No se atreven a saber
Han ido pasando los días. Un año, incluso. Y es fácil que, con ellos, la superposición de vergüenzas públicas domésticas borre el recuerdo de otras esenciales. Por ello es preciso nombrarlas. Recordando el horror de Sarajevo, la fría tolerancia inoperante de los Gobiernos occidentales, el sangrante vacío de iniciativa política y fuerza moral que ha consagrado el imperio de la muerte en una ciudad a la que todos debemos sentir como vecina.Ya no se trata de las barreras estructurales que parecen impedir la cooperación real en el desarrollo del Tercer Mundo, o de los presuntos costes de un verdadero respeto al medio ambiente. No. Esta vez, el olvido de nuestros políticos -todos, práctica-
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