Los rostros
Las emisoras desplegaron cámaras, diseñaron estudios, encargaron encuestas, en busca de la imagen, del momento mágico. Los locutores hablaban de la noche más larga y sonreían con la complicidad de que el espectáculo iba a tener todos los ingredientes de las películas con suspense y drama. La visión de las imágenes que transmitían cinco cadenas de televisión generaba un cierto vértigo por lo incosistente de los datos, muchos contradictorios pero que abrían múltiples hipótesis, daban pie a las combinaciones más fantásticas. La información se convertía en una serpentina que volaba, se enroscaba en datos irrelevantes que se deshacían al minuto siguiente. Todo ello formaba parte de la estética de las noches electorales en las que a incertidumbre es uno de os datos importantes. Toas las emisoras habían apostado por s encuestas e opinión con soporte y reclamo de audiencias. Y toda unas estrategia de entrevistas, opiniones, reacciones se trenzaba sobre ese suelo tan movedizo, tan inestable y al mismo tiempo tan mediático ya que la sorpresa es tan constante como incosistente, lo que facilita nuevas sorpresas, nuevos ganadores, luego perdedores que, de pronto, recuperan la esperanza. Y en ese tobogán de incertidumbres surgió la imagen y se acabó la noche, la magia y el espectáculo. En uno de los televisores, en ese momento sin sonido, aparecieron los rostros del Javier Arenas y Alberto Ruiz-Gallardón, dirigentes del PP. Eran poco más de las diez de la noche y su imagen valía por todas las en cuestas. No hizo falta precipitarse para subir el sonido: eran la confesión de una derrota. La imagen estaba liberada de un sonido que trasmitía unas palabras agrias, destempladas, desafiantes, fuera de lugar, que interferían con el significado profundo del momento: aquel que ponía la noche en otro rumbo y la abocaba a un final abrupto. Dos horas después, Felipe González, desde el estrado de la victoria, se miraba en el triunfo de los suyos y les decía con palabras gráficas: "Habeis puesto el alma en la campaña y ahora se os refleja en el rostro".Y las cadenas privadas para entretener a su público ponían canciones de Isabel Pantoja (Antena-3) o a Paloma San Basilio (Tele 5), mientras Televisión Española se ufanaba, discretamente, de haber sido la más certera en sus análisis de previsión de voto. Sin querer, o queriendo, TVE traspiraba una cierta satisfacción, no se sabía muy bien si con el el resultado del programa televisivo, el electoral o con ambos a la vez.
Todo había vuelto a la abrumadora normalidad. Tele 5 con su estilo verbenero, racial, reunía en torno a un piano a Francisco, a Paloma San Basilio y a Concha Velasco para cantar a España. Ya lo había hecho antes Manolo Escobar, con la tuna al fondo, abriendo el programa con Mi querida España. La cadena de Lazarov no defrauda nunca.
En Antena 3, Manuel Campo Vidal mantenía el ritmo informativo con un empeño que acredita su decisión de ganar para su emisora la carrera profesional de esta noche electoral. La cadena privada había diseñado en un estudio un especie de hemiciclo, un punto surrealista, donde los entrevistados respondían las preguntas desde los sillones-escaños. Pero faltó la garra que proporcionan los grandes acontecimientos, el vuelco de la historia para el que habían estado preparando a la opinión pública. Que gane el PSOE empieza a no ser televisivo.
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