Irán teme ser víctima de una nueva ola de hostilidad
Definido por EE UU como la hidra del terrorismo internacional y vilipendiado por sus vecinos árabes, Irán se enfrenta a una nueva campaña que busca acentuar su aislamiento diplomático. La política aperturista del presidente Ali Akbar Hachemi Raflanyani parece condenada a sufrir un revés. Sus adversarios se lo habían advertido: los gestos amistosos de Teberán hacia Occidente y sus aliados no sirven de nada.
En Teherán no había la menor duda de que el informe anual de actividades terroristas preparado por el Departamento de Estado y publicado el viernes, iba a acusar otra vez al Gobierno iraní. La vehemencia norteamericana, por lo tanto, no sorprendió a nadie. Según Washington, Irán es "el más peligroso promotor de terrorismo de Estado" y, si bien no está en condiciones de aportar pruebas, dice que existen indicios de que el Gobierno de Teherán, a través del Hezbolá, probablemente participó en el sangriento atentado contra la Embajada israelí en Buenos Aires hace un año. El informe también acusa a Irán de financiar movimientos extremistas palestinos y de apuntalar el régimen islamista de Sudán.La conclusión a la que se puede llegar es que Teherán debe estar preparándose para resistir embestidas diplomáticas en diversos flancos, una multilateral, capitaneada por EE UU, y otra en un plano más próximo, en el Golfo Pérsico, donde persisten disputas territoriales con los Emiratos Árabes en tomo a islotes de gran valor estratégico. Por otro lado, Egipto ya ha intensificado su guerra verbal acusando a Teherán de fomentar el movimiento extremista islámico.
El activo apoyo iraní a quienes se oponen al proceso de paz en Oriente Próximo es otro factor que aumenta la nueva ola de hostilidad hacia Teherán.
De momento, la estrategia iraní aparentemente consiste en ignorar la acechanza política foránea. Con la mirada puesta en la modernización de sus fuerzas armadas, los iraníes están realizando gigantescas maniobras militares en la cabecera del golfo Pérsico.
