Titalandia
Ahora que tanto se habla de la compra de la colección Thyssen, es con veniente recordar a los ciudadanos que la estupenda pinacoteca de Vi lla Favorita no es la única posesión de interés de Heini y Tita. ¿Es que nadie del Gobierno se va a encargar de que la colosal mansión de los barones en La Moraleja sea, en el futuro, un bien al alcance de todos los españoles? La pagoda tailandesa que Tita y sus decoradores han construido es lo único mínimamente emparentable con Graceland (la casa de Elvis, en las afueras de Memphis) que tenemos en España, y a ella deberán acudir algún día en masa los lectores de la prensa del corazón ansiosos de realizar una pe regrinación como Dios manda. Ese monumento al mal gusto elevado a la categoría de arte supera al Xanadú de Charles Foster Kane y no hubiera podido ser imaginado, ni en sus momentos de mayor delirio con ceptual, por el mismísimo Jeff Koons. Sé lo que me digo: yo estuve allí y lo vi todo. Como responsable de los guiones de un par de vídeos para la Fundación Thyssen tuve el privilegio de visitar la pagoda de Tita y comprobar la rara perfección del monumento. Todo en él obedece a la inspiración de la baronesa, mujer dada al cultivo de la chinoiserie, y da gusto observar la acumulación de estatuas, jarrones, cortinajes y muebles de inspiración oriental. Una sobredosis de lámparas de Murano pone la nota occidental al conjunto. ¿Hay algo que rompa la armonía? Pues sí; unos lienzos de Miró, Picasso y Gauguin que se dan de patadas con el entorno. Pero no es grave; si se sustituyen por piezas de Macarrón o de la propia Tita Cervera, la casa adquirirá la ansiada perfección.
El barón, eso sí, ya no sabrá hacia dónde mirar sin peligro de infarto, pero eso es problema suyo: el auténtico arte no está al alcance de cualquiera.
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