Un, dos, tres, vuelta otra vez
El yóquei se equivocó esta vez. Indicó a su caballo un ritmo de baile popular, tipo "un, dos, tres, vuelta otra vez" y a poco no pudo llegar a la meta. Al caballo se le enredaban las patas. La pizarra azul que en el primer debate estaba situada tras la tarima de José María Aznar voló esta vez tras las espaldas de Felipe González. El catedrático europeo estaba escocido por la sesión anterior y aceptó el consejo de sus amigos: abrir una trinca al estilo español, es decir en toda regla y sin miramientos.Aznar ha hecho oposiciones a inspector financiero, pero no había pasado jamás por un trance parecido. Se encontró no sólo con pocos instrumentos para hacer frente al vendaval, sino que incluso vio pocos parapetos tras los que guarecerse. Debían haberle avisado que es imposible ganar una trinca con la técnica de la gota malaya (empleo, empleo, empleo), y que hay que evitar ser tan repetitivo como la mismísima gaita gallega. ¡Demasiada música celta para casi tres horas de debate!, reconocía sin empacho uno de sus colaboradores.
Aznar no acepta formalmente que el encuentro de Tele 5 haya supuesto la revancha de González. Ni él, ni sus colaboradores. Pero, en su fuero interno, el candidato conservador sabe que nada salió bien. O al menos, que no salió bien lo más importante. Le habían explicado hasta la saciedad que lo fundamental en un debate es no permitir que el juego se desarrolle en tu propio campo. Lo sabía, se dio cuenta en el transcurso del encuentro, pero no pudo evitarlo.
Le ha quedado un gusto amargo en la boca, aunque nadie a su alrededor se atreva a sugerir un motivo. Todo lo más que sé podía escuchar ayer eran improperios contra el PSOE y su candidato. Ni una palabra contra la actuación de, su propio líder. "Todos los focos giraron hacia él. Salía como favorito, y eso es siempre un handicap", aseguraba un miembro de su comitiva.
Los técnicos populares se empeñan ahora en pasar la página. "Quedan varios días de campaña y no tiene sentido que los perdamos en discusiones tontas. Los debates en televisión, y ya lo dijimos antes del primero, no son decisivos". El problema es que el líder conservador tiene fama de no olvidar nada, ni para bien ni para mal, y que su progresiva irritación puede resultar contraproducente cara al elector indeciso.
La consigna ahora es tranquilizar los ánimos, acentuar el esfuerzo y movilizar hasta el último voto posible. "Seguimos yendo por delante y eso es lo único que importa", aseguran en la sede popular. No es lo único que importa. Al menos, no es lo único para José María Aznar, a quien interesa también su propia imagen y la opinión que tengan los ciudadanos de sus capacidades. Por eso empieza a ver rojo cada vez que alguien le pregunta por el programa de su partido. La desconfianza le asoma inmediatamente a los ojos y se le notan las ganas de arrojar sobre la cabeza del incauto el libro con las propuestas del PP. Ya verán si llego al Gobierno, si tengo programa o no, parece musitar entre dientes. Tiene en el bolsillo el cuadro macroeconómico que han elaborado Cristóbal Montoro, Francisco Utrera y Fernando Becker y lo repasa de vez en cuando. Allí está el tubito de las esencias populares. ¿Por qué no lo destapó en el debate? Porque el yóquei creía que bastaba con la monótona gaita y el ritmo de la yenka para adormecer otra vez al adversario político. Como se demuestra de nuevo, es imposible contradecir la teoría del error de Gauss.
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