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Las angustias de Faldo

No diga consistencia ni seguridad, diga Faldo. El apellido de Nick es, en efecto, un sinónimo más de la firmeza en el golf. Téngase en cuenta que el inglés incluso se atrevió a calificarse en la temporada pasada como "demoledor". Sin embargo, es humano. Si hasta los robots pueden tener sus fallos, es imposible que él no incurra en errores. El viernes le asaltaron en tropel en el hoyo 12, el más famoso de Augusta, con un cuádruple bogey. Necesitó siete golpes, sí, para embocar la pelota en ese Par 3. Sólo la campana de la regla de los diez de diferencia con el líder le permitió mantenerse en una competición que ha ganado en 1989 y 1990.Faldo debió de pasarse la noche en un duerme vela. La pesadilla que había vivido unas horas antes y el fantasma de la eliminación le impedirían conciliar el sueño. Dependía de que ayer por la mañana, temprano, el norteamericano Raymond Floyd o el alemán Bernhard Langer, con -6 cuando la lluvia les obligó a interrumpir -su segunda vuelta, no llegasen a los -8. Ello supondría su despedida y, lo que es peor, un sonrojo para ese orgullo británico que exhibe legítimamente desde 1987 al ser quien más títulos grandes ha conseguido en este periodo. Por fortuna para él, no lo lograron. Luego fue incapaz de dar el salto hacia arriba y, con 226, se perdió en la clasificación.

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¿Qué le ocurrió en el del Amen Corner? ¿Qué diablos se conjuraron contra él para arrastrarle al fracaso? Lo cierto fue que su primer lanzamiento no llevó la bola al green, sino que hizo que se deslizase ladera abajo hasta el agua. El tercero, ya que tenía uno de penalización, la hizo volar sobre él, llena de adrenalina, hasta un bunker posterior. Como la arena estaba dura, no calculó bien su cuarto impacto y la puso de nuevo en remojo. El sexto, al acumular otro de castigo, la colocó, al fin, donde debía. El séptimo, un buen putt, la alojó en su destino. Faldo se restregó los ojos y miró hacia el infinito sin querer ver nada, y que nadie le viese.

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