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Han pasado 25 años

Han pasado 25 años del Mayo francés. No es fácil todavía valorar los acontecimientos con frialdad. Lo que pasó permanece aún en las retinas de casi toda una generación. ¿Cómo podemos olvidar las playas que había bajo los adoquines? Tal vez no haya nada nuevo bajo el sol. Tal vez las historias del hombre se parecen mucho unas a otras, y siempre, de algún modo, estamos hablando de lo mismo... Pero cada hombre vive una experiencia única e irrepetible: su propia vida. Y mayo, hoy, sigue siendo muchas vidas. A algunos la nostalgia les devuelve un 68 libertario, recreado y feliz, la imagen aventurera y rebelde de su juventud. Pero, con la distancia de los años transcurridos, entre algunos de los protagonistas crece una fina pero dura capa de ironía, que ofrece una versión distinta, aunque también distorsionada e incompleta; una versión que, como dice un proverbio ruso, "miente igual que un testigo presencial".Y hoy probablemente a nadie le interese volver la mirada hacia aquellas fechas, salvo para felicitarse por haber estado allí, por seguir estando vivo, o por quedar ya muy lejos en el tiempo. ¿A quién puede interesar tanta esperanza perdida, tanto remordimiento almacenado? Lo que llena hoy las conciencias en Francia y en Europa es el paro, la crecida del racismo, la ética de la supervivencia, Maastricht. El 68 queda lejos, como una enfermedad de adolescencia.

Y, sin embargo, no hace mucho tiempo, cuando se celebró el vigésimo aniversario, se produjo una amplia necesidad de reflexión y de revisión. En esencia, en el 88, se reafirmaron las tesis revisionistas, que había iniciado Debray cuando decía que la mejor forma de enterarse de lo que había pasado era leer las obras y los testimonios de la época, pero al revés, y que los sucesos de Mayo del 68 habían sido la cuna de la nueva sociedad burguesa en Francia, y se interpretaron entonces como el fin del arcaísmo revolucionario y el comienzo del progreso y la modernización de las estructuras sociales y políticas.

Yo también participé en aquel vigésimo aniversario con un libro en el que daba mi interpretación de los sucesos, a la luz del tiempo pasado. Y me preguntaba por lo que nos quedaba del 68. ¿Se decidió algo nuestro, algo que aún vive en nosotros, en aquel mayo contradictorio y controvertido? Para algunos, lo que nos queda sólo lo podemos encontrar en las anécdotas, en las historias personales, en la nostalgia, pero poco más. Que aquellos sucesos no hay que verlos más que como un espectacular incendio que se consumió por sí mismo, sin apenas dejar rescoldos.

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Pero hay otros observadores que consideran que Mayo del 68 constituyó un acontecimiento decisivo en la historia contemporánea de Francia, aunque no en el sentido que pretendían los actores de los sucesos. Para ellos, Mayo del 68 había sido el punto final, como ya hemos señalado, de los movimientos revolucionarios reconocibles hasta ese momento, pero también era el punto de inflexión a partir del cual se aceleraba el proceso de modernización capitalista en un contexto y con unas relaciones sociales distintas.

Personalmente, también creo que Mayo del 68 fue decisivo. Pero ¿en qué sentido? Porque cuando, en los primeros días de junio, se cierra la crisis, nada fundamental parecía haber cambiado. Los resultados de las elecciones legislativas del mismo mes dejaban bien clara esta cuestión. Y, como hemos dícho, aún hay gente que piensa así. Efectivamente, nada parecía haber cambiado, y, sin embargo, permítaseme el conocido juego de palabras, ya nada sería igual. Porque algo que afectaba al centro mismo de aquella sociedad se había puesto de manifiesto. Pero el 68 no alteró el curso normal de la historia, si es que la historia tiene una dirección, un curso. Porque los sucesos fueron la expresión de algo que venía de lejos, aunque nadie fue capaz de verlo entonces, y su valor es, sobre todo, un valor de signo; allí no empezó ni acabó nada, aunque, como manifestación de un proceso histórico, no se puede excluir la idea de que, al menos simbólicamente, el 68 fuera el fin y el principio de algo.

La crisis del 68 sacó a la luz las claves esenciales de un proceso social de larga duración que estaba en marcha, y de esa forma facilitó e impulsó su desarrollo. Aquellos sucesos, desde la perspectiva que nos concede el tiempo, empujaron la historia en una dirección inimaginada o no presentida en todas sus dimensiones.

El Mayo francés puso de relieve la enorme distancia que había entre las nuevas expectativas y demandas de la sociedad y las estructuras sociales, en buena medida ancladas en el pasado; crisis en la Universidad, en los partidos, en los sindicatos... La sociedad ya era otra cosa, y las instituciones habrían de renovarse o quedar como obstáculos que, con el tiempo, la evolución social dejaría obsoletas, definitivamente inservibles. Parte del país, como dijo gráficamente Debray, estaba enchufada a 125, y la otra, a 220.

Han pasado 25 años v las circunstancias son otras, ¿o no?, y, como decíamos al principio, siempre le damos vueltas a lo mismo, aunque con más canas. Nos volvemos a encontrar con Pompidou, devuelto políticamente a la vida en la persona de Balladur. Pero todo es muy distinto, tenemos 25 años más y será dificil que podamos conmemorar el 500 aniversario, si es que se conmemora. ¿Habrá un centenario? Quién lo sabe, la historia da muchas vueltas. La realidad es que, a la altura de los 25 años, no hay más cera que la que arde. Y alguna razón tenía Althusser cuando, en su obra El porvenir es largo, nos cuenta que el entierro de Orvanay era el entierro de la izquierda. Esto habría que matizarlo, claro, pero al menos una cierta idea de la izquierda sí acabó en el 68. Y ahora tenemos a Balladur para darnos una idea de por dónde van las cosas.

Mayo del 68 ha sido un punto de referencia para muchos de los que hoy nos gobiernan. Los sucesos del 68 han sido mitificados, han sido un símbolo. Pero aunque ese símbolo está todavía fresco en la memoria de toda una generación, y ello distorsiona e impide, en gran medida, la posibilidad de una mirada objetiva y completa, creo que el Mayo francés, ahora, a los 25 años, empieza a ser historia, más allá de la nostalgia, más allá de la leyenda. Donde empieza la pasión por la verdad histórica.

Antonio Sáenz de Miera es autor de El Mayo francés (Tecnos, 1993).

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