_
_
_
_
_
Entrevista:Conversaciones en el Hollywood dorado

La diosa del amor

En los años sesenta el cine experimentó profundas convulsiones y una joven starlet de Hollywood supo sacar provecho de las principales: las que se referían al erotismo en los medios de comunicación. Desde un principio quedó claro que Ursula Andress no era la actriz más adecuada para La canción de Bernardette, pero en última instancia ¿a quién le hubiera interesado, en los años sesenta, filmar semejante historia?Ursula llegó para dejar literalmente mudos a millones de espectadores surgiendo de las, aguas, como Afrodita, con un biquini blanco todavía más excitante que el desnudo integral. Ocurrió en la primera aventura de James Bond, aquella que le ponía en lucha contra las perversas tramas de un tal Doctor No.Hollywood no había visto nada semejante al esplendor de Úrsula y, en los años que siguieron, los productores decidieron ver todavía más. Para mayor gloria, su carrera tuvo que desarrollarse en Europa, donde los años sesenta estaban haciendo estragos. Los biquinis de Úrsula fueron tan famosos como su lencería, generosamente exhibida en películas como Whats new, Pussycat; La décima víctima, o Las tribulaciones de un chino en China. Por sus audacias en estas aventuras, se convirtió en una de las imágenes más emblemáticas de los años sesenta. Fue pregonera de un erotismo natural, desinhibido, que corría parejo con su vida privada, ejemplo de liberalización de las costumbres.

La belleza de Úrsula tuvo su consagración cuando encarnó a la propia Afrodita en Lucha de titanes. El apuesto Perseo de la película le hizo un hijo a quien ella cuida como oro en paño. También estuvo memorable cuando fue la mítica Ayesha en La diosa del fuego, título con que los exhibidores españoles bautizaron a la maravillosa novela de Halgard She.

Ursula. "Ella, la que debe ser obedecida". Era un papel maravilloso.

Terenci. "Ella", es decir, Ayesha, sobrevivía gracias a la llama sagrada, vencía el paso de los siglos volviéndose cada vez más hermosa. Éste es, al 'parecer, su caso y la faceta que más ha explotado de su imagen fílmica.

U. Yo sigo adelante con la edad y tengo que aceptar que el hecho de envejecer forma parte de la vida. Lo que no me gusta son los efectos físicos que conlleva el envejecimiento. Me gusta la posibilidad de ir acumulando experiencias, pero el efecto físico de la vejez no me entusiasma... ¡Para decirlo de una manera suave! (Ríe). Tampoco me apasiona el cine. En realidad, he preferido vivir intensamente y hacer pocas películas. Creo que son unas veintitantas...

T. Ha sobrevivido a alguna de ellas, porque las hubo muy malas... De todos modos, le sería difícil imaginar que llegaría a hacer tantas cuando era una simple aprendiza en Hollywood...

U. Me resultó difícil porque no me gusta trabajar.

T. ¡Señora! ¿Qué está usted diciendo?

U. ¡No me gusta nada! Ponerme delante de una cámara me horroriza, pierdo los papeles, me olvido del diálogo, no sé quién soy ni qué hago... Es un auténtico dolor...

T. La recuerdo en otro papel que marca mucho: el de Afrodita. Los libros que entienden del caso la llaman "diosa del amor" y también "diosa del sexo". Algunas actrices se sentirían molestas ante semejantes epítetos...

U. Ninguna de las dos cosas me molesta, aunque me parece extraño que alguien pueda definirme como "diosa del sexo"., Pero en fin, no deja de ser un título y siempre resulta halagador que alguien te lo conceda. (Ríe). Por lo menos se han tomado la molestia de buscarlo.

T. Usted lo merece, señora. Al fin y al cabo, despertó la imaginación erótica de muchos espectadores allá por los años sesenta...

U. Es que fue la década de la permisividad. A las mujeres se nos permitió expresarnos en términos mucho más audaces, tanto en la pantalla como fuera de ella. Siempre pensé que el público lo estaba esperando.

T. ¡Rabiábamos por presenciarlo, señora! Pero al leer sus notas biográficas nos sorprendía tanta audacia, dados sus orígenes. Porque usted proviene de una pacífica familia de granjeros suizos, si no me equivoco...

U. No éramos exactamente granjeros. Mi abuelo se dedicaba a la floricultura. Teníamos un vivero. Pero sí es cierto que nada anunciaba mi carrera cinematográfica. Mi familia era protestante y el abuelo era casi un tirano. No, nos dejaba salir ni ir a bailar ni ir al cine. Nada de nada. A decir verdad, yo me escapé de casa.

T. ¿Y qué sucedió cuando su estricta familia la vio deslumbrando a James Bond con aquel biquini tan peculiar...?

U. Mi madre lo aprobó. Por supuesto, mi abuelo seoponía a que yo hiciera cine porque lo consideraba una ocupación denigrante. Todo ocurrió de un modo muy casual. Cuando me escapé de casa no tenía ni idea de lo que era el mundo del cine. Cuando llegué a Roma, todo el mundo era director o productor. Y todos me acechaban con preguntas del estilo "¿no ser estrella de cine?", "¿no quieres hacer un papel en mi película?, piensa que eres una chica muy guapa". Yo pensé que era palabrería típica de los italianos, hasta que apareció la Para mount y quiso ha cerme una prueba en Londres. Me asusté un poco, porque no conocía aquella ciudad ni hablaba una sola palabra de inglés. Empecé a desconfiar: "¿Qué van a hacer conmigo esos magnates del cine? Me meterán en un hotel y se aprovecharán de mí...". Yo estaba tan asustada que dije que prefería vivir con una familia. Y entonces me enviaron a casa de la madre de Audrey Hepburn. Sí, la baronesa Van Hauston. Me acomodaron en la que había sido la habitación de Audrey, me pusieron un profesor que me enseñó la escena que debía interpretar y, por fin, hice la prueba. Así se me llevaron a América.

