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¿Qué tipo de intervención en Bosnia?

"¿Es usted partidario de que se lleve a cabo una intervención militar en Bosnia?". Ésta es una cuestión que se plantea con frecuencia en cuanto se discute sobre el conflicto de la antigua Yugoslavia en su fase actual. Pero esta pregunta encierra un engaño, porque ya está ocurriendo allí una intervención militar. ¿Qué hacen, si no, desplegados sobre territorio bosnio y croata nuestros soldados? La respuesta es sencilla: están tomando parte, mediante el efecto disuasor de sus armas de combate, en la ejecución de una resolución de Naciones Unidas que autoriza el uso de la fuerza -naturalmente, militar- para facilitar el envío de la ayuda humanitaria a la población. La intervención está, pues, en marcha.No se trata, por tanto, de si ha de llevarse a efecto o no una intervención en Bosnia, sino de cuál ha de ser su intensidad, sus modalidades de aplicación y los efectos inmediatos a lograr. Para establecer todo esto es necesario definir previamente el objetivo político de la acción militar, sin olvidar que si en lugar del análisis claro.de los factores de la decisión política se actúa a impulsos de lo que pide la frustrada opinión pública, el resultado final puede ser peor que la situación inicial, sin que la fuerza de las armas haya resuelto el conflicto original.

Es evidente que el deseable objetivo político a conseguir en Bosnia -al igual que en las demás repúblicas de la antigua Yugoslavia- es el de una participación de los territorios, satisfactoria y estable, recíprocamente aceptada por los pueblos que componían la república federal. Además de este objetivo principal, cabe establecer otros secundarios, como el impedir los actos de brutalidad contra la población civil, castigar adecuadamente a los dirigentes agresivos y, por último, y no menos importante que todo lo anterior, sentar las bases para una especie de segundo plan Marshall, probablemente ahora más europeo que americano, que ayude a la reconstrucción de todo lo devastado por la guerra y ponga en marcha un sistema de cooperación económica que, al igual que ocurrió en la Europa de la posguerra, ayude a curar las heridas producidas por la contienda, a olvidar los seculares enfrentamientos nacionales y a superar las rivalidades políticas y militares.

Si éstos son los objetivos teóricamente deseables, al servicio de los cuales ha de estar cualquier intervención militar, no está de más analizar cuáles son los reales, los que estos días promueven las decisiones políticas adoptadas en relación con Bosnia. No es muestra de escepticismo señalar que el principal objetivo viene siendo atender a la irritada opinión pública de casi todos los países desarrollados, horrorizada por lo que los medios de difusión visual nos describen sobre este conflicto (esto es una realidad objetiva, con independencia de que sigan muriendo desconocidos seres humanos en Liberia o Sornalia, de que se complete el genocidio en Timor Oriental o en el vecino Marruecos se torture a los díscolos saharauis. La verdadera realidad parece ser la que transmite la pantalla de la televisión). Existe además toda una constelación de objetivos aparentemente secundarios, sobre los que los Gobiernos no alcanzan a-ponerse plenamente de acuerdo, como el deseo de castigar a los serbios, mostrar -el poder militar a escala internacional, esbozar el futuro de la defensa de Europa -en función del protagonismo que en este conflicto alcancen la OTAN, la UEO o la CSCE-, definir el papel de Estados Unidos en el nuevo orden mundial, e incluso atender a las necesidadesa corto plazo de la política interior de cada país y a la opinión de los votantes.

Frente a este entramado de objetivos, confusos y a veces en contradicción, los escalones de la intervención militar pueden delimitarse con cierta nitidez.En orden de menor a mayor grado de implicación bélica, son los siguientes:

1. Ayuda humanitaria. Es la situación inicial, que está en vías de ser rebasada. Las fuerzas de protección de los convoyes actúan con unas normas operativas que intentan conciliar dos difíciles extremos: que la ayuda humanitaria llegue a los pueblos que la necesitan y que en ningún momento se vulnere el principio de neutralidad y no agresividad de los cascos azules. Las tropas españolas vienen jugando un importante papel en este primer escalón de la intervención.

2. Bloqueo intensificado. Está apoyado también en una resolución de Naciones Unidas. La necesidad de ahogar el conflicto obliga a cerrar, del modo más hermético posible, las fronteras del teatro de operaciones y las de quienes desde fuera lo alimentan: Serbia y Montenegro, al escribirse estas líneas. Croacia probablemente después. Han empezado a intervenir unidades navales españolas de la Guardia Civil del Mar. La actividad militar puede ser más ofensiva que en el anterior nivel, al tener que impedir por la fuerza la violación del bloqueo. Habrá de intensificarse la vigilancia terrestre, fluvial y aérea. Puede ser necesario destruir algún puente, cortar carreteras y convertir en algo más serio el suave bloqueo naval que durante tantos meses ha convertido el Adriático en un mar surcado por flotas de la OTAN y la UEO.

