Lavapiés, corrala enmascarada

Dicen que Lavapiés fue un barrio judío, pero eso no está claro. Siempre estuvo, con sus desniveles, aislado de la ciudad y por eso ha conservado su olor a pueblo y se ha librado de las oficinas. Pero la salud de este barrio enigmático, trazado en el siglo XVI y hogar siempre de las clases populares, es tremenda. Así lo cree el equipo de expertos que, dirigidos por el arquitecto Fernando Contreras, ha pateado sus 54 hectáreas y sus 1.067 edificios para proponer un tratamiento urgente, por encargo del Ayuntamiento.Primera sorpresa. Detrás de las hermosas fachadas de hace un siglo, se enmascaran corralas profundas, mínimos patios. "Es la especulación de la especulación, dice Contreras, ante un espacio que no llega a los dos metros de ancho y un corredor de corrala. Ha habido que pasar por un pasillo estrecho y largo como un día sin pan.

Balcón y claveles

Los corazones de las manzanas del barrio son diminutas chabolas verticales, sin cuarto de baño ni luz suficiente ni ventilación. El equipo de Contreras ultima estos días el recuento de estos tugurios, pero ya se sabe que son un 17% de todos los edificios y, más concretamente, un 14% corralas y un 3% corredores, en viviendas estrechas y profundas. Una de cada tres casas esconde al menos una infravivienda que es más bien un agujero sin servicios. Lavapiés es la mancha más extensa del Centro catalogada como de intervención urgente por su degradación.

El arquitecto sueña con conservar ese paisaje casi rural de Lavapiés, de fachada con balcón y claveles, y meter el aspirador por dentro: es decir, llevar aire, luz y baños al corazón de las manzanas, cuando se pueda y si no se puede, derribar con mimo sólo la infravivienda, respetando todo lo respetable. Y fuera, en la calle multirracial, buscar los espacios que no hay dentro.