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El terrorista de los científicos ataca de nuevo

Un hombre aficionado a enviar paquetes bomba a investigadores reaparece después de 15 años

Charles Epstein estaba sentado frente a la mesa de la cocina cuando su hija Joanna le puso delante un sobre marrón que había llegado a su nombre con el correo. No vio nada fuera de lo común en el envoltorio, pero cuando Epstein, un genetista de la Universidad de California en San Francisco, abrió el fatídico paquete, explotó. Epstein perdió varios dedos de su mano derecha, se rompió un brazo y sufrió importantes heridas en el abdomen.Dos días después, David Gelernter, un profesor asociado de informática en Yale (Connecticut), recibió otro paquete en su oficina del colegio de ciencias informáticas. Le estalló en las manos. Herido también en el abdomen, en el pecho, en el ojo derecho y las manos, salió escaleras abajo y llegó corriendo hasta una cercana clínica universitaria, dejando un reguero de sangre a su paso por el campus.

Al principio, la coincidencia temporal entre las dos bombas, una en la costa Oeste y la otra en el Este de Estados Unidos, pareció accidental. Pero las piezas comenzaron a encajar. Un terrorista especializado en atentados con paquetes bomba aparecía después de un descanso de 15 años.

Todos los indicios señalan como culpable al mismo hombre -que envio una serie de 12 bombas, la primera en 1978, que causaron un muerto y 19 heridos. -Seis de los 12 explosivos estalla. ron en los más diversos campus universitarios a lo largo y ancho del extenso mapa de Estados Unidos. Después del último atentado, en febrero de 1987 en Salt Lake City (Utah), la tierra pareció haberse tragado al hombre de pelo rubio rojizo con un leve bigote y complexión fuerte que un testigo dijo haber visto entonces llevando una abultada bolsa que poco después explotaría junto a las paredes de tina fábrica de ordenadores.

"Nos imaginamos que estaría muerto, en la cárcel o neutralizado de alguna forma", explica Milt Ahlerich, agente del FBI en New Haven, Connecticut. "Pero ha regresado, y a lo grande, lo que es todavía más temible". Ahlerich asegura que el sistema de construcción de las bombas asocia los nuevos casos con el antiguo sospechoso. "Lo intrincado de los empalmes es único, y los expertos han observado similitudes empalme por empalme".

En la redacción de The New York Times se recibió poco antes de la bomba de Yale una carta que decía: "Somos un grupo anarquista que nos denominamos FC. Pronto recibirán noticias de nuestros logros". Los primeros atentados también iban firmados con las iniciales FC, según la policía.

Los nuevos sucesos han despertado también de su letargo a la aparcada Fuerza de Ataque contra las Bombas, dependiente de la Oficina Federal del Alcohol, Tabaco y Armas, de la oficina postal y el FBI. En 1991, los investigadores de este último completaron un retrato psicológico del sospechoso basado en la cronología y las características de las tarjetas de FC y en los materiales usados en sus explosivos. El terrorista debe de ser un hombre blanco, con tendencias obsesivo-compulsivas y rasgos de baja autoestima por padecer algún defecto físico. Se crió en la zona de Chicago y trabajó como empleado de bajo nivel. Los investigadores aseguran que es muy meticuloso y le gusta elaborar ordenadas listas. Las bombas compensan su necesidad de expresar su agresividad. "Estamos siguiendo muchas teorías, pero lo que todavía nos falta conocer son sus motivos", dice Ahlerich. "Nadie piensa que por el momento vaya a detenerse por propia iniciativa".

Time.

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