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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio en Francia

NO POR más previstos, los resultados de los comicios celebrados ayer en Francia son menos espectaculares. El tremendo descalabro de los socialistas después de casi toda una década en el poder es un duro revés para la era Mitterrand, que acabó ayer.Con una participación del 69%, la primera vuelta se cerró con unos resultados provisionales reveladores: 39,74% para el centro-derecha coligado (la Agrupación por la República -RPR- de los gaullistas de Chirac y la Unión por la Democracia Francesa -UDF- de los centristas de Giscard d'Estaing), 17,74% para los socialistas, 12,35% para el ultraderechista Frente Nacional (FN), 8,96% para el Partido Comunista y 7,62% para la coalición verde. El sistema electoral mayoritario contribuye a enmascarar los resultados. Las proyecciones (a falta de la decisiva segunda vuelta del próximo domingo), indican que la derecha obtendrá de 435 a 465 escaños (en una Cámara de 577); los socialistas, pese a tener casi la mitad de los votos, obtendrían de 75 a 100 diputados. Igualmente, como se prima la concentración por circunscripciones, los ecologistas (muy por debajo de lo previsto) no tendrán escaño, mientras que los ultraderechistas, con un claro progreso y siendo la tercera fuerza del país, obtendrían como máximo 2. Y los comunistas, pese a ser la cuarta fuerza nacional, conseguirían entre 15 y 23 diputados.

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Aplastante triunfo del centro-derecha en la primera vuelta de las elecciones francesas

Este brutal cambio, en el que la asignación de escaños sobrepasa con mucho las intenciones reales del electorado, desequilibra preocupantemente el mapa político de Francia. Un golpe de péndulo que los candidatos perdedores esperan corregir en la segunda vuelta. Anoche, en los mensajes de los líderes, además de sentimientos de humillación o derrota (o de amenazante triunfalismo como en el caso del Charles Pasqua), había insistentes llamamientos a la movilización de las respectivas huestes para el próximo domingo. Es obvio que la segunda vuelta puede repercutir sobre los resultados, aunque no cambiarlos esencialmente.

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Lo que resulta impresionante, además del inesperado descalabro de los verdes, es el aumento de la implantanción de la ultraderecha de Le Pen, que, aun sin reflejarse en escaños, es un grave síntoma de la inclinación de Francia hacia un arrollador conservadurismo.

Este resultado habla bien a las claras de cómo ha cambiado la opinión de los franceses. Hay en ellos irritación con la clase política, desconfianza respecto de su moralidad, cansancio con el discurso socialista, escepticismo hacia el gran movimiento de duda y catarsis que lo está destruyendo, desánimo ante una cifra (le parados que algunos vinculan al proceso de integración europea y desconcierto ante la llegada masiva de inmigrantes. Por consiguiente, en esta elección, al igual que en las municipales del año pasado, el voto de castigo ha sido importante.

La gran incógnita está ahora en cómo van a administrar su victoria las dos formaciones del centro-derecha para intentar hacer del nuevo experimento de cohabitación un ejercicio de más éxito que el de Mitterrand y Chirac entre 1986 y 1988. No puede hablarse, en efecto, de una derecha monolítica cuando las filosofías de la RPR y la UDF difieren tan radicalmente entre sí respecto de algunos puntos clave de la gobernación de Francia. No sólo en el tema de la Unión Europea, en la que la UDF estuvo sin fisuras en favor de la ratificación del Tratado de Maastricht, mientras que la RPR, con una dirección volcada en su favor -Chirac el primero-, se encontró con una voluminosa disidencia interna. Las diferencias entre los dos líderes son copiosas en política exterior, en política económica y hasta en tendencias sociales. Como el triunfador ha sido el RPR de Jacques Chirac, corresponderá a éste decidir quién encabezará el Gobierno y no sería sorprendente que la designación recayera en Edouard Balladur. En todo caso, el cambio político determinará el rumbo de Francia, no sólo en los próximos cinco años, sino en el septenato que se inaugurará en 1995 con un nuevo presidente. En realidad, las elecciones de ayer son unas primarias de la lucha por la sucesión de Mitterrand.

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