Antes el Nobel que campeona olímpica
El pasado 23 de enero, cuando hizo la marca mínima de participación en los Mundiales, Natalia Azpiazu no sabía ni cuándo ni dónde era esta competición. Bastante tenía ella con. sus moscas en el laboratorio del hospital Mount Sinai, de Nueva York, donde trabaja para realizar su tesis de bioquímica y biología molecular. Este fin de semana, sin embargo, será distinto. Se convierte, a sus 26 años, en atleta de las de verdad, y saldrá para correr los 3.000 metros. Por primera, y quizá, última vez. Porque ella lo tiene claro: "Antes premio Nobel que campeona olímpica".En el laboratorio es donde se encuentra verdaderamente a gusto. La investigación es su vida. Trabaja para que la medicina encuentre solución a las enfermedades de transmisión genética. Si corre, es sólo para relajarse. En el atletismo de alto nivel se encuentra fuera de lugar.
La singular historia de Natalia Azpiazu comenzó el 3 de octubre de 1966, cuando nació, en San Sebastián. Estudió en el Colegio Alemán, donde también aprendió inglés, al tiempo que, además, estudiaba euskera. Su expediente se llenó de matrículas de honor.
No sabe cómo, pero también empezó a correr. Lo hacía con Amaya Andrés, la única atleta que conoce dentro del equipo nacional: "Sé quiénes son todos los demás de haberlos visto en campeonatos, pero con la mayoría nunca he hablado".
Empezó a entrenarse con Juan Antonio Martínez, y dice que él debe de tener algo de culpa de que ahora, sin apenas trabajo, pueda correr tanto: "Es un entrenador que a los que empezábamos nunca nos explotaba. Decía que tiempo habría para llegar lejos y que no debíamos sobrepasamos nunca hasta, que alcanzáramos la madurez".
Cuando se trasladó a Madrid para estudiar la carrera pasó a las manos de Julio Bravo. Era una atleta del montón, de las que luchaban por hacer la marca mínima para participar en los Campeonatos de España.
Sin ambición
Hace tres años y medio marchó a Alemania para iniciar su tesis. Decidió dejar de correr: "Tampoco me importaba en absoluto, porque yo no era una atleta ambiciosa. No era como en los estudios, en los que se me había metido en la cabeza llegar lejos". Pero vio que la mejor manera de relajarse era trotando en un bosque próximo. Su novio, Antonio Serrano, también corredor, la animó a seguir haciéndolo, pero cada día un poco más rápido.Un día se presentó al campeonato de cross del sur de Alemania. Quedó tercera. No se lo creía. Pero tenía explicación. El trabajo específico de series como atleta de 800 y 1.500 metros había ido sustituyéndolo por el de carrera continua de los fondistas.
A Natalia se le presentó la oportunidad de trabajar en uno de los hospitales más prestigiosos de Estados Unidos. El 1 de septiembre de 1991 inició su nueva etapa en América.
Continuó corriendo en sus ratos libres, esta vez en Central Park. "Regresé un domingo, y el jueves me llamaron de mi club para que corriera el sábado en Boston. Yo estaba constipada. Me insistieron tanto que me presenté a la competición. Era Nueva York contra Boston, y había que ganar. Yo salí en la milla. Fui segunda. La sorpresa fue cuando me dijeron que también tenía que correr los 3.000 metros tres cuartos de hora después. Fue increíble, porque corrí muy bien".
Una semana después corría los 3.000 metros en 9.09 minutos. Cuando se lo comentó a su novio le dijo: "¡Si esa marca es mínima para los Mundiales!". Poco después recibía una comunicación de la Federación Española de Atletismo para confirmar su selección.
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