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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Por qué se caen los toros?

De nuevo el corresponsal taurino. de ese diario ha reverdecido el agudo problema de la invalidez que manifiestan algunas reses durante la lidia. Con el ingenio que caracteriza a tan castizo periodista dice en alguna de ellas que científicos, tratadistas, expertos taurinos y funcionarios incluyen el problema de las caídas de los toros en los misterios insondables de la madre naturaleza. Y se pregunta por qué se caen los toros.Por si sirve mi respuesta y desde la perspectiva que me ofrecen los conocimientos adquiridos en una facultad universitaria y 42 años de estudio y lectura cotidianos y otros tantos de ejercicio profesional, aunque sin una particular dedicación al toro bravo, contestaré esa pregunta del mismo modo que ya lo hiciera públicamente ante la peña taurina oscense hace muchos años, diciendo que los toros se caen durante la corrida por incapacidad glandular para responder adecuadamente a los estímulos de la lidia, presumiblemente de causalidad genética (selección en favor del toro idóneo para el espectáculo), o, dicho de otra manera, por incompetencia humoral para mantener el vigor fisico que exige el peculiar y mayúsculo esfuerzo de la lidia.

Este diagnóstico podrá sorprender, pero para su comprobación sugiero algo tan sencillo como es la administración de anfetaminas a los toros por vía oral una o dos horas antes de la corrida. Así, si el resultado de la experiencia es cabal, quedarán excluidos otros diagnósticos o teorías, esclareciéndose el punto de partida para abordar razonablemente el problema de las caídas de los toros de lidia, sobre las cuales, además, inciden otras circunstancias concomitantes (estrés de encorralamiento, carencias alimentarias, transportes o anabolizantes). Y también se podrán soslayar los toros borrachuzos, cojicachos, modorros y morcillones, los de raza ovejuna, y, sobre todo, los que cambian de personalidad dos o tres minutos después de haber salido pimpantes por la puerta de toriles-

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