3. Protección de zonas prohibidas. La designación de santuarios por la ONU sería papel mojado si no se dedicasen unidades militares a hacer eficaz su protección. Las acciones que en el norte de Irak se desarrollaron para proteger al pueblo kurdo tras la derrota en la guerra del Golfo fueron un precedente claro. Son operaciones que pueden significar una mayor implicación militar de tropas terrestres y aéreas, más costosas que las anteriores de apoyo a la ayuda humanitaria, pero no incompatibles con ésta y de efectos políticamente positivos, tanto para las partes implicadas en la guerra como para la opinión pública internacional, que vería en ellas la Voluntad decidida de poner fin al horror de la guerra.

4. Castigo selectivo. Estas operaciones significarían un salto cualitativo con respecto a las anteriores, sobre todo porque pondrían en peligro la continuidad de las operaciones de ayuda humanitaria, que difícilmente podrían proseguir si cualquiera de los bandos dejase de percibir a la ONU como una organización imparcial. Todo castigo suele ir seguido de represalias, y serían blanco fácil de éstas las tropas de Unprofor. Se trataría de efectuar ataques aéreos -desde portaaviones o bases situadas en Italia, Alemania. o Turquía- contra objetivos limitados, tales como artillería de asedio, depósitos logísticos, puentes, carreteras o itinerarios de alimentación de la guerra. Los efectos podrían ser dudosos, y las inevitables bajas causadas en la población civil, aun reducidas, contribuirían a agravar aún más la situación. Las fuerzas atacantes, por el contrario, no correrían apenas riesgos, dada la enorme superioridad de los medios de combate de las grandes potencias.

5. Interposición forzada. Para detener los combates, se trataría de ahogarlos mediante una potente intervención militar aliada. Es una opción dificil, muy peligrosa, y costosa, que requeriría un elevado número de fuerzas. Podría tener efectos contraproducentes, avivando la voluntad de resistencia de los pueblos atacados y acrecentando los ya sólidos fanatismos que se extienden por la zona. Aunque la sola amenaza de esta operación podría tener efecto disuasorio y alcanzar resultados positivos sin necesidad de llevarla a efecto, si no fuese así su final podría ser imprevisible y grande el peligro de vietnamización del conflicto. El acuerdo en el Consejo de Seguridad no parece fácil de conseguir. Es la intervención por antonomasia, a la que se refieren quienes, sobre todo desde el otro lado del Atlántico, creen posible aplicar las técnicas del sheriff a un complejo y enrevesado problema.

6. Ataque al 'culpable' . Una segunda edición de la guerra del Golfo. Pero en este conflicto no existe un único culpable clara mente identificable, con cuya derrota concluyera la guerra. Es poco probable que el Consejo de Seguridad de la ONU pudiera ponerse de acuerdo -como lo hizo al señalar a Sadam Husein como el enemigo a batir-, teniendo en cuenta la posición rusa respecto a esta guerra. Las consecuencias po drían ser graves e imprevisibles, alto el coste político de la ope ración y el resultado alcanzado podría no satisfacer ninguno de los fines políticos antes enun ciados. ¿Qué hacer? Establecidos así los posibles escalones de la intervención militar, parece evidente que si se trata de alcanzar el objetivo político deseable, antes definido, no debería nunca superarse el tercer escalón. Todas las acciones realizadas en el marco de los tres primeros peldaños pueden ser vistas, por los pueblos que sufren directamente los efectos de esta guerra como esfuerzos de pacificación imparcial. Y todas ellas, a su vez, pueden mantener vivo el germen de un futuro acuerdo que resuelva satisfactoriamente este difícil conflicto. No ocurriría así con los niveles más intensos de aplicación de la fuerza.

En cualquier caso, la acción militar ha de estar al servicio de una finalidad política claramente definida. Así como la guerra del Golfo sólo resolvió el problema inmediato de liberar a Kuwait, dejando pendientes casi todas las causas que la desencadenaron, un empleo de la fuerza militar occidental en Bosnia propiciado por intereses ajenos al objetivo político deseable, en el mejor de los casos sólo lograría un apaciguamiento temporal y forzado de la situación, dejando para el futuro los problemas que las armas no llegaron a resolver. En el peor, podría significar una guerra prolongada.

Alberto Piris es general de artillería.

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