La lucha de "Oslovodenje"
En cada época de la historia hay ciertas luchas que revisten un valor ejemplar porque, a través de los hombres y de sus sufrimientos, se enfrentan dos concepciones del mundo, dos vías de futuro. La lucha de Oslovodenje, el periódico de Sarajevo, es de ésas; cada vez somos más los que tomamos conciencia de ello. Y cuando digo futuro no me refiero a esos mañanas míticos y lejanos que han embaucado tantas buenas voluntades en este siglo. El futuro del que yo hablo es casi hoy. Con el derrumbamiento del sistema comunista se ha producido un cataclismo, y de la confusión resultante -este extraordinario revoltijo de todos los mapas políticos, ideológicos, morales, económicos- una nueva realidad global está naciendo ante nuestros ojos.¿A qué va a parecerse? ¿Confirmará las grandes esperanzas nacidas del fin de la guerra fría? ¿Será, por el contrario, a imagen de los horrores que hemos observado y que vosotros, en Sarajevo, habéis vivido en el transcurso de este año?
A mi juicio, hay dos evoluciones posibles. En primer lugar, un escenario de esperanza: los países del antiguo mundo comunista podrían transformarse, tras un necesario periodo de reajuste, en sociedades libres y prósperas, que constituirían valiosísimos aliados tanto para Europa occidental como para el resto del planeta. Pero hay también, por desgracia, un escenario de pesadilla: estos países podrían conocer un desencadenamiento de odios religiosos, étnicos, nacionalistas, raciales, que se extenderían poco a poco hacia otras partes del mundo, inaugurando una nueva era de violencia y de inestabilidad aún más peligrosa que el enfrentamiento de los dos bloques.
La humanidad está hoy en esta encrucijada, mañana podría encontrarse irremediablemente encaminada por la vía del horror. Este cruce de caminos se llama Sarajevo. Y allí, en el sótano de un edificio ennegrecido, sobrevive la redacción del periódico Oslovodenje. Un puñado de seres valientes que con su presencia trazan la verdadera línea divisoria entre la civilización y la barbarie. Insisto en la palabra verdadera. La verdadera divergencia no puede estar entre dos etnias, entre dos o tres comunidades religiosas. Hoy ya no está entre dos sistemas políticos, económicos o ideológicos. No, la verdadera línea divisoria enfrenta dos concepciones de la humanidad y del futuro.
Por un lado, una visión tribalista que sólo ve en la humanidad etnias, tribus, razas, obediencias religiosas, una concepción que impone a todo ser humano el re signarse a unas pertenencias originales que no ha elegido pero que le han sido atribuidas desde su nacimiento, unas pertenencias despóticas, empobrecedoras y asesinas, unas pertenencias que, desde hace siglos y milenios, transforman a millones de hombres en criminales, con el pretexto del patriotismo o de la piedad.
Por otro lado, me atrevo a decir que nuestro lado, el de Oslovodenje, una concepción humanista, que considera a toda persona humana como un irreemplazable encuentro entre diversas creencias. religiosas y filosóficas libremente toleradas, entre diversas mezclas étnicas, entre innumerables culturas.
Éstas son las dos concepciones que se enfrentan. La segunda permite esperar un mundo de libertad, de espiritualidad íntima, de intercambios armoniosos, un progreso apacible hacia una humanidad adulta, mientras que la primera no nos promete más que matanzas, desgarramientos, tiranía, infantilización, regresión.
Sí, ésos son los dos bandos que hay. Está el de la libertad y la democracia. Y está el del despotismo y las exclusiones. Muchos responsables en todo el mundo deberían preguntarse: ¿qué bando he elegido realmente? ¿Por, qué futuro estoy trabajando?
Observar con complacencia el aumento de los odios étnicos, legitimar sus pretensiones, acceder -por resignación, por falta de imaginación- a dividir los países según sus exigencias, es preparar un futuro bastante oscuro no sólo para los niños de las regiones hoy desgarradas por la guerra, sino también para todos los que se ven acechados por la misma suerte; porque en todas partes, de Bombay a Belfast, y de Johanesburgo a Los Ángeles, sí, en todos los continentes, subsisten inconmensurables odios de carácter racial, o religioso, o étnico, o de cualquier otro tipo, que mañana podrían desencadenarse por mimetismo o por contagio.
Por el contrario, rechazar la tribalización, resistirse a la lógica del odio y de la fragmentación, fomentar sociedades pluralistas, es luchar no sólo por los niños de Sarajevo, sino también por todos los niños de la Tierra. Esa es, en mi opinión, la lucha de Oslovodenje, y estoy convencido de que todos aquellos para quienes las palabras libertad, democracia, pluralismo y humanismo tienen un sentido deben estar de vuestro lado, y aportaros su apoyo, su amistad, su solidaridad activa y también su gratitud.
Amin Maalouf es escritor Ebanés, autor, entre otros Ubros, de León el africano.
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