¿Dónde están los 3,3 millones de parados?
LORENZO NAVARRETE MORENOConsidera el articulista que los resultados que ofrece regularmente la Encuesta de Población Activa (EPA) necesitan de una revisión conjunta por parte de sociólogos, estadísticos, economistas, gabinetes técnicos de sindicatos y expertos de la Administración pública, para replantear un nuevo sistema para la elaboración de los indicadores. Su argumento se basa en un detallado análisis de los métodos que utiliza la citada encuesta, cuya metodología se decidió en 1964.
¿Sabe la opinión pública que de cada 100 personas que la Encuesta de Población Activa (EPA) presentó como paradas en el cuarto trimestre de 1990, al ser repetida la entrevista de nuevo para comprobar la calidad de la encuesta, solamente se autoidentificaron como parados 63, no considerándose parados 37? (Instituto Nacional de Estadística: Principales resultados de la EPA, página 171, cuadro X). Esto quiere decir, de entrada, que si utilizamos la EPA como indicador para saber la cifra de parados de dicho trimestre habrá que exponer muy seriamente, junto con los datos estimados, que el control de calidad, autopracticado por la propia encuesta, ofrece un índice de consistencia muy bajo (sólo el 63% de identificación con la categoría deparado). Los datos de la EPA no son toda la EPA, sino sólo una parte. Pero existe una tendencia finalista en la utilización de las cifras; y el ejemplo de la ignorancia de estos controles de calidad que la propia EPA realiza de forma impecable basta para convertir la rotundidad con que se habla de las cifras en perplejidad y reserva. ¿Sabe la opinión pública que la EPA se realiza no preguntando necesariamente a la persona que figura en la muestra, sino a un informante mayor de 16 años y que en ese momento se encuentre en el domicilio, y al que se le pregunta sobre un tercero? Por supuesto, esta indagación a través de un informante, desde el punto de vista sociológico, más parece una aproximación cualitativa, en la que interviene la percepción subjetiva del informante, que una constatación objetiva que pueda ser cuantificada exactamente. (Pero he aquí que es cuantificada a través de un proceso estadístico). ¿Sabe la opinión pública que la EPA del primer trimestre de 1993 todavía no ha hecho pública su autoevaluación -es decir, el control de calidad- y que, por tanto, resulta no ya arriesgado, sino científicamente inexacto hablar del "dato objetivo de los 3,3 millones de parados?" Porque, repetimos, la EPA es toda la EPA, y no sólo unos resultados que hay que evaluar como todo trabajo de investigación social que intente definir el todo a través de una parte representativa, y además es preciso explicar los niveles epistemológicos y sociológicos con que se realiza.
Rebufo keynesiano
Fue en 1964 cuando la metodología que inspira la EPA se construyó (E. García España: Diseño de la encuesta general de la población. Madrid. INE, 1974). Y no hay que olvidar que en aquellos años. de rebufo keynesiano, los conceptos de empleo y de actividad económica diferían de los actuales. Evidentemente, los cambios habidos en el mercado de trabajo nos llevan a reflexionar acerca de cómo tendríamos que observar y estudiar, y conceptualizar también ahora, el fenómeno del paro. Por tanto, dada la importancia que se le otorga socialmente a la EPA, es evidente que al conjunto de la sociedad le interesa no solamente la síntesis de unas cifras, sino conocer qué conceptos, qué claves se han utilizado para determinar si un individuo es parado, activo, ocupado, inactivo... Así se podría realizar sobre las cifras una serie de observaciones:
1. La muestra (el número de individuos a entrevistar y que son considerados representativos del total) correspondiente al cuarto trimestre de 1992 fue de 64.000 entrevistas, de las cuales fueron no válidas 1.800; irrealizables por no existir la vivienda, 1.700; no se realizaron, por estar ausentes, 4.300, y se sustituyeron 2.200 por negarse a contestar los entrevistados. Es decir, de una muestra representativa de 64.000 entrevistas, sólo se realizaron unas 55.000 efectivas. Y aunque se sustituyan a lo largo de otros trimestre algunas de éstas, la verdad es que en "la EPA del cuarto trimestre de 1992", dichas entrevistas no se realizaron. Y no hay que ser sociólogo para comprender que, por muchas operaciones estadísticas que se hagan, el sesgo de la muestra disminuida resulta preocupante.
