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La campaña antiespectáculo

Las legislativas, austeras por fuerza de ley, se dirimen en los medios de comunicación

Las elecciones legislativas francesas del 21 y 28 de marzo pasarán a la historia por haber tenido una campaña sin vallas publicitarias, pasquines en las paredes, panfletos por los suelos o anuncios en la radio o la televisión. Es una campaña antiespectáculo. La práctica desaparición de los mítines y de las reuniones masivas limita la actividad de los candidatos a las v¡sitas a plazas, calles y mercados de sus circunscripciones para estrechar manos y pedir votos. El debate político, se refugia en los medios de comunicación y en declaraciones, entrevistas y conferencias de prensa, pero no hay pasión y un cierto desencanto planea sobre la campaña.

"No le interesa a nadie, ni siquiera a los políticos", afirma Régis Debray, un intelectual y politólogo, desencantado con la gestión de la izquierda, que no oculta su irritación y aburrimiento ante esta campaña. "Es un juego aritmético en el que lo único que importa es si el número de escaños de la Mayoría, va a ser de 400, 420 o 444. No me interesaPara otro intelectual, Alain Finkielkraut, la desesperanza que traspira la campaña electoral es el producto de la falta de políticas alternativas. "La izquierda y la derecha se presentan como gestionarios de una crisis económica, pero nadie aborda problemas como la educación o la sanidad, en la que se podrían decir cosas nuevas". Finkielkraut opina que los socialistas han interiorizado su inminente derrota y están pasando por la campaña sin lanzar un debate sobre el futuro.

Patrick Sabatier, del d¡ario Libération, apunta que el desinterés de los ciudadanos está teniendo su reflejo en las ventas de los diarios o en las audiencias de los programas de televisión. "La audiencia de los programas de debate en las cadenas de televisión ha sido muy débil, y la venta de los diarios, que experimentó un alza, por ejemplo, cuando el referéndum de Maastricht, no ha cambiado esta vez".

Los partidos tampoco están convocando a sus afiliados o simpatizantes ni a mítines ni a reuniones, lo que denota una gran falta de confianza en su capacidad de movilizar al electorado. Una explicación a esta falta de interés aparente es la certeza del resultado: las encuestas de opinión llevan semanas anunciando una amplia victoria de la oposición, y las únicas incertidumbres se limitan a saber cuál será el tamaño de esa victoria y cómo se repartirá el poder en el seno de la nueva mayoría y de la nueva oposición. Una batalla de nombres que comenzará al día siguiente de que terminen las elecciones.

Nueva legislación

Al tono discreto, incluso mortecino de ésta campaña, contribuye también la nueva legislación, que prohíbe la publicidad política en los periodos preelectorales. La Ley de Limitación de Gastos Electorales de 1986, endurecida en 1991, limita a medio millón de francos (unos 10 millones de pesetas) los gastos que un candidato puede realizar en su campaña en una circunscripción. Esta limitación se suma a la prohibición, seis meses antes, de toda publicidad pagada en prensa escrita o medios audiovisuales, y a la prohibición de colocar carteles fuera de los paneles expresamente colocados en las puertas de los colegios electorales.

Esta medida fue aprobada con el fin de sanear las cuentas de los partidos, ahorrando gastos en las campañas y eliminando así uno de los principales argumentos de los partidos para justificar sus financiaciones irregulares. Una apuesta por una doble limpieza, la urbana y la económica.

Estas son las primeras elecciones legislativas a las que afecta la limitación de gastos electorales.

La limitación de gastos, a propuesta del Gobierno socialista y consensuada con la oposición, se desarrolló a raíz del escándalo de las facturas falsas, similar al caso Filesa, que investiga el juez Barbero en España, que servían para financiar irregularmente a los partidos.

El Estado ha facilitado a cambio espacios gratuitos en las emisoras públicas para que los partidos expongan sus programas. Con un mecanismo de acceso democrático, estos espacios se han convertido en una auténtica galería de personajes, en la que se alternan serios y respetuosos defensores del orden establecido con partidarios de la meditación trascendental o la dictadura del proletariado. Su impacto en las audiencias es mínimo.

Para Sami Nair, profesor de ciencia política, los aspectos formales de la campana no son importantes. Lo que distingue, en su opinión, estas elecciones es que, por primera vez en muchos años, el debate no se da entre dos mundos ideológicos, la izquierda y la derecha, sino que se plantea un debate sobre la eficacia. "¿Quién es capaz de gestionar mejor?". La atonía que se detecta es producto, añade, del desencanto de la población tanto con la derecha como con la izquierda. "La derecha va a ganar porque le favorece el sistema mayoritario a doble vuelta, pero no va a subir en número de votos. La izquierda, por su parte, va a registrar una fuerte abstención", añadió. El profesor Nair subraya, sin embargo, que la opinión pública sí es consciente de la envergadura del cambio que van a propiciar estas elecciones. "Será un cambio profundo, porque estamos en un periodo en el que el liberalismo está en fase de transformarse en conservadurismo".

Sin publicitarios pero con periodistas

El papel de los medios de comunicación, sobre todo de la prensa escrita, ha sido clave en los meses anteriores, en los que ha ejercido un control demoledor de los errores, abusos y escándalos en los que han incurrido los gobernantes socialistas. Alain Minc, un ejecutivo con una vocación irrefrenable por los ensayos polémicos -el último titulado Le média-choc- subraya la importancia de lo que llama la Santísima Trinidad de la comunicación: opinión, sondeos, medios. "En política son indisociables. Los sondeos por sí solos han sentado el mito de la opinión pública, y los medios, lejos de limitarse a transmitirlos, se han convertido en más intervencionistas". Los medios, convertidos en el aguijón de la clase política, opina, han creado un tipo de periodista que tiene el sentimiento, consciente o no, de tener el monopolio de la verdad, en perjuicio del político. Un cambio revolucionario respecto a hace, algunos años en los que los políticos disfrutaban de todo tipo de privilegios frente a la opinión escrita.Campaña sin publicitarios, pero con periodistas. Algunos candidatos la prefieren. Tímida en sus inicios, muchos candidatos consideran que la verdadera campana arrancará el próximo lunes, cuando se conozcan los resultados de la primera vuelta, que no decide más que una pequeña parte de los escaños. La tradición dice que en la primera vuelta se vota a favor de un candidato y en la segunda se vota en contra de otro.

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