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Yeltsin vuelve con urgencia a Moscú para hacer frente a la amenazante crisis rusa

El presidente ruso, Borís Yeltsin, regresó ayer precipitadamente a Moscú para hacer frente a la delicada situación política creada en el país por una serie de resoluciones antirreformistas del Parlamento y por el ataque contra dos de sus más cercanos colaboradores responsables de las reformas, acusados de cometer delitos económicos. En la calle, mientras, las pocas tiendas abiertas ayer estaban repletas de gente que buscaba a la desesperada deshacerse de los billetes anteriores a 1993, que dejan de circular hoy como consecuencia de una inesperada reforma monetaria.

La semana pasada, en vísperas de terminar el sexto periodo de sesiones del Parlamento, los diputados atacaron frontalmente el programa de privatización del Gobierno al congelar el decreto de Yeltsin que impulsaba el proceso de privatización de las empresas. Además, los diputados dieron luz verde para que la fiscalía incoe un proceso por malversación de fondos contra el primer viceprimer ministro Vladímir Shumeiko. Otro cercano colaborador de Yeltsin, Mijaíl Poltararin, jefe del Centro Federal de Información, una especie de Ministerio de Propaganda, también es investigado por la fiscalía, acusado de malvender la sede cultural de la antigua URSS en Berlín Oriental.El movimiento liberal Rusia Democrática calificó la situación creada de pregolpe de Estado y envió un telegrama a Nóvgorod, cerca de San Petersburgo, donde el presidente pasaba sus vacaciones, en el que le pedía que regresara urgentemente a Moscú. El líder ruso reaccionó con rapidez al llamamiento de los dirigentes demócratas, y volvió ayer a la capital, dando a entender con ello que también está seriamente preocupado por la situación creada. El presidente no hizo comentarios al llegar a Moscú y dirigirse raudo hacia el Kremlin.

Es posible que Yeltsin vete alguna de las decisiones del Parlamento, opinan los expertos en Moscú. Entre las últimas medidas aprobadas, y calificadas de antirreformistas por los liberales, se encuentran la de imponer nuevas restricciones a los bancos extranjeros, la aprobación del presupuesto con un déficit el doble mayor del planeado y el traspaso al Gobierno del derecho a disponer de los bienes federales, con lo que prácticamente se elimina el Comité de Bienes Estatales, principal promotor del programa de privatización.

Mientras, en Moscú y en otras ciudades de Rusia, ayer continuó el asalto a las tiendas: la población, temerosa de perder sus ahorros debido a la anulación, a partir de hoy, de los billetes emitidos antes del 1 de enero de 1993, hacía cola para comprar todo lo que pudiera.

La medida del Banco Central ruso prevé que cada persona podrá cambiar sólo 35.000 rublos (algo menos de 3.500 pesetas) y el resto del dinero que uno tenga será depositado en una cuenta a plazo por seis meses. Esto significa que, dada la inflación desbocada existente en Rusia, el dinero depositado se esfumará.

La mayoría de las repúblicas de la ex Unión Soviética donde se usa el rublo reaccionaron con ira y consternación a la reforma monetaria planeada en Moscú.

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