El reto de Australia
PARA NOSOTROS querríamos en Europa la recesión económica que padecen los australianos: una tasa de crecimiento del 2,7% para 1993 y del 3,3% para 1994; tina inflación del 2,3%, una de las más bajas entre los países desarrollados; una economía cuyas exportaciones, especialmente al mercado asiático, han crecido al ritmo del 11 % anual; un paro del 11, 1 %, y un déficit por cuenta corriente del 4%.Pues aun así, y especialmente a causa de estas dos últimas magnitudes, todos en el Partido Laborista del primer ministro Paul Keating estaban convencidos de que, después de 10 años de poder ininterrumpido, iban a perder las elecciones generales del pasado sábado. No ha sido así, y hasta han incrementado la mayoría absoluta de que disponían, a costa de la opositora coalición del Partido Nacional-Liberal del líder liberal, John Hewson.
Una de las recetas para la victoria ha sido una ácida campaña contra el plan de reforma económica rad¡cal de Hewson (y su proposición de establecer un IVA, que acabaría siendo, según los laboristas, un monstruo incontrolable) y la convincente explicación de su propio proyecto de reanimación de la economía. Éste incluye reducir el paro estimulando la creación de nuevas industrias y la expansión de los programas de formación profesional, la limitación de los impuestos a las empresas y el incremento de la asistencia familiar y a la vejez. En el otro plato de la balanza, sin embargo, el coste de estos programas (360.000 millones de pesetas a lo largo de cuatro años), unido a un déficit presupuestario que equivale ahora a 1,5 billones de pesetas, ha impulsado al gobernador del Banco de la Reserva a recordar que el gasto debe ser drásticamente reducido. Lo que, sin duda, forzará a los laboristas a olvidar alguna de sus promesas electorales.
Aun así, el reto de Keating, un republicano que a finales de 1991 desplazó del puesto a su jefe de filas, Bob Hawke, y que ha sido capaz de renovar una victoria que nadie le auguraba, consiste en ser reelegido 'dentro de tres años para llegar como jefe de Gobierno a 1999, fecha en la que anunció la celebración de un referéndum que promete ser catártico: sobre si los australianos quieren seguir siendo súbditos de su majestad británica o prefieren una república.
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