Langer acaricia su segunda chaqueta verde
Ocho años después de su único triunfo en el Masters de Augusta, Bernhard Langer ataca de nuevo. Con 207 golpes (-9), tras sus 69 (-3) de ayer, el alemán aventaja en cuaIro a Chip Beck y Dan Forsman y en cinco a Lanny Wadkins, Russ Cochran y Jeff Maggert, norteamericanos todos y, a excepción del primero y el tercero, de dudosa consistencia, y al australiano Steve Elkington. Un Severiano Ballesteros con bríos renovados, con 215, y un José María Olazábal reñido con su putter, con 216, sólo aspiran ya a los lugares de honor.
Dos golpes dieron la victoria al alemán Bernhard Langer sobre Severiano Ballesteros y los estadounidenses Ray Floyd y Curtis Strange en el Masters de 1985, aquél en el que se convirtió en el segundo europeo que lo inscribía en su palmarés. Cuatro, el doble, son los que ahora posee de margen ante la ronda definitiva y sus seguidores más cercanos, los norteamericanos Chip Beck y Dan Forsman, carecen de la categoría de aquéllos.Langer, que ayer coleccionó cinco birdies (- 1) por dos bogeys- (+ 1) para sus 69 parciales, tiene a su alcance el éxito. Si resistiese la presión y se vistiera otra simbólica chaqueta verde, su mérito sería múltiple. Entre otras razones, porque los y¡ps o temblores de manos en los putts, le redujeron a la nada varias temporadas atrás. De ese viaje al abismo del golf muy pocos han regresado. El, sí.
El regreso de Severiano
También Ballesteros vuelve a parecerse al que era. Su reacción del viernes en los últimos nueve hoyos de la segunda vuelta le ha hecho recuperar mucha de la confianza perdida en sí mismo. No en balde pasó de la segura eliminación, con un + 5, a tener expectativas, con su par, gracias a sus cinco birdies en ellos, tres consecutivos en el 11, el 12 y el 13, el Amen Corner o la esquina de lo que Dios quiera. Es más, amenazó con sus 31 el récord de esa fase, en posesión del estadounidense Mark Calcavecchía, con 29, desde 1992. "Estaba muerto y he resucitado", fue su frase esperanzadora. Ayer demostró que, al menos, se halla en el buen camino.La imagen que dio el cántabro fue, desde luego, distinta a la de los otros días. Se le veía decidido, ilusionado, presto a acosar a cualquier rival que se le pusiera por delante. Ya ni siquiera mandaba a su caddie, el inglés Billy Foster, a que midiese determinadas distancias paso a paso. Él era quien se apresuraba a hacerlo. Iba y venía, iba y venía. No quería que se le escapase el más mínimo detalle que perjudicara sus lanzamientos.
La fuerza mental le acompaña otra vez. No se trata, por supuesto, de que ya todo sea coser y cantar. Su crisis ha sido demasiado profunda como para disiparse en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, ya sabe que puede ser, como antes de sumergirse en ella, un duro. competidor.
Su comienzo en el tercer recorrido fue espectacular. En el 2, pese a haber enviado su drive fuera de la calle como acostumbra, obtuvo su primer birdie con un putt desde unos tres metros. Su gesto de satisfacción fue contundente. De inmediato, en el 3, ensayó uno de los chips que le caracterizaron en otro tiempo. Tenía la pelota fuera del green, a unos 18 metros de la bandera. Anduvo y desanduvo el terreno y, en un instante dado, señaló a Foster el sitio en el que debía hacerla botar para que rodase después en la dirección deseada. No se equivocó ni en un milímetro y la bola, mansa, describió la curva adecuada para concederle su segundo birdie. Si en el 4 no se hubiera quedadoa menos de un palmo del tercero...
En cualquier caso, Ballesteros se mantuvo firme. Incluso después de su único bogey, en el 6, tras haber sido algo blando en su salida. Lo habría eludido de atinar con un Putt de unos cuatro metros que le hizo resoplar ante su dificultad pero no lo consiguió. Otro birdie en el 9 le colocó con un - 2 al encarar la segunda mitad del trazado, aquélla en la que 24 horas antes se había sentido de nuevo un dios golfístico. En esta ocasión, en cambio, no sólo no pudo restarse un golpe más, sino que se lo aumentó con un bogey en el 15. Sus 71 le permitieron, en definitiva, totalizar 215, uno por debajo del par del campo. No está mal, dadas sus circunstancias previas, por más que él, exigiéndose ya como se exigía muchos meses atrás, considerase que "podía haber sido mejor".
La calle de la amargura
Si Ballesteros ha ido adelantándose cada día (74, 72 y 71), José María Olazábal ha ido retrocediendo (70, 72 y 74). ¿Por qué? Porque sus putts continúan trayéndole por la calle de la amargura. Ayer dispuso de varios de entre tres y cuatro metros y los falló tanto cuando acariciaba el birdie como cuando le arafiaba el bogey. Esos son los que hay que meter cuando se pretende aspirar de verdad a un título grande.De trampa de arena en trampa de arena, Olazábal cayó en su primer bogey en el 1. No suponía, no, una palmada de ánimo. En el 5 le asaltó el segundo después de que su salida llevase su bola a una hondonada entre la arboleda. El 6, su fatídico 6 de 1991, cuando fue el subcampeón, le tendió una mano con un birdie. A esas alturas, sin embargo, ya se antojaba evidente que era presa de la irregularidad. A nadie le extrañó, pues, que alternase luego sus birdies del 8, el 15 y el 18 con nuevos bogeys en el 7, el 11, el 12 y el 13 para, con unos mediocres 74, reunir 216 y despedirse un afio más de uno de sus sueños dorados.
Clasificación
1º Langer (Alemania), 207 golpes (68, 70 y 69). 2º Beck (EE UU) y Forsman (EE UU), 211. 4º Wadkins (EE UU), Elkington (Australia), Cochran (EE UU) y Maggert (EE UU), 212. 8º Floyd (EE UU), Norman (Australia), Zoeller (EE UU) y Faxon (EE UU), 213. 17º Ballesteros, Lyle (Escocia). 24º Olazábal, Couples (EE UU), Stewart (EE UU), Stadier (EE UU).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.