Los italianos votan por la reforma de su sistema electoral en un sentido mayoritario
Casi 48 millones de italianos estaban llamados ayer y hoy a votar en el referéndum por la reforma, en un sentido mayoritario, de la ley que regula la elección del Senado. Los primeros recuentos apuntaban a que los ocho referendos planteados habían superado el 50% de los sufragios, límite en Italia para que sean considerados válidos. Ese resultado aseguraba, por lo que se refiere al Senado, una amplia victoria para el sí. Pero los intentos de plantear este resultado como si fuera un mandato ciudadano para que el Parlamento acelere las reformas institucionales no tendrán éxito fácilmente.
La polémica sobre la interpretación del esperado sí es absolutamente segura, dado qué los principales partidos que han promovido el voto afirmativo mantienen posiciones diversas en relación con la futura ley electoral.La Democracia Cristiana (DC), muy dividida además a este respecto, vota sí con vistas a la implantación en Italia de un sistema mayoritario simple -como el del Reino Unido- tanto para la Cámara de los Diputados como para el Senado. Los socialistas, que también tienen un frente interno del no dirigido por el ex líder Bettino Craxi, y el Partido Democrático de la Izquierda (PDS), igualmente dividido sobre el tema básico, se inclinan por un sistema mayoritario a doble vuelta -como el francés-. Y Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, promueve el mayoritario para el Senado, pero dejando la Cámara con un sistema proporcional, si acaso corregido.
Estas diferencias detalladas, en torno a una consulta que ya de por sí es abigarrada, resultan fundamentales para entender por qué el referéndum italiano no puede tener las grandes consecuencias que se le quieren atribuir, forzando su significado. El problema deriva de que, en Italia, los referendos, introducidos por la Democracia Cristiana a comienzos de los años setenta con el objetivo preciso de anular la ley del divorcio, sirven sólo para derogar, no para legislar en un sentido positivo.
De hecho, la más relevante de las ocho consultas celebradas ayer plantea únicamente la abolición del factor proporcional que corrige la elección de los senadores por un sistema que, en principio, es mayoritario puro. A diferencia de la Cámara, donde la proporcionalidad es total, los dos tercios de los senadores italianos se eligen, en efecto, por mayoría simple, pero siempre que el candidato supere el 65% de los votos emitidos en su distrito. Si no es así, y generalmente no lo es, el voto se resuelve por la aplicación de la ley D'Hondt sobre los restos.
Lo que el referéndum de ayer pedía es el consenso de los italianos para derogar ese umbral del 65%. En caso de una más que probable respuesta afirmativa, caerá también la proporcionalidad de la ley D'Hondt y el Senado será simplemente mayoritario.
El procedimiento de elección de la Cámara tendrá entonces que ser concordado con el del Senado, según señaló incluso el Tribunal de Casación cuando dio luz verde al referéndum. Pero dada la división ya señalada que ha pugnado por el sí, cabe preguntarse con qué criterio. Cada grupo está dispuesto a sostener que el triunfo ha sido suyo y que el mandato derivado del voto va en el sentido por él señalado.
Incierto futuro
Ello crea incertidumbre sobre el futuro de una reforma de la ley electoral que finalmente deberá ser legislada por un Parlamento que sigue tan dividido en tomo a este tema como lo ha estado en los últimos meses, cuando no logró llegar a un acuerdo que hubiera impedido la celebración del referéndum.El hecho de que la mayoría de los italianos se pronuncie abiertamente por un sistema electoral mayoritario es, con todo, histórico. Más incluso que Alemania, que tiene al menos un umbral mínimo del 5% de los votos para que un partido entre en el Parlamento, Italia ha sido el paladín de la proporcionalidad, un país donde con pocos miles de votos se puede obtener un diputado y donde el partido que sume sólo 300.000 sufragios entra ya en el reparto nacional de los restos.
Sobre los italianos pesa, además, el recuerdo histórico de que gracias a la introducción del sistema mayoritario logró Mussolini su aplastante victoria electoral de 1924. El intento de la DC de introducir el llamado "premio de mayoría" como correctivo ha pasado, de hecho, a la historia como la legge truffa (la ley estafa) y determinó en 1953 una caída de más de ocho puntos para la DC con respecto a las elecciones de 1948, las primeras de la República.
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