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Tribuna
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Ensayo general con todo

La campaña electoral abierta hoy oficialmente sube el telón en falso. Desde la disolución del Parlamento, los partidos se habían lanzado por tierra, mar y aire a la rebusca del voto; ese ensayo general con todo, representado durante un mes a la vista del público, impedirá a los actores sorprender a un auditorio que conoce ya el argumento y los diálogos de la obra. La agresividad de los candidatos casi ha agotado las existencias de acusaciones, malevolencias e injurias; las morbosas expectativas dramáticas despertadas sobre la campana por esta feroz precampaña me recuerdan la eufórica confidencia de José Agustín Goytisolo a José María Castellet al salir de una fastuosa fiesta a la que habían sido invitados como amigos del hijo ausente, un socialista exiliado a finales de los años cincuenta: "Si esto es el socialismo, ¡qué no será el comunismo!".La escasa limpieza de nuestros hábitos dialécticos tiene el tonto consuelo de que otros países son muchísimo más sucios. En Estados Unidos, el aireamiento de un asunto de faldas acabó con la carrera de Gary Hart; y la propaganda negativa castiga severamente la imagen de los candidatos a la Casa Blanca, desde Nixon ("¿compraría a este hombre un coche usado?") hasta Cliñton (el buitre como símbolo del atraso de Arkansas). Mario Vargas Llosa ha narrado en El pez en el agua las aviesas fechorías del Gobierno de Alan García para desprestigiarle como aspirante en las elecciones presidenciales de 1990; el novelista peruano fue acusado de fraude fiscal, ateísmo, drogadicción y pornografía (su Elogio de la madrastra fue leído línea a línea en una televisión controlada por el APRA). Los ejemplos tomados de otros países podrían llenar una biblioteca: con tales precedentes, hasta los berridos de Rodríguez Ibarra, Hormaechea o Felipe Alcaraz suenan a cántico gregoriano.

Además de participar infatigablemente en los numerosos debates radiofónicos y televisivos, los dirigentes de los partidos aprovechan cualquier oportunidad para hacerse presentes; y, a diferencia de las dos anteriores convocatorias electorales, esa sobreabundante oferta está encontrando una demanda efectiva capaz de absorberla. La circunstancia de que las plazas de toros, los polideportivos y los cines abarroten sus aforos es la mejor prueba de que las pasiones políticas adormecidas desde 1982 han vuelto a despertarse. La principal meta de esos mítines es conseguir un amplio espacio dentro de los telediarios y los espacios informativos. La oposición protesta del trato favorable -indudable- dado al PSOE por RTVE y los medios estatales. Se trata, desgraciadamente, de una vieja tradición gubernamentalista, inagurada en las elecciones de 1977 por los hermanos Ansón, que pusieron RTVE y la agencia Efe a disposición de Suárez; pero cuando los socialistas barbotan que el sesgo en su beneficio de la televisión estatal apenas compensa el sectarismo en provecho del PP -también indudable- de buena parte de la prensa y la radio privadas, cometen el pecado imperdonable de olvidar que los medios de comunicación públicos tienen la obligación de ser imparciales.

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