_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La mina

La mina es la gran canallada de la democracia española. Su existencia está amenazada, pero desde la muerte de Franco, por razones electorales, la mina es la mina de siempre, siniestra y enternecedora: se cisca en Dios, en la Virgen y la madre que parió a todo. Y ahí está. Días pasados, Felipe González, en trance electoral, en León, regateó el progreso y dijo: el carbón es viable. Amén Jesús.Por fin llegamos al pozo Candín, histórico como el pozo María Luisa, de Hunosa, estatal, en Langreo, alimento de 13.500 obreros que, si son picadores de campanillas, embolsan más de 300.000 pesetas al mes. Eso sí, a cambio de la silicosis más o menos actualizada, y a cambio de retirarse, seguro, a los 47 años. Hunosa pierde 58.000 millones de pesetas anuales. Y, si muere un minero, la solidaridad triunfa, y la leyenda engorda. La mina es una tragedia y sólo la saben quienes la torean a diario: los mineros. A ello vamos.

Antes de bajar al pozo Candín se impone la ley, estricta: hay que vestirse con medias, botas de goma, calzoncillos, camisa, camiseta, guantes de lana, buzo y casco con la lámpara incorporada. Y después, entrar en la jaula. Y en un pis pas estamos a 700 metros bajo tierra. Y galerías, transversales, carriles, vagones de hierro, todo es seguridad. Los mineros se pitorrean de los señoritos de Madrid que claman al cielo cuando muere un minero: "La seguridad es total, en la medida de lo posible; tendrían que venir aquí para saber de lo que hablan". "Aquí se podría construir una pista de tenis", apuntala un vigilante. El otro día pereció un barrenista en un pozo cercano; su propia imprudencia hizo la fatalidad, pero los niños bien de la pluma, de la pantalla del ordenador quiere decirse, lavaron su ignorancia y una especie de conciencia voceando la inseguridad de la mina.

Aquí, a 700 metros, en la entraña del lobo de carbón hulla, hay que escuchar sin decir ni pío lo que dicen los mineros: "El Estado no tiene por qué ser rentable; alrededor de Hunosa viven 200.000 personas en una población de un millón". "Mis hijos no quiero que sean mineros, pero que nos pongan otra cosa". Otro minero: "Escuchando en la televisión a los de la derecha, temblamos, porque hablan de privatizar". Otro abogado de la causa minera: "Aquí se han perdido puestos de trabajo, pero con prejubilaciones con el 100% de lo que ganaban neto".

En Asturias "somos socialistas por naturaleza". Hablan varios obreros a la vez: "Los sindicatos nos defienden y apoyan, pero no son responsables porque echan la culpa a la dirección de la empresa en cada ocasión; con huelgas y más huelgas no se arregla nada". "Aznar no me sugiere nada; si pierde el PSOE, lo tenemos todo perdido". Punto final: "A mí me gusta Asturias, la fabada, la sidra y la mina si no me dan otro trabajo. Y viva la izquierda aunque no lo haga bien".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_