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El 'divorcio' estonio

La aprobación de la ley de extranjería empuja a los rusohablantes a pedir la autonomía

¿Seguirá Estonia el camino de Moldavia? ¿Se producirá en la primera un Antenarva, como surgió el sangriento. Transdniéster en la segunda? Estas preguntas se las formulan muchos en Estonia después de que el Ayuntamiento de Narva anunciara la celebración de un referéndum para obtener un estatuto autonómico dentro de esta república báltica.La resolución de los narvenses, que en más del 90% son rusohablantes, fue provocada por la aprobación de la ley de extranjería (cuya entrada en vigor ha sido congelada cautelarmente por el presidente de la República, Lennart Meri, hasta que un grupo de expertos dictamine sobre su oportunidad). Una ley, en todo caso, que deja a medio millón de habitantes de Estonia sin un derecho claro a seguir residiendo en la república, a pesar de que han vivido durante decenios en estas mismas tierras.

Vientos de plebiscito

"Ha sido precisamente para evitar un nuevo Transdniéster y una guerra, para calmar los ánimos, por lo que decidimos celebrar el plebiscito dentro de dos semanas", afirma VIadímir Chuikin, presidente de la asamblea municipal de Narva. E inmediatamente agrega: "Pero que conste que el, referéndum no está dirigido contra el Estado estonio, ya que no queremos separamos de Estonia. Y quien afirme lo contrario miente. Lo que queremos es defender nuestros derechos, nuestro futuro. Si las autoridades de Tallin no lo comprenden así y tratan de imponer la fuerza en Narva, entonces, seguramente, sí que surgirán otras organizaciones mucho más radicales que aboguen directamente por la unificación con Rusia".

Chuikin recibió al enviado de EL PAÍS en su despacho, situado en la segunda planta de un edificio ubicado en la plaza de Pedro. Esta plaza, cuyo nombre nada tiene que ver con el zar ruso Pedro el Grande, que conquistó la ciudad a los suecos en 1704, es la principal de Narva, y es aquí, a los pies de Vladímir Lenin, donde se realizan las fiestas oficiales y las manifestaciones.

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La estatua de Lenin está íntegra pero si, por una rara casualidad, no se viera a una gaviota posada en la calva del fundador del Estado soviético, se podría pensar que algunos anticomunistas, en señal de protesta, le han lanzado un balde de pintura blanca: tan manchada está la cara del líder proletario por los excrementos de las numerosas aves que se alimentan en el río Narva, en el límite con Rusia.

El pétreo Lenin ha sido testigo últimamente de numerosas manifestaciones provocadas por la aprobación de la ley de extranjería, hace 10 días. La última de ellas reunió a casi 20.000 personas, cifra récord de asistentes a manifestaciones para: esta ciudad de unos 80.000 habitantes. Y a juzgar por las proposiciones escritas que hicieron algunos de los participantes, no sólo hay ya un sector ciudadano que quiere la unificación con Rusia, sino que incluso no faltan ya los extremistas dispuestos a luchar hasta con las armas en la mano por lo que consideran sus irrenunciables derechos.

"De las más de 200 proposiciones que los manifestantes hicieron, un tercio de ellas exigía que repartieran armas entre la población de Narva" dice Yuri Mishin, otro de los 25 diputados de la asamblea municipal y líder de la Unión de Ciudadanos de Rusia.

Los políticos de Narva comprenden que las armas no resolverán nada y sólo traerán sufrimientos a la población. Sin embargo, están decididos a impedir que la actual coalición derechista en el poder en Tallin cumpla su programa de expulsión de los rusos. Porque es esto lo que persigue el actual Gobierno, según los narvenses. "Se dirigen hacia un Estado mononacionalista", dice VIadímir Alexéyev, presidente de los Sindicatos de Narva. La proporción actual, que es aproximadamente de un 60% de estonios y un 40% de rusohablantes en la república, la quieren convertir en 80%-15%, afirman los líderes narvenses, sin ningún género de dudas.

Política antirrusa

"En Estonia se realiza ya una política antirrusa. Y una de las principales tareas que se ha impuesto la coalición en el Gobierno es expulsar a todos los que no son de nacionalidad estonia. En una primera etapa quieren echar a 100.000 rusos y, para ello, están utilizando todos los medios, desde psicológicos hasta jurídicos. Y finalmente, la aprobación de la ley de extranjería ha sido ya la gota que ha colmado el vaso", declara el jefe sindical.

