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El Parma cierra la última puerta del Atlético

Santiago Segurola

Faustino Asprilla, el gato colombiano, cerró la última puerta del Atlético de Madrid, cuyo destino desde ahora es imprevisible. El equipo rojiblanco jugó con energía, pero desorientado y nervioso, como se espera de un club que vive una crisis permanente. Era imposible manejar una eliminatoria de este calibre con la mitad de un equipo en situación de préstamo hasta junio y la otra mitad atenta a la sección de anuncios de trabajo. El estado caótico del Atlético se consagró en la segunda parte, tras los dos goles de Asprilla. La afición se sintió indignada y perpleja, tan perdida que dirigió la bronca y las críticas contra todos: a los de abajo y al de arriba.Luis García abrió una rendija para la esperanza con un gol muy propio del mexicano. Este delantero mide su presencia en los partidos por segundos. Le basta un instante para hacer lo que sabe: el tiro y el gol. Su facilidad en el área es un monumento a la precisión. En el último minuto de la primera parte coronó una fantástica combinación con un remate muy seco, un gol que valía el sueño de Wembley. Hasta entonces se había jugado con mucha especulación, como es de ley en esta clase de partidos. El Atlético se empleaba con vigor, vestuario. El Parma respondió con un fútbol organizado, de apuntes modernistas, como la defensa zonal y el desprecio por el catenaccio. Es la fórmula que le ha servido a este pequeño club para alcanzar la tercera posición de la Liga italiana y desacreditar a todos los valedores del juego mezquino. Sin embargo, al Parma le faltaba la punta de ambición para explorar las deficiencias del Atlético. Sólo el gol de Luis García despertó el apetito de los italianos.

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El Parma manejó el partido con tranquilidad desde el principio. Brolin y Zoratto oficiaban en el centro del campo frente a Schuster, que sólo dejó para la posteridad el taconazo que inició la jugada del gol rojiblanco. Schuster estuvo fuera de onda, entre su declive como futbolista, su tendencia a desengancharse en las situaciones conflictivas y la certeza del final de su carrera en el Atlético de Madrid. A Schuster sólo le agranda la motivación, y en estos momentos es el futbolista más desmotivado del mundo. Detrás suyo, Vizcaíno regresaba al equipo con su honrado despliegue, la marca de un jugador valioso que merece un destino mejor.

La otra aportación llegaba en las apariciones de Alfaro, cuyo instinto procuró algunas dificultades a los defensores del Parma. Sin embargo, la impresión era que el Parma valía más que el Atlético, pero no se decidía a demostrarlo. El gol de Luis García desencadenó un nuevo partido. El Parma tomó posesión del campo y acabó con la discusión. El héroe fue Asprilla, un jugador que devuelve el juego a su estado natural: la ingenuidad, el placer de la diversión y el gusto por la sorpresa. Asprilla remitió su juego a los felinos delanteros brasileños. Filiforme, de brazos larguísimos y zancada espléndida, Asprilla ganó el encuentro con un remate durísimo con la pierna izquierda y un cabezazo a la escuadra que algún defensa del Atlético debió impedir. Nadie le marcó en el gol de la victoria, un tanto vistoso y fácil como todo lo que hace este Asprilla.

El Atlético se deshizo en la segunda parte. Los goles confirmaron la presunción de la superior categoría del Parma. El equipo rojiblanco enmudeció, mientras crecían los murmullos en la grada. Desde allí se pitó a Schuster y Juanito, dos que se van, y algunos se acordaron de Gil y Rubén Cano. Había pastel para todos, en medio de un partido dominado por el Parma, bajo la dirección de Brolin, el querubín sueco, y la magia de Asprilla.

El Atlético tiene el aspecto de los equipos que se encuentran en liquidación por derribo. La desbandada de jugadores se ha iniciado meses después de que comenzara la de socios. A estas alturas, la demagogia y la palabrería sólo sirven para adornar el ataúd de un difunto.

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