T. ¿Cómo se sintió usted, ligada a un contrato por siete años?

U. Muy mal, porque ya le he dicho que no _me gustaba trabajar. Además, yo entraba en los estudios como starlet, tenía que someterme a todos los dictados, aceptar que configurasen mi imagen, estudiar en la escuela...

T. En 1955 se habló mucho de su romance con James Dean...

U. El fue mi mejor amigo. Le ocurría lo mismo que a mí: detestaba las convenciones, no podía soportar la idea de sentirse atado a la Warner por un contrato. Eramos dos rebeldes.

T. ¿Se imaginaba que él pudiera convertirse en un mito de tan gigantescas proporciones?

U. Nadie podía imaginarlo. Jimmy era un muchacho muy poco dado a la espectacularidad. Era muy tímido, muy introvertido, un ser humano maravilloso.

T. ¿Qué sintió usted ante su trágica muerte? -

U. Aquel día yo tenía que ir con él. Le había acompañado a comprar el coche. El motor era demasiado nuevo, no estaba lo suficientemente rodado. Normalmente un coche de carreras se prepara en un garaje y luego se lleva en trailer hasta el circuito. Pero el mecánico le había dicho: "No, Jimmy, conduce tú, porque la carrera es cerca de San Francisco y así el motor se rodará un poco más". Y justo cuando iba para allá se acercó a mi casa y me pidió que fuera con él. Y yo le dije: "Hoy pensaba quedarme descansando en casa". Y entonces se marchó con su mecánico.

T. ¿Sabe que otras actrices han presumido de vivir la misma situación? Al parecer medio Hollywood estuvo a punto de montar en aquel coche el día fatal...

U. No sé qué pensar de las demás. Sólo sé que yo no miento.

T. También fue muy importante en su vida John Derek. En realidad, es el hombre que la cambió físicamente.

U. John ama la belleza sobre todas las cosas. Tiene ideas muy concretas sobre el aspecto que deben tener los demás... ¡Y las aplica!

T. En realidad, se ha dedicado a, cambiar a todas sus esposas...

U. Ellas han sido más obedientes que yo. Linda [Evans] le obedecía en todo. Bo [Derek] también le obedece; yo, en cambio, era muy rebelde. Esto no excluye que le considere un hombre de inteligencia superior. Es mi mejor amigo y seguirá siéndolo mientras viva.

T. Por lo que veo, sigue usted teniendo amistad con todos sus maridos y amores.

U. Sólo he tenido un marido, John Derek. Amores sí ha habido varios. Creo que si has amado a alguien y de repente hay diferencias y hay que romper, no por ello debe desaparecer el afecto.

T. Con amor o sin él, trabajó usted con otro de los mitos del siglo XX, Elvis Presley, en El ídolo de Acapulco.

U. Elvis fue una sorpresa increíble. Yo no quería trabajar con él porque consideraba que sus películas estaban dirigidas a un público muy inmaduro. Tenía mi contrato con la Paramount y en siete años sólo hice una película. Así que me llamó el productor Hall Wallis y me dijo: "Úrsula, nos debes algo. Te hemos pagado un buen dinero cuando estabas bajo contrato, y te portaste muy mal. Te pagamos muchos estudios que luego no aprovechaste, así que tienes que hacemos una película con Elvis". Y yo dije: "¡Jamás haré una película con ese rockero que sólo sabe mover las caderas!".,Y Hall Wallis dijo: "Bueno, Ursula, deberías estar un poco agradecida por todo lo que hemos hecho por ti. Nosotros te trajimos a Hollywood y gracias a nosotros has tenido oportunidades". Así que al final lo consulté con John y acepté hacer la película. Y resultó un rodaje fantástico, porque Elvis era absolutamente maravilloso como ser humano, educadísimo, muy considerado, dispuesto a prestar ayuda en todo momento. La verdad es que se quedó con mi corazón.

T. Durante los años sesenta, sus constantes apariciones en la prensa la presentaban constantemente empeñada en la búsqueda del amor... Recordando sus amores con Belmondo y todas esas historias, pienso que era usted una mujer muy liberada...

U. Yo busco al hombre de mi vida o de un momento concreto de mi vida, y, cuando llega, organizo el amor. Luego me pongo a trabajar en su construcción. Porque el amor da mucho trabajo, ¿sabe? El amor no es algo que nace simplemente como una mariposa nace del gusano. Se necesita mucho tiempo para el amor y yo soy capaz de decicarle todo el que tengo. Pero en estos momentos sólo hay un hombre importante en mi vida: mi hijo Dmitri. Es un chico precioso, guapísimo. Es mítico. Es mágico...

T. Ha sido usted una ciudadana del mundo. Ha vivido en tantos lugares y en tantas casas diferentes... Esa experiencia de trashumante, ¿en qué medida la ha marcado?

U. De una manera total. El mundo es hermoso. El mundo es increíble. Las diferentes culturas, la variedad de tantos países, la comunicación con las personas... Lo cierto es que he tenido una suerte enorme por la posibilidad de ver tanto. Creo que esto vale más que todo el cine que pude hacer en Hollywood.

MAÑANA ÚLTIMO CAPÍTULO Sara Montiel y Antonio, Hollywood para españoles.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_