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Clinton desoye el consejo de tomárselo con calma

Los críticos más duros del presidente reconocen su incansable actividad laboral

Antonio Caño

El único consejo que Ronald Reagan dio a Bill Clinton cuando ambos se reunieron en California, poco antes del relevo presidencial, fue que aprovechase a fondo los descansos de fin de semana en Camp David. El actual presidente no le hizo el menor caso. Clinton sólo ha pasado un domingo en aquella residencia y fue para celebrar un encierro de trabajo con su Gabinete en pleno.

Dos meses después de la llegada de Clinton a la Casa Blanca, hay algo que reconocen hasta sus críticos más contundentes: el presidente es un trabajador infatigable. Se levanta con el sol y se acuesta cerca de la medianoche. Para colmo, su última conversación del día, su diálogo de alcoba, lo sostiene también con el asesor político en que más confía: su esposa, Hillary Rodham."La recomendación más común que recibe el presidente", manifestó a la CNN el subjefe de Gabinete de la Casa Blanca, Mark Gearan, "es la de que se lo tome con calma y descanse para que cuando se tenga que enfrentar a una crisis esté en las mejores condiciones para reaccionar de la manera más acertada y brillante posible".

Bill Clinton no parece atender demasiado esos consejos. El único momento del día en el que el presidente cuida de su propio estado físico es el de la carrera matutina por el centro de Washington. Después de esa hora inicia una frenética actividad, que incluye reuniones de trabajo, recepciones de personalidades, conversaciones telefónicas, citas en el Congreso y viajes por distintas ciudades del país, a un media de dos visitas semanales.

A Ronald Reagan se le criticaba por cuidarse en exceso y dejar demasiado trabajo en manos de sus colaboradores. George Bush sí era un gran trabajador, pero pasaba demasiado tiempo en el despacho; no prodigaba los viajes y los encuentros cara a cara con los problemas. A Clinton, por ahora, se le reprocha el exceso de actividad. "Es consciente de que el país ha invertido en Clinton y en el Partido Demócrata, y él está dispuesto a ofrecer resultados a cualquier precio", opina el profesor Thomas Mann, de la Brooking Institution.

El nuevo presidente dedica casi el 90% de su tiempo a actividades relacionadas con la política nacional. George Bush, por ejemplo, se reunía unos minutos todos los días con su equipo de asesores de seguridad; Clinton ha reducido esas reuniones a una vez por semana, normalmente los viernes.

Otro de los detalles del estilo de Clinton es que es muy dado a la conversación directa con las personas ya sean congresistas, empresarios o expertos en general, cuya opinión le interesa conocer. Normalmente son reuniones que no se anuncian y que no están incluidas en la agenda oficial.

La dedicación familiar del presidente está prácticamente limitada al desayuno diario de las 7.30 y a la misa dominical de las diez de la mañana, aproximadamente. Los domingos, la práctica religiosa suele ir seguida por un pequeño paseo por los alrededores de la Casa Blanca y, a veces, una cena tempranera en algún restaurante de moda de la capital (el Sequoia, frente al río Potomac y al edificio Watergate, es uno de los favoritos de esta Administración).

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