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Los indecisos

Cada uno está obligado a ganar. Un empate en el último debate volvería a dilatar el enjambre de indecisos, masa astral que, como las nubes de virus, está merodeando el planeta de la campaña. Los socialistas han optado con creciente intensidad por la estrategia del fuego. Han escogido atraer a los vacilantes mediante un despliegue de - artillerías con la esperanza de que sus disparos rompan el avance de los rivales y destruyan la indecisión. Siguen con esa estrategia los pasos de los populares. Un fuego tupido entre las partes se propone elevar la temperatura de la contienda y acalorar hasta la fusión al cúmulo de los vacilantes con el voto en blanco.Los indecisos han ido convirtiéndose en los grandes protagonistas, y desde sus casamatas observan la pelea, dejando que su cerebro metabolice lentamente las dosis de sustancia electoral. La televisión tendría la obligación de filmar sus vidas, dar cuenta de sus reacciones neuronales, atender con una super slow motion el trascurso de sus desplazamientos microscópicos. A estas alturas no existe formación más interesante que ese glaciar sin voto cuyos deshielos tratan de medirse al minuto por los especialistas en sondeos.

La campaña atiza sus proclamas, allí se abrasan o explotan sus líderes, se procrean hogueras y fogones. Todo converge en el propósito de avivar el fuego destinado a descongelar los numerosos cogotes de merluza que no han segregado su decisión. El televisor esta noche será observado desde afuera como una pantalla catódica, pero su eficacia real se contará en términos de microondas.

Nunca, como en los últimos años, la sociedad española resultó más opaca a las interrogaciones de los sociólogos. En pocos años, los cambios culturales y materiales han trasmutado este país en un agregado heterogéneo, desajustado en lo social, despistado en ética y política, mal cohesionado territorialmente, vacilante a su finalidad. No es extraño que la duda emerja como colosal respuesta cuando se le demanda una definición. El PSOE y el PP forman parte de la misma materia indecisa y el éxito del PP está asociado a su calculada ambigüedad sobre el espacio ambiguo. Los electores que todavía mantienen su indeterminación no coinciden necesariamente con los indiferentes. Menos todavía con los indolentes. En el centro de ese bloque resistente a las encuestas y soflamas acaso se encuentre el corazón más genuino de la condición española actual. El más escurridizo, el más helado y, al cabo, el más difícil de conquistar.

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