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El vertigo del PNV

Los nacionalistas vascos asumen que el camino

hacia Europa pasa por España JOSÉ LUIS BARBERÍA,

Aunque la pregunta %debernos involucrarnos en el Gobierno de España?" provoca cierto vértigo entre las bases nacionalistas y no tendrá respuesta hasta dentro de algunas semanas, las distintas tendencias no organizadas del PNV y sus órganos dirigentes coinciden mayoritariamente estos días en corresponsabilizarse de la gobernabilidad del Estado. Algo verdaderamente inédito en un partido cuyo discurso doctrinario se ha caracterizado históricamente por el desapego y la aversión a las instituciones centrales.

Más allá de la decisión que finalmente se adopte -pacto de legislatura o Gobierno de coalición-, los planteamientos mostrados durante estas semanas por los dirigentes del PNV dibujan un punto de inflexión histórica en la trayectoria de este partido centenario. "La operación trasciende políticamente los beneficios que podamos obtener en esta coyuntura favorable", asegura un dirigente nacionalista; "lo que se discute ahora en las altas esferas del partido no es qué ministerio o qué ventajas obtendremos, que todo llegará, sino, principalmente, qué consecuencias puede tener este paso, por lo demás arriesgado, que nos disponemos a dar".

A juicio de este dirigente, la disposición del PNV a implicarse en la dirección del Estado es fruto de una evolución en el encauzamiento del discurso nacionalista. "Hemos aceptado la pluralidad social y política de Euskadi, y ahora estamos aceptando que, si pretendemos hacer Europa, nada más natural que empezar a hacerlo con nuestros vecinos inmediatos, los españoles. Se trata", añade, "de renovar un discurso bastante esquizofrénico, en el que la realidad no siempre tiene reflejo en la doctrina". Puede decirse, pues, que el PNV ha descubierto a España como pórtico de esa Europa políticamente unida con la que soñé el primer lehendakari, el mítico José Antonio Aguirre. Dicho de otra forma: que la mejor manera de estar en Europa es a través de España. En la búsqueda nacionalista de esa Europa que debía garantizar la supervivencia del pueblo vasco como hecho diferencial, el PNV no había asumido hasta ahora la vía de tránsito por España.

Contra lo que pudiera pensarse, los más entusiastas partidarios del Gobierno de coalición son precisamente los sectores etiquetados como fundamentalistas en el PNV vizcaíno. Situados al margen de la evolución que inspira a buena parte de los burukides (dirigentes) y cargos públicos, estos grupos, herederos de una tradición que combina con desparpajo la pureza doctrinaria con el mayor de los pragmatismos, han sido los primeros en desplegar el rosario de exigencias concretas en la idea de que ésta es una oportunidad única a la que hay que extraer todos sus beneficios. "Hay sectores que tienen una visión estrecha, cortoplacista, incluso ramplona, y no asumen el alcance político de unos planteamientos y de una negociación que, evidentemente, también tratan de asegurar cuestiones vitales para Euskadi, como la reindustrialización", señala un destacado nacionalista.Momento dulce

"El partido está en un momento dulce; hemos mantenido la casa en pie durante el vendaval electoral", indica un cargo público guipuzcoano nacionalista. Y añade: "Yo no veo crispación en los debates, sino serenidad; la gente está contenta porque, mucho más tras la espantada de los catalanes, estamos ganando en prestigio y demostrando que tenemos también una visión más amplia, que estamos a la altura de las circunstancias, que no somos los aldeanos que no ven más allá de su ombligo".

A la espera de lo que decida en su día la Asamblea Nacional -órgano compuesto por cerca de 80 representantes de las bases y en el que participan con voz, pero sin voto, los miembros de las ejecutivas nacional y territoriales, los parlamentarios y el Ejecutivo autónomo-, el PNV acentúa su discurso de disociación de los términos Estado y nación. "Yo no me siento español, pero sí estoy dispuesto a. participar en un Estado plurinacional, junto con españoles, catalanes y gallegos", dice Xabier Arzalluz. "Partiendo de la distinción entre Estado y nación, no tenemos problemas en aceptar el mismo Estado", afirma el lehendakari, José Antonio Ardanza.

A lo largo de estas semanas posteriores al 6-J, el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, ha desplegado toda su habilidad dialéctica para desmontar los prejuicios existentes en el seno de su partido y dejar abierta la vía del debate. "Todos hemos dado por supuesto que lo de ir a un Gobierno español no era lo nuestro, eso se tomó como algo dogmático, pero el primer punto del debate debe ser fuera prejuicios y obrar conforme siempre hemos obrado, planteándonos en qué medida le conviene a Euskadi que estemos allí", manifestaba el otro día al diario nacionalista Deia. En la perspectiva de que "si al Estado le va mal, a Euskadi le irá mal, y al revés", Arzalluz ha dicho que, dada la gravedad de la situación, al PN-V no le interesa el fracaso de González y está seguro de que su partido va a apoyarle, "aunque no esté dentro del Gobierno".

Retirada de CiU

Parte de las reservas del PNV a entrar de forma inmediata en el Gobierno vienen derivadas de la retirada de CiU, que deja al descubierto la debilidad de la aportación parlamentaria nacionalista al nuevo Gobierno. "La negativa de los catalanes nos sorprendió bastante, porque contábamos con desarrollar una estrategia conjunta", señala un burukide. "Nos vimos solos, así que", añade, "optamos por seguir adelante con nuestra propia postura". Ardanza, Arzalluz, el portavoz parlamentario en las Cortes, Iñaki Anasagasti, y varios miembros de la ejecutiva integrarán las comisiones que negociarán el acuerdo.

En la tarea de desmontar prejuicios y llevar la reflexión a aquellos militantes de su partido para quienes la colaboración con el Gobierno español supone un trance doloroso, Xabier Arzalluz ha invocado el supremo testimo

El vértigo del PNV

nio del fundador, Sabino Arana Goiri. "Evidentemente, Sabino Arana fijó una serie de principios absolutamente radicales, pero luego, al hacer política, fue absolutamente pragmático". Ese pragmatismo llevó al PNV a participar, a su pesar, en los efímeros Gobiernos de la República en 1936, en plena guerra civil.La participación de Manuel de Irujo como ministro de Justicia, condición impuesta como contrapartida a la concesión del estatuto de autonomía, es sólo una referencia histórica de imposible equiparación con el momento y la disposición actual, por más que Xabier Arzalluz califique la actual situación econó-, mica de verdadera emergencia y advierta que nos estamos jugando "los próximos 50 años". Con todo, hoy como ayer, los nacionalistas no olvidan que, llegado el caso, el ministro del PNV sería el "ministro vasco" por excelencia. Para algunos de los partidarios de la máxima implicación, como el diputado foral guipuzcoano Román Sudupe, un ministro del PNY hoy en el Gobierno de Madrid sería la mejor prueba de que el Estado -no existe el vocablo España en el lenguaje nacionalista- es capaz de dar cabida a un nacionalismo vasco que, camino de Europa, busca el acuerdo y no la ruptura.

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