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La revolución de Portugal en el Mundial de balonmano

La selección lusa de los hermanos Costa, que nunca había alcanzado unos cuartos, busca este viernes la final contra el gigante danés. En la otra semifinal, Croacia sorprende a Francia (28-31)

Martim Costa, en una acción de los cuartos de final del Mundial contra Alemania.
Martim Costa, en una acción de los cuartos de final del Mundial contra Alemania.Stian Lysberg Solum (EFE)
Lorenzo Calonge

“En el último ataque, Rui Silva me dijo: ‘vete a por [Johannes] Golla y lo revientas. Y eso hice”, contó entre risas el joven Martim Costa, de 22 años, para explicar el gol que disparó a la selección portuguesa de balonmano a las semifinales del Mundial. Es la revolución lusa contra el viejo orden. Se había cargado a Brasil, Noruega, España, Suecia tampoco pudo con ellos, y en los cuartos fulminó a Alemania, la subcampeona olímpica, con un tanto a falta de cuatro segundos para el final de la prórroga.

De Portugal se llevaba esperando un paso al frente en el balonmano, pero lo suyo en Oslo está siendo un triple salto de la mano de unos jóvenes talentosos y descarados. Una sublevación, también, de aires familiares. A los Hispanos los ventiló Kiko Costa, de 19 años, autor de ocho dianas, y a los germanos los partió en el tiempo extra su hermano Martim. Los dos muchachos bandera de un combinado que nunca había alcanzado unos cuartos en un Mundial y este viernes (20.30, Teledeporte) busca la final contra Dinamarca, ganadora de los tres últimos títulos. En la otra semifinal, el ardor croata sorprendió a Francia (28-31) en la caldera de Zagreb, con 20.000 aficionados.

“En 2020, los árbitros nos miraban como si fuéramos unos outsiders, y logramos ganarnos nuestro estatus”, decía el seleccionador Paulo Pereira antes de los cuartos. Pero su sorpasso en 2025 tampoco ha surgido por ciencia infusa. “Llevaban tiempo llamando a las puertas”, advierte Javier Fernández, Jabato, el seleccionador español júnior, que tiene muy estudiadas a sus nuevas generaciones. “Cuentan con un bloque que mezcla jóvenes con mucha hambre y exitosos en las inferiores, con veteranos que han vivido experiencias no tan favorables. A nivel físico y técnico, están muy trabajados”, valora. El pasado verano, la España de los mellizos Cikusa derrotó a Portugal en la final del Europeo júnior. Ahí no estaban los hermanos Costa, pero sí otros que hoy compiten en el Mundial, como Miguel Oliveira –”nos metió 11 goles”-, Diogo Marqués (12 paradas ante España hace una semana) y Ricardo Brandão.

Jugadores que apuntalan un grupo con expertos como Antonio Areia (34 años), Fábio Magalhães (36), Rui Silva (31), Pedro Portela (34) o Víctor Iturriza (34), e impulsados por Luis Frade (pivote del Barcelona de 26), Salvador Salvador (23) y, por supuesto, los Costa, los máximos goleadores. “La primera vez que nos enfrentamos a ellos fue en un torneo en Suecia, hace cinco años, con la generación 2002-03, la de Javi Rodríguez y Jan Gurri. Sufrimos a un Martim Costa desatado y a un Kiko todavía cadete y extremo, pero que hacía cosas diferentes, por carácter y competitividad, de esas que nos gustan a los entrenadores. Era de los más pequeños y peleaba como los grandes”, recuerda Jabato.

Kiko acumula en el Mundial 44 tantos y 19 asistencias en siete encuentros, y es el gran aspirante al premio a mejor joven. Su hermano, con 37 dianas, aniquiló en el tiempo extra a la Alemania del gigante Andreas Wolff (21 intervenciones) después de un partido complicado para él. “En los primeros 60 minutos no estuve a mi mejor nivel, pero en la prórroga no me escondí. Si tengo que fracasar, fracaso y acepto las consecuencias. No me gusta pasarle la patata caliente a otros”, subrayó en medio del éxtasis. “No pensar demasiado es la clave”, contaba estos días el lateral en una entrevista para la Federación Europea (EHF). “Tomo el balón y es casi instintivo. Si lo siento, tiro. Yo he tenido que ser valiente porque, con 10 años, jugaba contra niños de 14 o 15. Para ganarles, tuve que hacerlo de otra manera, debía encontrar otras trayectorias de pase, pero lo más importante era no tenerles miedo”, argumentaba Martim, que juega en el Sporting de Portugal junto a Kiko y Salvador Salvador, un conjunto entrenado por el padre de los hermanos, Ricardo Costa, y que no se achanta en la Champions, donde va tercero en su grupo.

Competir cada semana en la élite también les ha dado un plus, igual que al azulgrana Luis Frade. Y su Liga doméstica, sin ser Alemania o Francia, también tiene capacidad de atraer talento gracias a que sus tres locomotoras (Sporting, Benfica y Oporto) son secciones de clubes de fútbol, como bien ha sufrido la Asobal. Jan Gurri, Natán Suárez, Mamadou Gassama, Sergey Hernández, Ander Izquierdo y Miguel Sánchez Migallón, entre otros, están o han pasado por allí. “No van a ser los únicos. Pertenecer a un club de fútbol te ayuda y ellos tienen tres que en presupuesto, al margen del Barcelona, están muy por encima de nuestra Liga. Somos un mercado apetecible para ellos”, apuntala Javier Fernández, Jabato.

Portugal empezó el Mundial con el golpe de perder a su jugador Miguel Martins por positivo en un control antidoping. Dos semanas después, en unas semifinales a las que ni se habían acercado en su historia, fantasean con derrotar a la inabordable Dinamarca.

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