes por los que el Estado acepta parte de la carga social que ahora soportan las empresas, subvenciona la contratación y congela las cotizaciones sociales en cinco años, se puede pensar que no salen las cuentas.

Pero la reducción de la imposición directa ha venido precedida de un aumento de la indirecta con subidas de precios de los combustibles, tabacos y alcohol, por ejemplo. La contribución general, un impuesto que pagan todos los franceses, ha pasado del 1,1 % al 2,4%; las medicinas han subido un 5%, y se han endurecido las condiciones para acceder a prestaciones como el desempleo... En definitiva, si los contribuyentes, especialmente las clases medias, van a pagar 17.000 millones de francos menos en renta, el conjunto de la población pagará en otros impuestos 67.600 millones más. Ello ya ha levantado las quejas de los socialistas y la izquierda en general, que consideran el nuevo sistema más injusto.

La reducción del déficit que preconiza Balladur cuenta también con un ambiciosísimo plan de privatizaciones que permitiría ingresar al Estado unos 2,5 billones de pesetas en una emisión especial de deuda (préstamo Balladur) a cargo de la futura, y aún por ultimar, venta de empresas públicas. Y se basa en la congelación del gasto en el próximo presupuesto, que aumentará sólo un 1,1 %, lo que ciertamente ayudará poco a la reactivación.

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El problema es que la maraña de planes y objetivos que Balladur ha anunciado desde su llegada al Gobierno no permite hacerse una idea clara de su proyecto. Afirma ahora que su política económica no ha cambiado, pero hay quien piensa que más bien no ha empezado. Primero articuló los planes en función del empleo como objetivo prioritario, asumiendo planteamientos similares a los de los socialistas. Después su bandera fue la defensa del franco fuerte, que quedó arrasada al intentar compaginarla con la rebaja de los tipos de interés para reactivar la economía. Luego vino el plan quinquenal de empleo, sólo esbozado pero que ya ha despertado las suspicacias de los sindicatos y la oposición, mientras los más conservadores piensan que se queda corto en la desregulación del mercado de trabajo. Nada nuevo bajo el sol, ciertamente. Balladur, como otros responsables políticos europeos, ensaya diferentes vías de reactivación que no comprometan los demás objetivos. Algo más sencillo de plantear que de conseguir.

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