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La culpa será del yóquei

Soledad Gallego-Díaz

Hace años José María Aznar fué un buen estudiante de oposiciones. Ayer se convirtió en un ceñudo miembro del tribunal. Sometió a examen a Felipe González, le bombardeó con preguntas "de cajón" y le suspendió.La cosa resultó sorprendente porque González llegaba con muy buenas referencias: lleva varios años ocupando una cátedra en una universidad europea de prestigio y se suponía que no iba a tener problemas frente a un profesor nada famoso y con muchas menos publicaciones.

Aznar le dió calabazas y nadie entre el público que abarrotaba el aula protestó. "Hasta el decorado azul de Antena 3 parecía una pizarra detrás de la tarima del profesor", comentaba uno de los vips invitados por la cadena de televisión.

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La única duda que ha quedado es si el joven y áspero catedrático sabe realmente las respuestas a todas las preguntas con que martirizó al maduro examinando. Los seguidores de González aseguran que no y se lamentan de que su candidato se negara a entrar en la "trinca". Los, amigos de Aznar replican que no era ese su papel ni el momento.

En cualquier caso, José María Aznar ha conseguido, por ahora, fama de "hueso duro de roer" y eso se cotiza bastante entre sus propios compañeros de promoción: los lobeznos del Partido Popular están encantados.

"¿Tenía yo razón o no?", me interrogaba horas después del debate uno de sus asesores, "José María Aznar tiene pocas condiciones naturales para encandilar en política, pero Maradona tampoco tiene condiciones físicas para jugar al fútbol".

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El jugador argentino aprendió y se domó jugando descalzo en la calle. Aznar aprende y se doma con un magnífico equipo de asesores. Lo cual no es nada reprobable. La prueba es que las encuestas de urgencia han valorado muy positivamente su esfuerzo: sin tener en cuenta las preferencias políticas, un 50% cree que ganó el candidato conservador, frente a sólo un 21% en el caso del presidente del Gobierno. Incluso una cuarta parte de los votantes socialistas piensa que su líder hubiera hecho mejor en preparar el encuentro.

Cara a los votantes indecisos, ya se verá si el debate resulta decisivo o no. El propio presidente del PP no le concedía esa relevancia: calculaba que podía estar en juego un máximo del 1% de los votos flotantes. Pero cara a su propio partido, Aznar ha conseguido ya, sin duda, un importante triunfo.

Si el Partido Popular no gana las elecciones no será porque él no se haya esforzado en representar correctamente su papel ni haya conseguido salir airoso de las pruebas que le ha correspondido enfrentar. Incluso en la temida aparición en el escenario del gran teatro para un ensayo general con todo, es decir, con público.

Ni la vieja guardia ni los jóvenes y ambiciosos ejecutivos que componen ahora la maquinaria popular podrán insinuar que pierden la carrera por montar en un caballo perdedor. Lo que en la línea de salida parecía un penco está llegando a las metas volantes sin agobios. Si algo les sale mal, la culpa será del yóquei.

De momento, el caballo en carrera corre lo bastante como para que todo el equipo esté unido y jaleando. Desde el entrenador hasta el último de quienes apostó por el outsider se siente satisfecho. Tienen los boletos en la mano y la esperanza de recibir su premio.

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