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VISITA DEL PAPA

Tirón de orejas a los romeros del Rocío

El Papa critica ante miles de peregrinos el folclor que rodea a la fiesta

Los rocieros fueron por lana y salieron trasquilados. El primer Papa en visitar la ermita de El Rocío aprovechó la ocasión para reñir a los romeros. Juan Pablo II piensa, como dejó entrever ayer ante unas 20.000 personas, que la peregrinación, que hace dos semanas reunió a un millón de romeros, se ha convertido en un acto más folclórico y lujurioso que en una auténtica manifestación de religiosidad popular. Y esto, a juicio de Karol Wojtyla, no puede ser. "Como vosostros decís", señaló en su alocución, se "ha acumulado el 'polvo del camino', que es necesario purificar". Los rocieros interrumpieron por quinta ocasión al Papa con un olé. "Se ve que lo decís de verdad. Entonces volvemos al 'polvo del camino'", continuó.A partir de ese momento llegó el palo. Hay que volver a los orígenes y recuperar "los genuinos motivos devocionales que tienen su apoyo en las enseñanzas evangélicas". El Papa continuó la reprimenda ante el silencio (le peregrinos. "Desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folclórica o costumbrista sería traicionar su verdadera esencia", continuó. Esta manifestación mariana necesita, por ello, "ser esclarecida y alimentada continuamente con la escucha y la meditación de la palabra de Dios" señaló. Hay que rezar mucho, confesarse e ir a misa con frecuencia en lugar de divertirse tanto con los placeres terrenales. Es el buen camino propuesto ayer por el Papa a los rocieros para que su "devoción" gane "cada día en autenticidad". Fue en este momento cuando volvieron a interrumpir al Papa con aplausos.

Encíclica 'polvus caminus

'El rapapolvo pontificio fue recogido con resignación y buenas dosis de guasa. "Si lo dice el Papa deberé pensar que está bien", afirmó Ángel Díaz de la Serna, presidente de la Hermandad Matriz del Almonte, que llevó su sinpecado, como las otras 89 hermandades asistentes, al interior del santuario, adonde el Papa bajó de los cielos a bordo de un helicóptero blanco. Juan Pablo II rezó siete minutos a la Blanca Paloma -la mitad del tiempo que permaneció postrado en 1989 ante la santina, la Virgen de Covadonga-.

Las críticas del Papa no gustaron a Antonio Guzmán, de una hermandad sevillana: "El Rocío tiene que ser así. Si no fuera por la forma en que se vive, no tendría tanto éxito", concluyó. La purificación del polvo del camino tardó poco en ser bautizada por los romeros: "Es una nueva encíclica, la polvus caminus", decían.

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