El cine Infantas, "cerrado por reformas", se convierte en un supermercado
El juego de Hollywood, en versión original, abandonó la pantalla del cine Infantas en abril. A partir de entonces, el cartel de "cerrado por reformas" sustituyó a los que reclamaban la atención del paseante con las caras de las estrellas. Pero las obras no pretendían subsanar las deficiencias de seguridad de la vieja sala, sino cambiar el patio de butacas por un autoservicio. Un decreto municipal de 1988 prohíbe que los equipamientos culturales y de ocio cambien de actividad, pero el Ayuntamiento del PP sostiene que el cambiazo es legal porque el viejo cine no estaba considerado como tal.
Además de la crisis general de los cines, en el cierre del Infantas -en la calle del mismo nombre- pesaron también las exigencias municipales de seguridad. El viejo local -una sala de arte y ensayo en los años sesenta y más recientemente uno de los pocos que alternaban versiones originales y reposición de clásicos- no tenía salida de emergencia y abrirla suponía una inversión que ni los propietarios de la sala ni la empresa que explotaba el cine -Cinematográfica Iberica, SA- estaban dispuestos a realizar.Una fuente de esta compañía explica que pagaba un alquiler mensual a los propietarios del local, aunque declina dar el nombre de estos últimos. Tampoco la cadena de supermercados de descuento Día ha querido ofrecer más datos sobre su nuevo establecimiento.
Cartel sobre cornisa
El caso es que el logotipo de la cadena tapa ya parte de la vieja cornisa que decora la fachada. Y ello a pesar de que un decreto del ex gerente de Urbanismo Antonio Cano recortaba de modo radical la modificación del uso de los cines. Los locales considerados equipamiento cultural y de ocio no pueden, según esa normativa, destinarse a otra actividad, a no ser que se mantengan una o más salas con un aforo mínimo de 200 localidades.Pero, según el concejal de Urbanismo y alcalde en funciones, Ignacio Echeverría, el Infantas se sustrae a esta clasificación. "Hay una solicitud de licencia del 30 de junio para dedicar el inmueble a comercio minorista", explica el edil. "El informe del técnico es favorable porque el edificio no está catalogado como zona de ocio", añade.
El viceconsejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, Ramón Caravaca, opina que no es cierto que el cine esté en crisis. "De hecho, cuando está bien montado puede ser un buen negocio", asegura. Pero los empresarios se topan con bastantes problemas para adaptar sus salas a los nuevos tiempos. El cine Infantas ha cambiado radicalmente de actividad sin reticencias, mientras el Narváez y el Capitol sufren desde hace meses trabas burocráticas para reconvertirse en multicines porque ocupan edificios protegidos. El primero pretende abrir tres salas de proyección, con capacidad para 740 personas, pero se topa con el laberinto administrativo (véase EL PAÍS del 16 de agosto). Una salida de emergencia tiene que pasar por el recibidor, a lo que se niegan la Comunidad y el Ayuntamiento.
El problema del cine Capitol -con un aforo de 1.848 localidades- es que está en trance de ser declarado edificio histórico-artístico. Fue construido en los años treinta y constituye el máximo exponente del art déco madrileño. Por ello, la comisión de Patrimonio Histórico de la Comunidad denegó la autorización para convertir una sala inmensa en tres más modestas. Después de una sentencia favorable a las intenciones de los propietarios y los recursos correspondientes, el Ayuntamiento decidió en el pleno de marzo denegar la autorización.
El Tívoli pierde los papeles
Una gruesa capa de carteles viejos repegados sustituye la puerta del cine Tívoli. Cerró hace varios años, pero ahora quiere despojarse del muro de papelotes y volver a ser la caja oscura de besos y aventuras. Al igual que en otros locales, dividirán el espacio disponible -en este caso en dos salas, una encima de otra- para sacar más rendimiento.Como el trágico cine Bilbao (el desplome de su marquesina mató a seis personas en enero), el Tívoli -en la calle de Alcalá, 82- cubre a los que hacen la cola de la taquilla con una visera metálica. Pero aquí un árbol que casi se confunde con una farola traspasa de parte aparte la del Tívoli. Al parecer, el tronco llegó antes que la marquesina y campó por sus respetos.
El círculo de la vida también alcanza a las salas. Unas nacen, otras reviven, algunas mueren. Como el Infantas9 la sala Alexandra -en San Bernardo, 29- consta aún en algunas guías de ocio como "cerrado por reformas", cuando lo cierto es que sus propietarios -dueños también del hotel vecino- han decidido utilizar una parte del cine para ampliar las instalaciones hosteleras. Una baja más en las salas de reposición: "Creo que no volverán a abrirlo nunca", asegura un empleado del hotel.
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