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La cuadratura del círculo

Felipe González se ha visto obligado a actuar 'por encima' de todos en la crisis más seria del PSOE

Ante la fractura de la familia socialista, Felipe González se ha visto obligado a actuar por encima de todos, y todos le han respetado. La duda está en si una situación así puede durar mucho tiempo o se atreverán a afrontar el problema de fondo: mantener el modelo tradicional de partido o transformarlo a la americana.Entre el 5 y el 15 de abril, los hechos se han agolpado de tal forma que la mayoría de los militantes socialistas prefiere depositarlos en la memoria para recuperarlos en un futuro congreso. Por fortuna, tienen una buena excusa para posponer la asamblea interna en la que tendrán que preguntarse cuestiones existenciales y que puede dejar en nada el congreso en el que dejaron de ser marxistas. Ahora tocan elecciones y arremeter contra el Partido Popular. El ataque a la derecha les une sin matices.

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Entre enero y marzo de este año los unos y los otros han intentado hacer caso a su secretario general y guardar las armas. No han podido. Primero, porque los renovadores empezaron su ofensiva para que el vicesecretario general, Alfonso Guerra, no dirigiera la campaña electoral. A la contra, los guerristas no querían compartir algo que creen que es suyo, el aparato, y, además está la permanente apelación de que la dirección son ellos porque así lo decidió un congreso. Después el informe pericial del caso Filesa. González habla del reconocimiento de responsabilidades políticas cambiando la doctrina oficial, defendida a ultranza por Alfonso Guerra, de que con el PSOE no va el asunto.

Movilización renovadora

Los renovadores se movilizan, pues temen que sea el propio Felipe González quien asuma la responsabilidad política si no la asumen otros. Para ellos, la responsabilidad es de Galeote, Navarro, Txiki Benegas y, a ser posible, de Alfonso Guerra. Empieza el forcejeo. "Así, no", dice Benegas. Quería decir que no se iría porque "unos ministros y algunos renovadores de la nada" quisieran aprovehar la ocasión de Filesa para descabezar la actual ejecutiva. Con enorme disgusto de González, el secretario de organización, Txiki Benegas, enseña al mundo lo que tan tapado estaba. Hace oficial la fractura del PSOE.

"Probablemente Felipe no se lo perdonará y ya esté sentenciado para siempre, pero fue una jugada de política interna maestra: paró el descabezamiento de la ejecutiva y movilizó al partido", señala un dirigente regional guerrista. La carta de Benegas obligó al pacto. El líder socialista llamó a notables del partido que no levantaran ronchas en los otros sectores para que dieran ideas pacificadoras. José Luis Corcuera, ministro del Interior, y Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, han sido los personajes clave de esta crisis. Por un lado, suavizando las posiciones y, por otro, informando a González de dónde estaban los aspectos conflictivos.

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Como buenos mediadores, han preferido no estar en el comité de estrategia, alegando que sus respectivas ocupaciones no hacían viable una dedicación de más de 40 días a la campafia.

Los pulsos sostenidos en estos días han sido multidireccionales. Felipe González no se apeó de la idea del reconocimiento de responsabilidades políticas y que algunas personas resultaran afectadas. Guerra tampoco se apeó de que en ningún caso afectara a Txiki Benegas. "Después vas tú", dijo Guerra a González en la tarde del Viernes Santo, a sabiendas de que el Partido Popular lo tenía previsto. El siguiente asunto fue el comité de estrategia: resistencia inicial de Guerra al hecho en sí mismo. El número dos veía planear un órgano "al margen de los estatutos" haciendo sombra a la ejecutiva federal. Aceptó porque González se mantuvo firme.

Guerra dirigió sus esfuerzos a que en ese comité, al menos, no figuraran las personas que más beligerantes han sido en su pelea con el aparato. El nombre del vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, ni salió. Serra había estado en permanente contacto con Felipe González durante la

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crisis, pero estuvo ausente en las reuniones decisorias. Había jugado su papel en la sombra y había renunciado a aparecer en público para no levantar ronchas entre los guerristas. González no cerró la lista y muchos fueron los nombres que se barajaron. Chaves y Corcuera guardaron silencio cuando González les nombró. En esa reunión se habló de "dos concepciones". Una sería la de un comité muy amplio en el que se pudiera producir una gran tormenta de ideas.Oltra, la del comité pequeño y operativo. González optó por la segunda opción por lo que cayeron ole la lista los presidentes autónomicos, Corcuera, alcaldes como Francisco Vázquez o secretarios regionales como Jesús Quijano. Los elegidos tendrán dedicación absoluta. Serra, Guerra, Benegas, Fernández Marugán, José María Maravall y Ramón Jáuregui, quien va a instalarse en Madrid. Disgusto en Ferraz por la presencia de Serra, porque en la reunión preparatorio ni siquiera salió su nombre. Sí el de Maravall. Pero no hay ocasión para la pelea.

Ya no les queda tiempo de dar vueltas sobre la influencia que ha tenido en Felipe González el pacto sobre el proyecto de ley de huelga por el grupo parlamentario y el partido para adelantar las elecciones. Miembros del Gobierno reconocen que la negativa del Grupo Socialista a modificar la ley en el Senado pudo pesar en el ánimo del presidente: al considerar que el grupo y el partido no le obedecían. "Presidente, con esta ley de huelga aquí no invierte nadie", aseguran que el ministro de Economía, Carlos Solchaga, dijo a González. Otros miembros del Gobierno consideran desmesurada la interpretación final ya que son excepciones en los últimos diez años las veces que no se ha hecho lo que ha querido el Gobierno.

Pero sí fue un elemento más para añadir en el panorama que González se pintó: el PP golpeando sin cesar, escasas expectativas de mejora económica y el partido con una sensibilidad tan a flor de piel que no se podía garantizar siete días seguidos sin bronca. La crisis interna queda aplazada "para después". Ésta situación quedó implícita en la reunión de la ejecutiva del sábado en la que González "comunica" lo que ha decidido respecto a Galeote y Navarro y el reconocimiento de que la dirección del PSOE asumirá la responsabilidad política que se derive del proceso penal.

Cansado del partido

"Han pasado muchas cosas pero no es éste el momento de discutirlas", manifestó Guerra. Lo mismo dijo el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono. Sólo Enrique Múgica, miembro de la ejecutiva, expresó en alto lo que muchos guerristas pensaban. "Lo que estamos discutiendo es el modelo de partido y en el PSOE es claro que existen dos". Guerra se aproximó a la cuestión hace un año. "Éste debe ser el único caso en el que el líder se cansa del partido y no el partido del líder".

El aparato del PSOE tiene claro lo que quiere: el partido como garante de las esencias, sobre todo, el respeto al principio de autoridad que emana de cada congreso. Lo que quiere Felipe González no está claro, según ellos. El presidente del Gobierno es consciente de la paralización y la falta de reflejos de la dirección ante el caso Filesa, pero sabe que el partido le proporciona una considerable movilización de recursos humanos. La batalla se posterga al congreso. "Habrá cadáveres políticos por los dos bandos", aventura un veterano dirigente.

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