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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin del sistema

CON LA concesión por el Senado italiano del suplicatorio para el procesamiento de Giulio Andreotti concluye de manera estrepitosa toda una etapa política de Italia. El deseo del anterior presidente de la República, Francesco Cossiga, de provocar una catarsis moral en las instituciones y una refundación del Estado ha tenido tres efectos. Primero, la inculpación de la mayor parte de la clase política y empresarial. por prácticas corrompidas en la financiación de los partidos. Segundo; el planteamiento de un cambio radical en el sistema de acceso y alternancia en el poder. Finalmente, el repudio de la imbricación del crimen organizado en el tejido del Estado.De la corrupción en la financiación de los partidos es muestra la incriminación del ex líder socialista Bettino Craxi; de la reforma del sistema de Gobierno, el encargo que ha recibido el primer ministro Ciampi de modificar la legislación electoral, y del rechazo de la Mafia, el levantamiento de la inmunidad de Andreotti. Que el político democristiano haya acabado votando a favor de la medida revela la clase de presión a que le han sometido la opinión pública, su propio partido y el. escándalo por la negativa del Senado a hacer lo propio con Craxi.

Lo que el Senado italiano aprobó ayer es el procesamiento del personaje de la posguerra más representativo de la forma de entender la política que ha caracterizado el último medio siglo en aquel país: 45 años ininterrumpidos en la cúspide política, siete veces primer ministro, y durante lustros, líder indiscutido de la Democracia Cristiana (DC).

El caso Andreotti evidencia una deformación fundamental de la democracia italiana: el control del poder por un solo partido, que ha impedido la alternancia real y ha condenado al resto de las formaciones políticas al papel de satélites. La hegemonía de la DC generó una inevitable serie de perversiones antidemocráticas. El asunto Andreotti es hoy el ejemplo de la degradación de objetivos políticos que ha lastrado al país en las últimas décadas: el que explica la corrupción por la necesidad de mantener el poder. Aparece así explicitada una tesis que hasta ahora no se habían atrevido a sostener ni los más extremistas: que el Estado italiano, su partido hegemónico, su hombre más significativo, estaban relacionados con la Mafia.

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