Una fábrica de armas artesanal
Un pequeño taller cerca de Tuzla ensambla a mano 1.000 granadas de mortero diarias
RAMÓN LOBO, ENVIADO ESPECIAL
El éxito de la artillería bosnia en el frente occidental depende de un pequeño taller de artesanos, escondido en una frondosa arboleda cerca de Tuzla, donde se ensaniblan a mano 1.000 granadas de mortero cada día. Su nombre es secreto militar. Ahmed, su máximo responsable, fue director de una fábrica de detergentes antes de la guerra. Ahora gesticula con pasión al defender el levantanmiento del embargo argumentando que ellos poseen el talento y los medios necesarios para fabricar armas y municiones, pero carecen de los componentes suficientes, como explosivos, para mantener una producción capaz de satisfacer las crecientes necesidades de la guerra
El director general de la industria militar de la región de Tuzla, el comandante Ibrahim Mujezinovic, asegura que, con los medios de que disponen, lo más que pueden hacer es defenderse de los ataques. "Carecemos de la capacidad para contraatacar y recuperar una posición perdida", asegura.
Los trozos de trinitrotolueno (TNT) se amontonan como si fueran pelotas de tenis en unas descoloridas cubetas de plástico negro, iguales a las que se usan en la construcción para mezclar cemento. Allí, en diez montones mal contados, hay suficiente explosivocomo para hacer volar a todos por los aires.
La cadena de producción de este antiguo instituto de formación profesional se compone de cinco destartaladas habitaciones, repartidas en dos pisos sin apenas luz. Las bombillas escasean y los ventanales están embarrados adrede por razones de seguridad. Trabajan allí, con jornadas a destajo, 40 personas; la mayoría de ellos titulados superiores. No hay ,mujeres, contrariamente a lo que sucedió en muchos países durante la II Guerra Mundial.
Junto al almacén de TNT, también en el primer piso, se distingue en la penumbra una máquina que más bien parece un juguete. Tiene forma de cono invertido y sirve para licuar el explosivo. Posee tres válvulas para controlar la temperatura. Aparenta ser de papel de plata. En la planta de abajo, encharcada por una mezcla de restos de barro, motas de explosivo y varios litros de agua, se almacenan con mimo, como si fuera porcelana china, las granadas fabricadas en otra factoría de Tuzla. Están huecas y son de color tierra. Aquí se ensamblan de tres calibres diferentes: de 60, 82 y 120 milímetros.
Antes de colocar el TNT es necesario calentar las granadas en un horno industrial durante una hora. "Si colocamos el explosivolíquido hirviendo en un recipiente frío podría explotar% explica con seguridad Ahmed. En la segunda habitación de la planta baja está el laboratorio donde se hacen las pruebas con las diversas mezclas. "Es una especie de control de calidad" comentan con una sonrisa irónica los especialistas. La mesa de trabajo de los científicos es una destartalada cocina casera de marca barata con cuatro quemadores eléctricos. Entre las herramientas destacan otros tantos pucheros ennegrecidos por el uso y unos rudimentarios conos de hojalata en forma de coladores. El explosivo de prueba se coloca en ellos y se calienta al baño María como si de un flan de huevo se tratase.lleva tres. Cada una de las granadas posee un número de serie que está formado por la clave del trabajador que la ha inspeccionado. Es su huella dactilar y, a la vez, un macabro saludo al enemigo.
Las granadas en espera del percutor final se guardan en el primer piso, en mitad de una gran sala, colocadas siempre boca arriba, como si fueran pepsis o colas, en decenas de cajas de refrescos rriedio rotas. Estas se amontonan. unas encima de las otras formando pilas inestables y peligrosas. Parece una licorería.
"Lo más potente que fabricamos", dice Ibrahirn Mujezinovic, 41 es la granada de mortero de 120 milímetros. Tiene un alcance de nueve kilómetros. Pero poco puede hacer frente a los obuses serbios que tienen un radio de 17 kilómetros. Para luchar con ellos nos tenemos que acercar mucho, arriesgar la vida", alza la voz con amargura. "Si no se deciden a intervenir [por la comunidad internacional], al menos que nos den las armas para que nosotros nos podamos defender".
Ahmed, que se doctoró en explosivos para uso civil en Japón, insiste que el problema es la escasez de componentes. "Estamos tan escasos de explosivo", confiesa, "que quitamos la carga a las granadas serbias que no explotan y la reutilizamos en las nuestras... ".
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