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GUERRA EN LOS BALCANES

El campo de Manjaca reabre sus puertas

Los serbios liberan a 900 soldados croatas

MIRJANA TOMIC ENVIADA ESPECIAL, Tractores y maquinaria agrícola permanecen aparcados. Ya no hay animales. En los grandes establos, en lugar de las ovejas y los cerdos, yacen los hombres croatas desde el pasado lunes. No parecen tener miedo. Charlan animadamente, tendidos sobre las mantas grises, en ausencia de camas. Alineados uno junto al otro, sin hambre, pero sucios tras largas horas de caminata hacia el monte VIasic, no se quejan del mal trato que reciben en el campo tras huir el pasado lunes de las fuerzas musulmanas en la región de Travnik.

Ayer, cerca de novecientos de ellos, todos soldados, abandonaron el campo en camiones serbios. Recuperarán sus armas en cuanto pisen territorio croata para volver al frente en Bosnia central. En Manjaca sólo les preocupaba el futuro de sus familias, abandonadas en el monte VIasic. Les calma la noticia de que están a salvo en Croacia.El hombre más contento en el campo es Emil Marinkovic. Su esposa, Marica, dio a luz una niña en el hospital de Banja Luka. Emil fue informado de la noticia por los periodistas, que le regalaron la primera foto de su hija, publicada en el periódico local Srpski Glas. Las autoridades serbias en Banja Luka hacen todo lo posible para que el mundo sepa que ellos no odian a los croatas, enemigos comunes de los musulmanes. Olvidan, sin embargo, cuántos croatas de Banja Luka han sido expulsados por los serbios.

Las historias de los presos son parecidas: "Jamás pensamos que nuestros vecinos nos fueran a expulsar". Describen que desde hace dos meses los croatas no gozaban de ningún poder en Travnik. "Llevo dos meses sin bajar al centro de la ciudad", dice Hrvoje Marinkovioc, "me daban miedo los muyahidin ". Bako, su vecino en el campo, con un enorme tatuaje JAN (Ejército Federal Yugoslavo) sobre el bíceps, cree que la vuelta -a la ciudad sería posible sólo con los musulmanes fuera de la ciudad. "Nunca más podremos vivir con los musulmanes", grita Bako.

Un hombre desdentado y flaquísimo llora ante la perspectiva de luchar de nuevo en Bosnia central. "¿Para qué luchar? Primero tuve que huir de Jajce. Luego tuve que escapar de Travnik, No tengo nada en ninguna parte". Jajce está en manos serbias; Travnik en las musulmanas. Su hijo, Davor, tampoco quiere luchar. "Somos croatas", dicen como disculpándose, "pero, ¿sabe?, antes hubo muchas familias étnicamente mixtas. Tenemos familiares en todas partes".

Refiriéndose a las relaciones serbo-croatas, los presos dicen que en Travnik no hubo problemas. Miro, de 26 años, soldado del HVO, abandonó la trinchera para subir a la montaña VIasic, bajo control serbio. "Mi madre y mi hermana no pudieron salir", dice este joven, lleno de energía y de rabia. "Nuestro problema aquí no son los serbios, sino los muyahidin. Estoy seguro de que los cascos azules han abastecido a los musulmanes de rnunición". Miro asegura que las dos costillas rotas y el dolor que esto causa no disminuyen su deseo de volver a combatir lo más pronto posible: "Volveremos a Travnik. No permitiremos que maten a nuestras familias".

Las condiciones de vida en Manjaca no son ideales, pero "entre la navaja musulmana y la detención aquí, prefiero esto" es una respuesta general.

Bozo Popovic, comandante del campo de Manjaca, grita en lugar de hablar. Orgulloso de su campo, hace traer a un soldado croata, quien logró escapar del pelotón de fusilamiento: "Diles, diles a los periodistas que los serbios no son un pueblo genocida". "No lo son", dice el soldado, asustadísimo.

La propaganda serbo-bosnia aprovecha el conflicto croato-musulmán para señalar que el plan de paz Vance-Owen es catastrófico, y utiliza su solidaridad con los croatas para demostrar a la comunidad internacional que su lucha en contra de Alija Izetbegovic es justificada.

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