2. ¿Dónde están bien contados los 3,3 millones de parados? Los sociólogos nos lo preguntamos con cierta inquietud, porque del manejo de otros datos -estudios, informes, etcétera- que utilizamos diariamente para nuestro trabajo no aparecen. Y cuál no sería la sorpresa del público si se cotejaran los datos de la EPA (avalados por una encuesta periódica de un número determinado de entrevistas) con los datos de las comunidades autónomas (avalados también por encuestas periódicas, pero con mucho mayor número de entrevistas). En el caso de Valencia resulta más de cinco veces superior la muestra que hace el Instituto Valenciano de Estadística en su Encuesta Sociodemográfica de la Comunidad Valenciana (24.000 entrevistas) que la parte de la muestra nacional que realiza la EPA para cubrir dicha comunidad. Y si pensamos que, con muestras mucho más elevadas, en las encuestas regionales nos aparecen menos parados que en la EPA, y si no dudamos de la autoevaluación, que, como en el cuarto trimestre de 1990, restó un 37% a la cifra total de parados de la EPA, hemos de considerar que no existen esos 3,3 millones de parados, al menos determinados con certeza científica. Aunque lo que sí existe en este momento, después de la publicación de la EPA, es una opinión de que sí existen, en términos de profecía autocumplida. Por lo que hemos de reclamar urgentemente una revisión conjunta por parte de sociólogos, estadísticos, economistas, gabinetes técnicos de sindicatos y partidos y expertos de la Administración pública de todos estos problemas aquí expuestos y muchos más con que, a la luz de nuestra época, habría que replantear un nuevo sistema para la elaboración de los indicadores que informen cabalmente sobre las fluctuaciones de la población activa en nuestro país. En Francia, por ejemplo, las diferencias entre las cifras del paro registrado y las que ofrece la Encuesta Nacional de Fuerzas de Trabajo (la EPA francesa) llevaron a su Gobierno a realizar un informe (informe Malimbaud) para ofrecer a la opinión pública una explicación. En España, siendo secretario general de Empleo Álvaro Espina, éste mandó la redacción y publicación de dicho informe (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, colección Informes 1988), pero ahí quedó todo, porque precisamente ha sido con posterioridad a 1988 cuando las cifras de paro de la EPA han ido apartándose cada vez más de las del Inem.
Difícil reflexión
Es el paro un problema social, y la estadística ha de ser instrumentalmente auxiliar de la sociología para su investigación, y no a la inversa. Es cierto que hay mucho paro, pero ¿dónde están bien contados los 3,3 millones de parados? Mucha gente se lo pregunta, y muchos sociólogos, también. El Instituto Valenciano de Estadística (IVE), el Instituto Vasco de Estadística (Eustat), así como los informes sociodemográficos de otras comunidades, nos muestran de manera coincidente un paro en tomo al 16%. Pero en un momento electoral como éste resultará dificil abrir una reflexión sobre las cifras de la EPA. Decía san Agustín que después de ir quitando las plumas de una gallina por las calles de una ciudad resulta imposible volver a recogerlas para dejarla como estaba. Así, los 3,3 millones de parados ya pesan sobre nuestra conciencia colectiva como una losa, y nada indica que pueda ser un alivio en este momento decir que esa cifra no sea cierta y que los parados puedan ser 2,6 millones, por ejemplo, como único dato objetivo.
Moreno es secretario de la junta de gobierno del Colegio de Ciencias Políticas y Sociología.
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