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Tribuna:ELECCIONES 6 DE JUNIOEL ESTADO DE LA NACIÓN
Tribuna
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Príncipes azules

Espero que un título romántico me redima ante quienes me acusan de fría inhumanidad por andar hablando de mercados matrimoniales.No quise lastimar sensibilidades, sólo anunciar lo que cualquiera puede deducir de las cifras, a saber, que en los próximos años y para bastante tiempo, encontrar novia va a ponerse más difícil. Al bajar verticalmente la natalidad desde mediados de los setenta, las generaciones de novias han pasado a ser siempre más reducidas que las de novios, tres años mayores en término medio; en algunas cohortes la relación es de cuatro chicos por tres chicas. Y no se vaya a objetar que eso se arregla fácilmente buscando chicas de otras edades: buscarlas. más jóvenes empeora el caso para los chicos siguientes y buscarlas mayores no está al alcance de todos, pues suelen andar casadas o comprometidas.

Y no crean que este panorama afectará sólo a los más jóvenes. Las repercusiones alcanzarán a los demás segmentos del mercado y afectarán, de una manera u otra, a personas de todo sexo, edad y estado matrimonial.

Me ha sorprendido el eco de mis predicciones. Mis alumnos varones me recriminan que haya difundido información que consideraban privilegio suyo. Las alumnas sonríen discretamente. Quizá se estén alegrando de lo bien que les va a ir todo. O estén soñando, embelesadas en los príncipes azules que les anuncio. Me temo que sea eso.

Ahora sería momento para reeditar La mística de la feminidad, de Betty Friedan, aquel libro que diera el aldabonazo a finales de los cincuenta contando como las mujeres americanas, tras la segunda guerra mundial, se habían casado en la adolescencia y habían anidado en las jaulas doradas del hogar protoconsumista, con marido pluriempleado y cuatro hijos antes de los 25. Eran, ¡qué casualidad!, las chicas de las generaciones que nacieron durante la Gran Depresión. Las mismas que, pasados los 30, se divorciaron, quemaron los sujetadores y salieron a la desesperada en busca de autonomía, es decir, de trabajo, para lo que hubieron de competir menos con sus maridos que con sus hijos (e hijas).

También podríamos releer La segunda fase, escrita por la misma mano 20 años después, describiendo ahora a las generaciones femeninas que produjeron algunas yuppies, emancipadas al darse una escasez demográfica de príncipes y hallarse éstos bastante deprimidos de tanto fichar en el paro. Emancipadas fueron, sí, ¿pero lograrían alguna vez tener pareja estable e hijos? En eso andaban.

Alguien debería contarles a las chiquitas de ahora y a sus hermanas menores la fluctuante y procelosa historia de sus predecesoras. Para que sepan donde andan los escollos y se libren de encallar. Ni que sea en compañía de sus príncipes azules.

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Anna Cabré es directora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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