'Nacionalbolchevismo'
EN FRANCIA, el tacto de codos o la colaboración explícita entre intelectuales comunistas y doctrinarios ultraderechistas, bajo el amparo de viejos izquierdistas como Jean-Edem Hallier (admirador simultáneo de Fidel Castro, Sadam Husein y Jean-Marie Le Pen), ha despertado los viejos fantasmas del periodo de entreguerras, cuando la pinza de comunistas y fascistas sobre los partidos democráticos -antes de que el gran viraje de 1934 de la III Internacional promoviese los frentes populares antifascistas- facilitó el triunfo del nazismo y el ascenso de los regímenes dictatoriales en otros países de Europa.Por supuesto, las obsesiones compartidas y los enemigos comunes del llamado nacionalbolchevismo a la francesa tienen, en estas postrimerías del siglo XX, acentos particulares y modalidades específicas. Jean-Paul Cruse, militante del Partido Comunista Francés y redactor de Libération, propone nada menos que "una política autoritaria capaz de enderezar Francia" conducida por "una alianza de los comunistas y de la derecha católica nacional y militar"; otro militante comunista, Marc Cohen, propone "la agrupación de todos los defensores históricos de la soberanía nacional". A la solidaridad con Cuba e Irak frente a las agresiones estadounidenses se une la hostilidad generalizada contra la CE y contra el proyecto de Unión Europea dibujado por el Tratado de Maastricht; los blancos predilectos de esa incoada alianza de la ultraderecha y la ultraizquierda son "la balcanización del mundo bajo las órdenes de Wall Street, el sionismo internacional, la Bolsa de Francfort y los enanos de Tokio...".
Algunos elementos ideológicos y doctrinales permiten vincular -por encima del tiempo transcurrido- esta alianza impía de ultraderecha y ultraizquierda de los años noventa con la turbulenta década de los treinta, también sometida a los embates de una crisis económica mundial. La animadversión al sistema capitalista y el rechazo del mercado, la defensa de las tradiciones nacionales y el antisionismo reproducen voces del pasado que parecían olvidadas. El ultraderechista Alain de Benoist niega la vigencia de la oposición entre izquierda y derecha: "Sólo hay centro y, periferia", y todos los periféricos, caracterizados por no aceptar "la ideología dominante", están llamados a participar en ese debate del nacionalbolchevismo. Como en los años treinta, el liberalismo y la socialdemocracia son equiparados como meras variantes de la decadencia; las denuncias lanzadas desde la extrema izquierda contra los socialistas recuerdan ominosamente la concepción estalinista del socialfascismo que abrió a Hitler las puertas del poder.
Quizá esta locura francesa del nacionalbolchevismo pueda servir para reflexionar sobre la dirección y los riesgos de algunas exasperadas críticas de las instituciones democráticas que también se escuchan desde hace años a este lado de los Pirineos. Teóricos de la extrema derecha y doctrinarios de la izquierda unen en ocasiones sus fuerzas para impugnar el sistema constitucional en su conjunto y para cerrar cualquier esperanza hacia el futuro que no pase por una conmoción cataclísmica de naturaleza imprecisa y de objetivos aún más confusos. De ahí que el debate ideológico que se ha abierto en Francia sobre esa alianza entre la ultraderecha nacionalista y los paleocomunistas sea para los españoles algo más que pura curiosidad académica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.