Ciudades nucleares, un secreto en crisis
Un millón de personas y 150.000 técnicos habitan el complejo atómico de Rusia
"¿Ha tenido usted alguna vez una bola de plutonio entre las manos?", pregunta al atónito periodista el ministro de Energía Atómica de Rusia, Víktor Mijáilov. "Es algo caliente, un poco más caliente que el cuerpo humano. Tiene vida. Es como un organismo vivo" se responde a sí mismo al tiempo que acaricia con sus manos una imaginaria esfera de ese metal radiactivo, componente básico de los artefactos nucleares. Mijáilov es ahora ministro, pero durante mucho tiempo se ha dedicado a la creación de bombas atómicas en Arzamás16.
Arzamás-16 es la cuna del programa nuclear soviético. Por eso comparte con los dos o tres millares de diseñadores de cabezas nucleares que tiene Rusia un disimulado amor por unos ingenios extremadamente complejos -que recopilan en sí mismos una gran parte de la física con el fin último de provocar una explosión descomunal en el momento preciso. "Su relación con las armas es como con algo sagrado", .Comenta Gueorgui Kaúrov, el portavoz del Ministerio, refiriéndose al mimo y la disciplina extrema con que los físicos, ingenieros y técnicos nucleares abordan su trabajo.Pero las cosas están cambiando en Rusia. La guerra fría pasó a la historia y con ella el fin último del complejo nuclear militar: producir bombas. Tras los acuerdos de desarme, de lo que se trata ahora es de desmantelarlas y reconducir buena parte de ese mundo secreto, complejo y en crisis hacia producciones útiles para los ciudadanos.
El complejo nuclear militar, según la terminología que utiliza el propio ministro, lo forman fundamentalmente un conjunto de diez ciudades secretas y cerradas dedicadas a diseñar, producir los componentes y ensamblar las cabezas nucleares. En total, informa el ministro, vive en ellas un millón de personas, de las que 150.000 son técnicos dedicados a tareas nucleares.
En una de esas ciudades, Tomsk-7, originalmente dedicada a la producción de plutonio y en plena reconversión -"sólo el 15% de su producción es ahora militar" asegura el ministro-, se produjo el pasado día 6 un accidente nuclear que ha puesto en entredicho la fiabilidad del complejo. "Lo de Tonisk-7 evidenció que hay que intervenir", explica Kaúrov, responsable de prensa del Ministerio. "Es necesario un poder fuerte en el país", agrega.
El temor a que la inestabilidad política y los recortes en las subvenciones mermen la seguridad se ha introducido en esas ciudades secretas. Yevgueni Avrorin, director científico de Cheliábinsk-70, lo expresó así en una reciente entrevista: "Me preocupa la falta de responsabilidad que caracteriza a Rusia y que nos invade a nosotros".
A los diseñadores nucleares les preocupa la seguridad de los ingenios que ahora están dispersos por el país por dos razones. Una es la moratoria nuclear decretada por Gorbachov y mantenida por Yeltsin hasta el próximo verano, que impide la realización de ensayos atómicos. Para ellos, las explosiones controladas son básicas para conocer cómo evolucionan las cabezas y garantizar así su conservación sin peligro.
La otra razón es la deserción de algunos técnicos altamente cualificados, atraídos por las mejores oportunidades que ofrece el sector civil después de haber perdido buena parte de sus privilegios. Aseguran que son pocos los que se han ido hasta ahora, pero fuentes periodísticas apuntan que esas deserciones se concentran en una rama, la de los ingenieros electrónicos, que, junto con fisicos y químicos, juegan un papel relevante en el control del armamento desplegado.
La llamada de alerta más sonora sobre la seguridad de los misiles la lanzó a primeros de mes el jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, Mijaíl Koléshnikov, refiriéndose a las 1.400 cabezas nucleares situadas en Ucrania. Para el general, su estado es 'francamente desastroso" por las limitaciones que los ucranios ponen a las revisiones que deben efectuar técnicos rusos.
Los hombres que concibieron las ojivas admiten un descenso del nivel de seguridad, pero confían en la calidad de su obra. "Tengo puestas mis esperanzas en que el grado de perfección que logramos en nuestros trabajos esté muy por encima del nivel crítico en que puedan empezar los procesos no controlados" declaró hace un mes el ingeniero general de Cheliábinsk-70.
El ministro de Energía Atómica va más allá. "Creen que como las cosas vati mal en Rusia también esto tia de estar mal% dice, y asegura que "el nivel técnico de nuestro complejo es altísinio". De las 40.000 cabezas que había en 1986, se han desmantelado ya 13.000, a un ritmo de 2.000 cada año hasta 1992, en que se incrementó hasta 3.000, según cifras dadas por Mijáilov.
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