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Tribuna:LA CELEBRACIÓN DEL PRIMERO DE MAYO
Tribuna
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La solidaridad necesaria

Que hoy sea festivo no quiere decir que estemos de fiesta. Lo bueno y lo natural en las fiestas es despreocuparse de los problemas cotidianos. Pero al celebrar el Primero de Mayo no podemos desentendemos ni de la solidaridad internacional que dio vida a esta jornada ni de lo que acontece a nuestro alrededor afectándonos como trabajadores/as y como ciudadanos/as. En esta jornada internacional del trabajo, la atención ha de dirigirse prioritariamente hacia los más de tres millones de personas que carecen de él.Es verdad que el desempleo aumenta en toda Europa que vive inmersa en una recesión caracterizada hace apenas unos meses con términos más apropiados para metereología pasajera -"tormenta monetaria"- que para la economía. De aquella ligereza en la apreciación inicial, hemos pasado en poco tiempo a sabemos en una crisis profunda como no se recordaba en muchas décadas y de muy incierta duración. Tanto más larga cuanto más se tarde en concertar una nueva política cooperante para el crecimiento sostenido, con una utilización más racional de las capacidades productivas y una distribución de la riqueza más justa, atendiendo a la cohesión económica y social de Europa en un proceso de convergencia en términos reales. Éste es el empeño que compartimos desde hace tiempo en la Confederación Europea de Sindicatos y que, claro está, nos unifica también en este Primero de Mayo.

No obstante, nuestros tres millones de parados son de aquí, las causas de una tasa de paro que duplica la de Europa están principalmente aquí; por ello, el esfuerzo fundamental frente al problema tenemos que realizarlo desde aquí y las mayores responsabilidades también están localizadas en nuestro país. Atrincherarse en una política económica fracasada no conduce más que a sumergir bajo tierra a la inversión, a que siga disparándose el desempleo, al desorden financiero y a provocar la inestabilidad social determinante de inestabilidades políticas.

Política monetarista

Éstas son las consecuencias de haber dejado el gobierno de la economía del país en manos de quien tiene la mentalidad de un director financiero y desprecia las funciones de un jefe de producción.

Al final, también se agotan las reservas y la capacidad financiera para mantenerse en la trinchera monetarista y aún dentro de ella, ya no se ha podido guardar la disciplina puesto que algún banco salta por su cuenta bajando los tipos de interés. A cada declaración persistente y contumaz del ministro de Economía, le suceden nuevos desbarajustes económicos, mayor incredulidad en las expectativas de recuperación y crecen la confusión y la desconfianza políticas. También a él le debemos la primera andanada asociando reforma del mercado de trabajo con mayores facilidades para despedir a los trabajadores. Embarcó al Gobierno en la elaboración de un contradictorio informe remitido al Consejo Económico y Social, que por abundar en la desregulación del trabajo dependiente, lejos de facilitar un buen debate ha empezado provocando un tumulto entre los agentes sociales.

Nadie se opone, y menos los sindicatos, a encarar un debate sobre el mercado de trabajo, porque sobran argumentos, realidades y datos para demostrar que la pretendida reforma debe ir en la dirección opuesta a la que apuntan patronales y Gobierno. Se habla de reformar lo que varias veces se ha reformado, con el Estatuto de los Trabajadores y su modificación en 1984 para romper el principio de causalidad en los contratos y dar rienda suelta a la precariedad de los empleos. Sin embargo, nadie parece dispuesto a acometer la reforma nunca planteada desde el inicio de la transición: la de nuestro modelo de crecimiento. A ello se refirió hace poco el señor Delors cuando lo apuntaba como nuestro mayor lastre para incorporamos plenamente a una economía abierta a nivel europeo e internacional.

No serán por sí solas las normas laborales, reformadas o no, las que generen el empleo necesario. Una reforma del mercado de trabajo desconectada de los inaplazables cambios en la estructura económica, no será más que una reforma burocrática e inservible.

Ordenanzas laborales

Los sindicatos hemos intentado avanzar conectando ambas cosas, proponiendo a la CEOE la sustitución negociada de las ordenanzas laborales, adecuándonos a los nuevos sistemas de organización del trabajo. Pero la cúpula patronal no muestra interés suficiente por esta tarea, al contrario, están obcecados en bloquear la propia negociación colectiva con directrices y consignazos alejados de la realidad y generadores de conflictos.

Desde este Primero de Mayo, queremos llamar a aquellos empresarios que como nosotros quieran cumplir con sus obligaciones contractuales para acelerar la negociación de los convenios. Simultáneamente, nos vemos en el deber de convocar a las federaciones, sindicatos y comités de empresa a fin de que cuanto antes pongan en marcha las movilizaciones precisas para el desbloqueo de las negociaciones.

En tiempo de elecciones es natural que se hable de aritméticas parlamentarias futuras para asegurar la gobernabilidad del país. Pero desde nuestra autonomía (que no indiferencia política) queremos recordar que son otras las cuentas que tejen nuevas y deseables estabilidades sociales y políticas. Las del paro, las del bienestar social, las de la equidad retributiva, son las que han de cuadrar ante los ciudadanos para fortalecer el sistema democrático.

Esas cuentas de la estabilidad sólo son compatibles con talantes progresistas y de izquierdas; la tentación de perpetuarse en lo malo conocido o de deslizarse aún más hacia postulados derechistas, en solitario o en combinación con otros, podrá deparar encajes numéricos en el Parlamento, pero serán el germen de mayores desequilibrios sociales de casi imposibles concertaciones y a la postre de nuevas tensiones políticas. Hoy, Primero de Mayo no hacemos más que expresar constructivamente nuestros mejores deseos para el futuro social y político de nuestro país.

Antonio Gutiérrez es secretario general de CC OO

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