_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reto histórico

TRENZAR UN Gobierno de coalición -en este caso entre socialistas y nacionalistas-, en una democracia carente de precedentes en estas lides, es una operación de alto vuelo y no pocas dificultades. Está claro que ése es el diseño óptimo para asegurar la estabilidad, aprovechar la legislatura y culminar la resolución del pleito histórico nacionalismos-Gobiemo central. Así lo han advertido los sectores más avisados de la sociedad española, entre los que se incluyen destacadamente distintos foros económicos y empresariales e incluso, muy significativamente, algunos núcleos sindicales.Pero la bondad del propósito desde el punto de vista de los intereses generales y los datos objetivos de coincidencia entre el PSOE, CiU y PNV en asuntos capitales no garantizan por sí solos el éxito de la propuesta. Existe una historia de desencuentros políticos y personales, la realidad de que las formaciones políticas implicadas son adversarias en el terreno electoral y los problemas derivados de sus expectativas y las de sus líderes.

Esta semana ha registrado pasos de gran calado -aun en el terreno de la aproximación- en este proyecto. El asentimiento orgánico de la dirección del PSOE al protagonismo de su secretario general en la política de alianzas -lo que no implica unanimidad de entusiasmos-; la claridad de Felipe González en sus conversaciones con Pujol y Arzalluz al plantear el proyecto no como una suma de objetivos coyunturales y partidistas, sino como una operación de Estado; y la actitud receptiva, pese a las reticencias iniciales, demostrada por sus interlocutores, son algunos de esos estimables avances. Disciplinado el PSOE en esta primera fase, ¿por dónde pueden surgir las principales trabas?

Es previsible que, aparte de los relativos resquemores históricos -de distinta naturaleza entre un PNV que gobierna Euskadi con los socialistas y una CiU que, a su vez, es una coalición de partidos-, las dificultades procedan de las expectativas políticas a medio plazo de estas formaciones y sus dirigentes. Cataluña y el País Vasco celebrarán sus elecciones en el curso de la legislatura que: ahora se inicia. Atendiendo a la lógica partidista de los dos nacionalismos, hay que entender que se planteen el interrogante sobre cómo afectaría el Gobierno de coalición que propone González a sus intereses electorales: en el caso del PNV, si eso pudiera restarle bazas en una fluida situación en la que el desenlace de la cuestión terrorista variará sensiblemente las coordenadas de la política vasca; en el caso de Jordi Pujol, si eso le mermaría activos para la renovación de su mandato en 1996. En ambos, si la coalición diluiría el perfil propio de cada formación ante su electorado.

Es éste un planteamiento crudo, o, si se quiere, realista. Pero debe hacerse, independientemente de que consideremos que la pequeña política nunca debe primar sobre la política de Estado, y que estas cuestiones deben ser consideradas secundarias a la hora de una operación adecuada para resolver los graves problemas a los que se enfrenta España en los próximos cuatro años. Adecuada para España, es decir, beneficiosa para los españoles, y entre ellos -aunque resulte obvio reiterarlo- para los ciudadanos catalanes y vascos.

Pues, bien, la respuesta a esos interrogantes partidistas parece también clara por dos razones. Primera, un Gobierno estable y sólidamente apoyado en una amplia mayoría parlamentaria puede obtener éxitos en la reactivación. económica durante la primera fase de la legislatura, que naturalmente serían capitalizados por todos sus socios -precisamente en tomo a la coyuntura electoral de las dos autonomías históricas-. Segunda, ¿perdonaría un gran segmento del electorado atraído el 6-J por los nacionalistas su contribución, aun indirecta, a una legislatura turbulenta?; ¿acaso no se sentiría decepcionado si sus elegidos optasen por retraerse en el momento en que es necesaria una gran apuesta y tras haber prometido que ahora decidirían? ¿le bastaría un esquema sucedáneo -algún tipo de pacto parlamentario- cuando es posible un modelo original -la coalición-?; ¿acaso los correctos, pero no excelentes, resultados de CiU y PNV en las legislativas no prefiguran futuras huidas de votantes hacia las formaciones principales -PSOE y PP- en caso de comprobarse la escasa utilidad de su anterior voto? Desde luego que un pacto de esa naturaleza transformaría el perfil de los nacionalismos, primando su impronta cooperativa sobre la dinámica de enfrentamiento. Pero sería beneficioso para todos. Incluidos ellos mismos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_