El ministro de la solidaridad
Kouchner no es candidato para no hipotecar su futuro político
Alain Duhamel, uno de los más brillantes analistas de la vida política francesa, afirma que Bernard Kouchner es "el André Malraux de la era mediática, el arquetipo del nuevo intelectual comprometido". Infatigable, generoso, seductor y tan listo como valiente, Kouchner es el político más popular de Francia. Quizá por eso haya decidido no presentarse a las elecciones legislativas. Su prometedor futuro podría verse en entredicho en caso de fracaso en la lucha por un escaño de diputado.
Kouchner, ministro de Sanidad y Acción Humanitaria en el Gobierno de Pierre Bérégovoy, resistió a las presiones de sus amigos socialistas para que se incorporase a sus listas electorales. Resistió incluso a las de su actual padrino político, el presidente Francois Mitterrand. Kouchner, que nunca ha tenido el carné del partido del puño y la rosa, pensó que lo mejor era no involucrarse demasiado en el anunciado descalabro socialista. No obstante, este apóstol de la solidaridad no podía dejar por completo en la estacada a sus compañeros de Gobierno. Estos días refuerza la campaña socialista, aunque ello le valga en ocasiones salir de los mítines cubierto de huevos podridos, como le ocurrió el pasado 4 de marzo en Luce, cerca de Chartres. Los agricultores de Luce no tenían nada personal contra él, aparte del hecho de que estuviera en compañía de los candidatos socialistas. Kouchner ha conseguido el milagro de formar parte del que puede ser último Gobierno socialista de la era Mitterrand sin compartir su desprestigio. Al contrario, una encuesta recién publicada por el semanario VSD le sigue colocando en el primer lugar de los políticos favoritos de los franceses.
Francés del año 1992
Hace un par de años, Kathleen Evin escribió en LÉvénement du Jeudi: "En Estados Unidos, Kouchner estaría ya en la nómina de la Metro Goldwin Mayer ". El pasado enero, Le Nouvel Observateur le proclamó "francés del año 1992 ". Y ahora, en plena campaña electoral, Duhamel cree que el humanitario Kouchner, de 53 años, y el ecologista Lalonde, de 46, pueden ser las figuras claves de la resurrección de la izquierda propuesta por Michel Rocard. Ambos representan los dos valores que tienen más demanda en la Francia actual: la honestidad y la solidaridad.
Kouchner va a por todas. Sin romper los puentes con Mitterrand -será uno de los portavoces oficiosos del presidente durante su cohabitación con un Gobierno de derechas-, el que pronto será ex ministro ha apostado claramente por el big bang de Rocard.
En una carta abierta titulada Michel, querido iconoclasta, Kouchner ha dicho: "Se abre una ventana y entra una corriente de aire. Bravo por tu lucidez y tu coraje. Tu análisis es fuerte y verdadero. El partido socialista está hoy aplastado por tres millones de parados y los escándalos".
En ese texto, Kouchner detalla los temas que le preocupan: Europa, los suburbios, la desertización del campo, la bioética, la protección social, la toxicomanía, el sida, la formación profesional y el derecho de injerencia. Y añade: "La resurrección de la izquierda será poco creíble si se limita a un maquillaje del partido socialista. La izquierda es anterior al socialismo y debe sobrevivirle".
Para ayudar a los necesitados, Kouchner ha atravesado en los últimos cinco lustros junglas, desiertos y campos de batalla. Se ha jugado el pellejo en Biafra, Líbano, Afganistán, Nicaragua, Armenia, Somalia, Bosnia-Herzegovina y otros lugares.
Sin embargo, no le faltan detractores. Estos le acusan de llevar siempre consigo un fotógrafo de prensa o un equipo de televisión. Kouchner rechaza esta crítica de un plumazo. "Sin imágenes", dice, "no hay indignación. Sin imágenes la desgracia sólo golpea a los desdichados. El gran enemigo de las dictaduras y el subdesarrollo son las imágenes Utilicémoslas".
Hijo de un médico judío, Kouchner se adhirió a las Juventudes Comunistas a los 14 años de edad y dedicó su tesis de medicina a Ernesto Che Guevara Hastiado del estalinismo, abandonó esa organización antes de Mayo del 68, una revuelta en la que no participó. "Kouchner", dice uno de sus amigos, "tuvo en 1968 una intuición formidable. Todo el mundo pensaba que la revolución estaba en marcha en París y en Praga. Él se largó a Biafra".
En Biafra tuvo su primer encuentro con la "insoportable miseria" que padece el Tercer Mundo. Aquel complicado conflicto africano no interesaba a la izquierda occidental, pero para Kouchner fue la revelación de que "no hay muertos buenos y nialos", y de que "todos los seres humanos son iguales en el sufrirniento". A partir de entonces comenzó a desarrollar las nociones de deber de asistencia humanitaria y derecho de injerencia, hoy día incorporadas a la política internacional.
Medicina solidaria
En 1971 fundó Médicos sin Fronteras, una organización que entró en crisis cuando, ocho años después, Kouchner y el filósofo André Glucksmann decidieron fletar un barco para socorrer al boat people vietnamita. A excepción de Rocard, los socialistas franceses también rechazaron esa iniciativa. Kouchner fundó entonces Médicos del Mundo y pasó los años ochenta viajando como siempre y escribiendo junto con su compañera, la periodista Christine Ockrent, guiones para la televisión.
Rocard le incorporó a su Gobierno en 1988 como secretario de Estado para la Acción Humanitaria y representante de la "sociedad civil". En 1992 Kouchner fue nombrado ministro de Sanidad y Acción Humanitaria, y en junio de ese mismo año se llevó a Mitterrand a Sarajevo en la primera visita de un jefe de Estado occidental a la capital bosnia. "Molestó", dice, "a un montón de conservadores de la derecha o la izquierda. Los políticos profesionales no me quieren. No soy miembro de su club. Yo digo lo que pienso".
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