Alexéyev advierte que, por supuesto, no se quedarán de brazos cruzados si Tallin insiste en esta política. "Y desde luego, estamos dispuestos a todo: a bloquear la carretera a la capital y la vía férrea, e incluso a parar las centrales eléctricas", afirma, con voz contundente. Y las centrales de Narva dan el 95% de la energía que consume Estonia, recuerda. Sin duda, Alexéyev es consciente de que "después de esto, viene la guerra", y por eso especifica que sólo recurrirán a medidas tan extremas como último recurso, y sólo en el caso de que Tallin trate de impedir por la fuerza la celebración del plebiscito.

Sin embargo, lo políticos rusohablantes de Estonia reiteran que están abiertos al compromiso, Es más, en Narva, dicen, incluso estarían dispuestos a terminar por no celebrar el plebiscito en el caso, aclara Chuikin, de que "el Gobierno ofrezca garantías de que se respetarán nuestros derechos". O lo que es lo mismo, detalla Chuikin, si se corrigen las leyes de ciudadanía, de elecciones municipales, de educación y de extranjería. Es decir, todas las que "discriminan a los rusos, a quienes han nacido en esta tierra en la que muchos tienen las tumbas de sus padres".

Mirando otra vez a Rusia

Las leyes que atañen a los rusohablantes, últimamente aprobadas por el Parlamento estonio, tienen como fin, según los líderes de Narva, expulsar a los rusos. Y para demostrar que sus apreciaciones no son gratuitas, citan los artículos correspondientes a la exigencia de saber el estonio para permanecer con todas las de la ley en el territorio."En Narva, donde el 95% de la población es rusa, exigen los mismos conocimientos que en el resto de Estonia", dice Vladímir Jomiakov, diputado municipal y cirujano infantil, el único en Narva y sus alrededores. "De aplicarse la ley, a mí, por ejemplo, ahora tendrían que echarme del hospital porque no he sacado el examen de estonio. Pero es que me piden un nivel que me es imposible alcanzar, quieren que lo sepa a la perfección. Esto es algo que no lograría ni siquiera viviendo en un entorno lingüístico correspondiente, y aquí en Narva, donde la abrumadora mayoría de la población habla ruso, es una tarea irreal, utópica e innecesaria", explica Jomiakov.

"No me piden que sepa comunicarme en esta lengua y comprenderla un poco, que sería lo normal. Y ello porque, en realidad, no están interesados en que yo sepa el estonio. Lo que desean es tener en sus manos un pretexto para dejarme sin trabajo primero, y después, si no me he ido por mi propia voluntad, poder expulsarme", agrega.

Expulsiones masivas

La aplicación rigurosa de la ley sobre el estonio en Narva significaría, en cualquier caso, que deberían ser echados a la calle, por lo menos, 130 médicos, 600 enfermeras y más de 1.000 auxiliares, aproximadamente un 50% de los doctores y casi la totalidad del personal técnico. "Esto sería el fin del servicio médico en Narva, y miles de personas correrían peligro de muerte. Es simplemente algo criminal", defiende lleno de vehemencia el diputado cirujano.

Otra prueba de que el Gobierno utiliza como pretexto el idioma estonio, obligatorio tanto para quien desea convertirse en ciudadano de Estonia como para el ruso que pide permiso de residencia o de trabajo, es, según Jomiakov, que no envían suficientes profesores de estonio a las escuelas y no organizan cursos de idioma gratis para la población local que desee aprenderlo. "Pero no lograrán echarme", señala Jomiakov. "Esta es mi tierra. Aquí tengo dos tumbas y aquí han nacido mis dos hijos".

En cuanto a la situación de los rusos en los otros países bálticos, en Letonia, es similar a la de Estonia. También allí se consideran ciudadanos sólo a aquellos que vivían en la república antes de 1940 o sus descendientes directos, es decir, a sólo el 52% de la población.

En Lituania, por el contrario, es donde los rusohablantes están mejor, y así lo reconoce Rusia, que no tiene quejas de este país, a diferencia de lo que sucede con Estonia y Letonia. Moscú ha decidido últimamente hablar duro con los países bálticos que discriminan a los rusos, y esta nueva posición parece que está haciendo reflexionar a los gobernantes estonios.

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